Yo soy la voz del que clama en el desierto. Evangelio de Juan, cap. 1, versículo 23
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El pueblo de Murcia clama por una Región moderna en mitad de un desierto físico, administrativo, climático y político. Las empresas actuales del regadío y de las macrogranjas NO tienen futuro. Y alguien debería decírselo a nuestros empresarios.
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La semana anterior la hemos dedicado, la gente, a clamar en medio del desierto. Literalmente (y no solo por las temperaturas alcanzadas en nuestra tierra). Primero bajamos a San Javier a reclamar soluciones al Mar Menor, luego atravesamos el Altiplano, para protestar contra las macrogranjas y en defensa de la ganadería tradicional extensiva.
Meses atrás, pedimos una Región más limpia y con menos tráfico en plena capital, sin olvidar nunca la terrible contaminación radiactiva que aún padecen en la Sierra Minera donde los niños se nos mueren de cáncer. Hubo también la visita del eurodiputado Manu Pineda para comprobar in situ la contaminación de acuíferos y ríos por la ganadería intensiva de Lorca, así como el exceso peligrosísimo de placas solares a instalar en Jumilla.
A todo esto, la Guardia Civil ha intervenido, en las más de 9.000 hectáreas de regadío ilegal del Campo de Cartagena, datos que ya obran en poder de la Fiscalía.
Y todo ello en medio del silencio absoluto de los poderes públicos “populares”. Se diría que el pueblo de la Región de Murcia atraviesa un desierto climático, administrativo y físico, donde nadie responde siquiera con un “Recibí”. Un desierto abrasado, arrasado y sacrificado en pos del beneficio inmediato. Un beneficio económico que no tiene futuro. El agua del Trasvase, la tierra del Campo de Cartagena o la del Altiplano, la arena del Mar Menor, etc., son finitas. Se acaban.
Sin embargo, en toda esta lucha se observa una constante: los Gobiernos del PP, ya sean el regional o los diversos ayuntamientos implicados, se oponen completamente a cualquier petición de sus habitantes, ayudando constantemente a las empresas a las que debería controlar y reducir. El Partido Popular actúa como si las gentes del Sur no fuéramos más que monigotes inanes y los recursos utilizados fuesen infinitos.
No solo se resisten a multar según la Ley, a las empresas contaminantes, sino que les conceden ayudas y promocionan una acción que, ellos lo saben, está condenada al fracaso.
Porque si hay alguna verdad en todo esto es que en el futuro no están tales empresas. El futuro (si es que queremos llegar a él y no colapsar como civilización) está compuesto de agricultura moderada, ecológica y ganadería extensiva, cuidadosa con el animal. En el futuro hay energía sostenible y limpia, controlada por las vecinas y vecinas de los pueblos donde se instale. En el futuro hay una alimentación saludable y hay, sobre todo, empresas donde las empleadas y empleados toman decisiones y actúan sobre su horario, trabajo y familias.
No hay sitio para las empresas depredadoras en el futuro próximo. Por tanto, señores del Gobierno (si es que lo son), actuemos: PREPAREMOS a nuestras industrias y a nuestra gente para ello. No vivamos en el pasado. Respondan.
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