El deporte es un mecanismo mediante el cual se puede formar y transformar a la sociedad. Puede ser utilizado como vehículo para ayudar en la integración social, en el desarrollo económico de una ciudad o estado e incluso, dada la enorme repercusión mediática que tiene, como herramienta política. El deporte tiene tal poder que puede ayudar cambiar el mundo, siempre y cuando no se dejen a un lado los derechos humanos, como está sucediendo en Catar. Después de los Juegos Olímpicos, un Mundial de fútbol es el evento más importante y que más expectación levanta y el que arrancó hace dos días tiene un trasfondo manchado de sangre.
Durante el próximo mes parece que sólo importen los goles y lo lejos que vaya a llegar nuestra selección (la del país que sea). Pero sería importante no olvidarse de que han muerto 6.000 personas (según fuentes gubernamentales, seguramente serán muchas más) en las obras para construir los estadios y los hoteles en los que ahora se está celebrando el torneo. Además de los muertos y de la conocida explotación laboral con la que se ha edificado todo, el Mundial se está disputando en un país en el que se vulneran los derechos de las mujeres y del colectivo LGTB, entre otras muchas cosas.
La última gran polémica llegaba horas antes del arranque del campeonato, cuando se conoció que la FIFA (el máximo organismo internacional del fútbol) sancionará con tarjeta amarilla a todos los jugadores que porten el brazalete de ‘One Love’ con la bandera del arcoíris. Hace dos meses, siete selecciones europeas –entre las que no estaba España- solicitaron formalmente poder usar este símbolo en el brazo de los futbolistas asumiendo la posible multa económica. Concretamente fueron Inglaterra, Países Bajos, Gales, Bélgica, Suiza, Alemania y Dinamarca los que querían usar el Mundial como altavoz en favor del colectivo LGTBI y, a la vez, criticar de algún modo el régimen catarí. Pero no les han dejado. El máximo organismo del fútbol internacional les ha silenciado. “Esto va en contra del espíritu de nuestro deporte, que conecta con millones de personas”, afirmaba el capitán de Países Bajos, Virgil Van Dijk.
Un futbolista cartagenero en el torneo
En lo meramente deportivo, el portero Robert Sánchez ha visto cumplido uno de sus sueños deportivos con sólo 25 años al ser convocado para disputar el Mundial con la selección española. ‘La Pantera de Cartagena’, como se le conoce, se convierte en el tercer futbolista nacido en la Región de Murcia en disputar el máximo torneo internacional de este deporte, tras el ciezano José Antonio Camacho (estuvo en el de España 1982 y en el de México 1986) y el totanero Miguel Porlán Noguera, ‘Chendo’ (participó en el de México 1986 y en el de Italia 1990).
En la actualidad, Sánchez es el guardameta del Brighton inglés y milita en la que está considerada la mejor liga del mundo, la Premier. A los 13 años hizo las maletas y salió de su Cartagena natal rumbo a Valencia para fichar por el Levante. Era apenas un niño y seguro que no fue nada fácil, pero tenía el sueño de ser futbolista profesional. Tras dos buenos años, un equipo inglés se fijó en él y no lo dudó, se montó en ese avión rumbo a Brighton que le cambiaría la vida para siempre.
Antes de triunfar a nivel absoluto, Robert Sánchez defendió los colores del Cartagena Efesé en categorías de formación. Según el director deportivo del club Leo Gómez, “en esas edades de 13 y 14 años nunca esperas que alguien llegue a la élite, pero Robert tenía cualidades, estaba en las máximas categorías del club, era muy atlético, delgado y muy alto. Parecía un gato, lo que tenía era innato, después ha ido trabajando, el abuelo lo apuntaba a todos los campus de porteros que teníamos y siempre ha querido aprender y mejorar. Era un chico muy tímido que venía y se centraba en entrenar. Le gustaba competir y siempre se ha dedicado a mejorar sus condiciones, físicamente era un talento”.
La selección española debutará mañana en el Mundial enfrentándose a Costa Rica y después se medirá a Alemania y Japón en la fase de grupos. En principio, el portero titular del combinado nacional es Unai Simón, pero al haber tantos partidos quizá Robert Sánchez pueda jugar algún partido.
Debido al contexto en el que se está disputando este torneo, muchas personas se debaten en su interior sobre si es ético o no verlo por televisión. Lo que el mundo del deporte (incluso también el de la geopolítica) debería preguntarse es ¿por qué la FIBA elige como sede del Mundial a un país en el que no se respetan los derechos humanos? No es la primera vez que lo hace y que intenta mirar para otro lado. En 1934, Benito Mussolini se encargó de que el máximo organismo se decantase por Italia para acoger el evento futbolístico más importante del planeta, una cita que quería utilizar para publicitar su régimen ante el mundo. Tuvieron de su lado hasta a los árbitros y amenazó a su propio seleccionador porque nada podía fallar en su objetivo de salir campeón, como así fue. Años después, la FIFA volvió a olvidarse de los derechos humanos cuando eligió como organizador a Argentina en 1978, en plena dictadura de Jorge Rafael Videla. Llegaron a proclamarse campeones, pero esa alegría histórica siempre quedará manchada por los asesinatos, secuestros , torturas y los miles de desaparecidos, a pocos metros del estadio de fútbol.
Ver o no este Mundial depende de cada persona. Pero, tal y como afirmó el exfutbolista y hoy destacado historiador uruguayo, Gerardo Caetano, “los que creen que el deporte no tiene nada que ver con la política o no saben nada de deporte o no saben de política”.
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