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Democracia o Epistocracia en la Universidad

J. L. Vidal Coy

Llegados a este punto y al cabo de cuatro años, estamos en la misma situación: convocatoria de elecciones no democráticas en la Universidad de Murcia. ¿Parece fuerte, verdad? La mera realidad. Los comicios en la UMU se celebrarán dentro de unas semanas con el sistema de voto ponderado, que contradice frontalmente el principio democrático de “una persona, un voto”.

De acuerdo con ese método del “sufragio universal ponderado”, no valen lo mismo todos los votos que se emitan. Según la “ponderación”, el voto de todo un señor catedrático o profesor titular— ambas categorías, funcionariales— cuenta dos o tres veces más que el de un estudiante o el de un miembro cualquiera de los denominados “personal de administración y servicios” (pas, no confundir con el procesado PAS), entre los que, por cierto, también hay funcionarios.

Entre medias de ambos extremos de la ponderación queda la influencia porcentual que tienen los sufragios de profesores “subalternos” de todo tipo y pelaje (contratados doctores, ayudantes doctores, doctores colaboradores, asociados...), silentes porque a lo que realmente aspiran es a ser admitidos en la élite dirigente.

El resultado es que el estamento “superior” de la universidad, catedráticos y titulares, domina el resultado electoral y determina a quien se elige. No absolutamente siempre, puede haber sorpresas excepcionales como la elección en la UMU de 2014, pero casi.

Tenemos así que la institución supuestamente vanguardia de la sociedad, cuna la innovación, del pensamiento crítico, del debate de ideas y de tantas otras supuestas cosas se rige por un principio electoral dieciochesco, más acorde con sociedades cuasi feudales o estamentarias que con la Constitución española o cualquier otra del mismo corte “avanzado”.

Y crea en la práctica un genuino oxímoron asociando los términos democracia y sufragio universal ponderado. Porque este sirve para preservar los privilegios y la dominación de la casta universitaria dirigente —no diré clase, que eso ahora es muy “antiguo”—, frente a la masa del cuerpo electoral, los estudiantes y los pas, que en la UMU pueden sumar el 70% o el 80% del censo. Proporción similar a la que hay en la mayor parte de universidades públicas españolas.

La UMU, como las demás universidades — pues así lo establece un régimen electoral que los privilegiados ni se plantean cambiar—, niega a la mayoría de sus miembros el pleno ejercicio de sus derechos democráticos, derechos que en el resto de mecanismos electorales españoles sí se les reconocen en pie de igualdad. Para ello, la UMU utilizando la mayor validez específica de los votos de “quienes realmente saben de qué va esto”, aunque sean una minoría.

Así que estudiantes, pas, contratados, ayudantes y asociados son mayores de edad para ejercer plenamente sus derechos democráticos, mayores de edad en definitiva, en todas partes menos en la UMU y en todas la demás universidades españolas. Pueden votar en igualdad de condiciones que el resto de votantes en elecciones generales, autonómicas, municipales, pero no en la universidad, donde, en función de la ponderación del voto, son considerados menores de edad y conocimiento. Al menos, en comparación a otros que son “mayores”, al parecer, en ambas cosas.

Esto, se mire como se mire, no es democracia, sino “epistocracia”, el gobierno de los que tienen conocimiento o de los más preparados, concepto que de un tiempo a esta parte se ha puesto de moda entre los pensadores neoliberales y ultraliberales gracias a Jason Brennan, profesor en Georgetown (EE UU).

Este nuevo gurú de los liberales-del-mundo-uníos ha parido, a propósito del referéndum del ‘Brexit’, la nueva teoría opuesta a la democracia directa en general y a los referendums decisorios en particular, argumentando grosso modo que las masas se equivocan mucho y gravemente cuando hacen uso del sufragio universal porque no están preparadas para ejercer cabalmente ese derecho.

Buscó Brennan, y le siguen los (ultra)liberales, las raíces de su hallazgo en Platón y Aristóteles, primeros proponentes de que las decisiones las tomen quienes estén verdaderamente preparados para hacerlo. Epistocracia, en una palabra, frente a democracia directa: una persona un voto.

Epistocracia es, según la normativa electoral universitaria española y sin profundizar innecesariamente en el pozo de la teoría política del “libertarianismo” de Brennan, el principio válido para renovar “democráticamente” las cúpulas rectoras.

Esa premisa no democrática está generalmente asumida por la inmensa mayoría de la masa universitaria española. Y se viene practicando en la Universidad desde bien antes de que Brennan, sus acólitos liberales, neoliberales, ultraliberales y algunos otros que se pasean por el centro se horrorizaran tras el resultado del “Brexit” y por la elección de Donald Trump.

La asunción del sistema epistocrático no impide, por otro lado, que haya protestas en contra del sistema de voto ponderado. Minoritarias en el conjunto de la universidad española; pero muy serias. Lo fueron las de los estudiantes de la Universidad del País Vasco, hace ahora poco más de un año. Las más sonadas, pero aisladas. Se quedaron solos cuando los medios sistémicos pusieron el acento en unos minoritarios actos violentos, “tapando” informativamente que fueron miles los estudiantes de la UPV que reclamaron activamente la instauración de un sistema electoral realmente democrático: una persona, un voto.

En la Hispalense, Sevilla, en 2007, un listo además de magnífico rector, que según las malas lenguas solo pretendía volver a ser reelegido saltándose la limitación de mandatos, consiguió cambiar el sistema para peor. Se eliminó el sufragio universal ponderado y se adoptó el otro método que permite la norma electoral universitaria: al rector lo elige el claustro, órgano colegiado en el que la presencia de los dos sectores más numerosos de la universidad (estudiantes y pas) es puramente testimonial.

Este otro sistema va incluso más allá de la epistocracia pura y dura, no moderada como la del voto ponderado. En suma, un paraíso terrenal para liberales de todo pelaje, y abducidos intelectualmente por el ínclito Brennan, que se aproxima a aquella “democracia orgánica” que el dictador Franco extrajo del ideario de Falange Española y de las JONS y nos impuso como genuina expresión de “su” voluntad popular.

En esas lides epistocráticas, el mismo punto que hace cuatro años, volvemos a estar. Convendría, si a alguien le importa la calidad de la democracia en la Universidad, discutir el asunto. Y buena oportunidad tienen quienes han convocado para el próximo lunes 11 una reunión en el Moneo sobre “Metas de la Universidad y metas de la Región en un mundo global”, acto de intencionalidad clara y legítimamente electoral.

Podrían empezar quienes allí se junten por lo más cercano, antes de cambiar el mundo, y ver cómo democratizar la universidad, murciana y española, empezando por dónde se empiezan estas cosas: el sistema electoral. Quizá la implantación del principio de “una persona, un voto” podría ser un primer paso. No sirve como excusa “lo que dice la ley”. Lo legal y lo justo o democrático no son, muchas veces lo mismo.

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