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No todo es deporte en el mundo del deporte. Hay miedo, injusticia, éxito, fracaso, superación...Ante todo, historias increíbles protagonizadas por personas. Este blog, coordinado por la periodista Olga Lorente, trata sobre todos los factores que no vemos, pero sí influyen a los deportistas.

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Artem Pustovyi, jugador de baloncesto: “Es muy duro estar entrenando y no saber cómo está mi familia en Ucrania”

El jugador de baloncesto Artem Pustovyi

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Cuando Rusia decidió invadir Ucrania el pasado mes de febrero, Artem Pustovyi trabajaba y vivía en Gran Canaria, con su mujer y su hijo. Él nació hace 30 años en Sofiyivka, en la región de Cherkasy (Ucrania central), y es jugador profesional de baloncesto en la mejor liga del continente, la española. Sus compromisos deportivos, en cierto modo, han sido un salvoconducto para no tener que ir al frente, pero desde hace casi 10 meses su mente -sobre todo en los inicios del conflicto- ha estado a miles de kilómetros de nuestro país. “El baloncesto me ha ayudado a no hundirme anímicamente, pero no ha sido nada fácil estar concentrado durante todo este tiempo”, reconoce.

Artem llegó a España en 2015 cuando su carrera todavía no había alcanzado sus cotas más altas. Aterrizó en Santiago para vestir la camiseta del Monbus Obradoiro, donde pasó tres años hasta convertirse en uno de los jugadores más destacados de la Liga Endesa. Su buen rendimiento le valió para dar el salto al Barça -uno de los mejores equipos ya no sólo de España, también de Europa- y allí estuvo otros tres cursos, aunque con mucho menos protagonismo que en Galicia. Su participación era casi nula. Por eso, con la intención de volver a ser un jugador dominante, fichó en Gran Canaria el verano de 2021. 

Sus planes deportivos le estaban saliendo bien, empezó la temporada en septiembre a un buen nivel y poco a poco volvía a coger sensaciones y ritmo de competición -porque cuando estás tres años como él estuvo en la ciudad condal, sin apenas jugar, la cabeza te hace pensar que ya no eres bueno-. Iba combinando grandes actuaciones con otras menos britalles, pero en la isla era un jugador importante. Hasta que en febrero, Putin decidió invadir Ucrania. En ese momento, Pustovyi cambió y sólo con mirarle a los ojos ya se intuía que no estaba bien. “Cuando empezó la guerra, me afectó muchísimo. Se podría decir que era un zombi, un robot. Me levantaba, entrenaba, comía y estaba haciendo llamadas todo el tiempo para asegurarme de que mi familia y amigos estaban vivos y a salvo. Fue una situación muy complicada y yo estaba totalmente desconcertado. Al principio no sabíamos qué iba a pasar ni cuánto iba a durar la invasión, pero luego se ha visto que Ucrania se ha defendido y que ha ganado alguna batalla que le ha permitido recuperar ciudades que estaban ocupadas. En lo que respecta a mi carrera profesional, esto me afectó mucho más el año pasado (hasta junio que dura la liga española), creo que éste estoy más concentrado. Reconozco que en muchos momentos he pensado en estar en mi país para intentar ayudar porque sentía impotencia al estar aquí, tranquilo y seguro, mientras a mi gente les tiraban bombas. Pero también me he dado cuenta de que hay muchas personas en Ucrania que sigue esta liga y que ver mis partidos les ha ayudado a desconectar de lo que estaban viviendo. Allí soy un referente y he intentado jugar para ellos”.

La incertidumbre del conflicto

Cuando Rusia empezó la guerra, el mundo del deporte a nivel internacional se solidarizó con el pueblo ucraniano. Muchos atletas alzaron su voz y dieron la espalda a Putin y en muchas competiciones había un recuerdo para Ucrania. El propio Artem Pustovyi lució una camiseta pidiendo a la OTAN que cerrase el espacio aéreo con su país para intentar frenar los bombardeos. Con el paso de los meses, esos gestos han ido desapareciendo, aunque el conflicto no haya terminado. Este verano se disputaba el Eurobasket, torneo entre países para coronar al campeón continental, y en una entrevista previa Pustovyi afirmó que: “Nuestro mensaje solo puede ser uno, parar la guerra lo antes posible. Mucha gente ya ha olvidado que todavía hay una guerra en Ucrania y que siguen muriendo niños y mujeres. Están muriendo nuestros héroes. El mundo no debería estar tranquilo cuando hay una guerra agresiva en Europa”.

El jugador ahora vive en Murcia ya que firmó con el UCAM este verano. Anímicamente está mejor que el curso anterior y eso le ha llevado a ser importante en varios partidos, pero su mente sigue estando en Ucrania. “La situación de mi entorno no es nada fácil todavía. Mi madre vive en Odesa y allí en estos momentos hay algo más de seguridad, pero mi abuela (con quien me crié) está en territorio invadido por los soldados rusos y no es accesible contactar con ella. Es frustrante porque yo le llamo a cada momento y a veces tardo tres días en escucharla y comprobar que sigue sana y salva. Es muy duro mentalmente estar entrenando o jugando sin saber si estará bien una de las personas más importantes de tu vida. En Ucrania hay jornadas en las que se va la luz o se cortan las señales telefónicas, por lo que no siempre puedo establecer comunicación con las personas que quiero”, relata.

Él se gana la vida siendo deportista profesional, pero no se olvida de cómo está la situación laboral en su país: “La estabilidad económica de mis amigos, en la actualidad, es mala. En Ucrania debido a la guerra hay muy poco trabajo y cada poco tiempo hay ataques aéreos, suenan las alarmas y tienen que salir corriendo al refugio más cercano para estar seguros. En ningún lado del país hay una situación fácil”.

El pasado sábado, el UCAM Murcia jugó contra el Gran Canaria, los dos equipos en los que Pustovyi ha militado mientras su país estaba en guerra. El pívot hizo un gran partido y ayudó a su equipo a conseguir una victoria importante. Esta semana el conjunto murciano ha estado en Turquía -en Bursa- jugando un partido clasificatorio de competición europea, otra exigencia máxima y un partido clave del curso. Estuvo algo más cerca de su país, de su madre, de su abuela y de sus amigos, pero no pudo abrazarles. Se conforma si ese día puede establecer comunicación con ellos. Por suerte, tiene a su mujer y su hijo pequeño con él, sus grandes apoyos. Muchas veces se nos olvida que los deportistas no son superhéroes y sufren como el resto de los mortales. O quizá sí lo son porque para poder jugar a un gran nivel cuando tu gente está en guerra tienes que tener poderes ocultos. En cualquier caso se ha ganado un profundo respeto.

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