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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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¿Cuándo empieza el siglo XXI?

Un hombre recibe la vacuna contra el coronavirus, en una fotografía de archivo. EFE/Brais Lorenzo

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Desde un punto de vista descriptivo, siendo estricto, el siglo XXI comenzó en el año 2001. El uno es el primer número de una serie de números naturales. El siglo I comenzó en el año 1 y el XXI en el 2001. Sin embargo, una cierta impaciencia y el amor por los números redondos hicieron que celebrásemos erróneamente el cambio de siglo en el año 2000.

Desde un punto de vista analítico, tratando de dar sentido a un periodo, podemos flexibilizar las fechas de comienzo y fin de un siglo para ajustarlas a eventos que marquen hitos distintivos entre un antes y un después. Así, es frecuente hablar del largo siglo XIX, comenzando en 1789 con la toma de la Bastilla, inicio de la Revolución Francesa que marca la ruptura con el Antiguo Régimen y la entrada en la Edad Contemporánea. El final de este largo siglo XIX se sitúa en 1914, con el inicio de la Primera Guerra Mundial que supuso el derrumbe de los imperios Austro-Húngaro, Ruso y Otomano, el declive de Europa y el ascenso de los Estados Unidos como potencia mundial.

Si situamos el comienzo del siglo XX en 1914, su final va a depender del relato que queramos priorizar como esencial en su desarrollo. Al marcar esta fecha el hito entre los siglos XX y XXI, también va a ir determinada por la temática predominante de un siglo que aún no ha transcurrido, con la incertidumbre que ello conlleva. Existen distintas posibilidades:

1989: la caída del muro de Berlín fue el precursor del derrumbe de la Unión Soviética poniendo fin a un “siglo” de lucha entre regímenes políticos. La democracia y el liberalismo se alzarían como vencedores frente al fascismo, derrotado en la Segunda Guerra Mundial y el comunismo, que se había asentado en Rusia a partir del comienzo de siglo con la Primera Gran Guerra. Fukuyama llegó a plantear que esta resolución era permanente y se llegaba al fin de la Historia.

2001: el atentado de las Torres Gemelas pareció abrir un periodo de choque de civilizaciones. Una vez resuelto en el siglo anterior el conflicto interno de occidente, éste se tendría que enfrentar a la civilización árabe/islámica. El desarrollo de los veinte años siguientes en los que el enfrentamiento entre culturas no ha ocupado el centro del escenario, el papel marginal del terrorismo islámico y la comprensión de que no hay dos bloques estancos en este supuesto choque, han quitado peso a esta propuesta.

2008: la quiebra de Lehman Brothers abrió una serie de crisis económicas que puede poner fin a un periodo de crecimiento económico que llegó a postularse como infinito. Queda por ver la evolución de la economía en el futuro para saber si este es un hito válido para diferenciar entre periodos.

2019: la pandemia provocada por la COVID-19, unida a las amenazas de nuevas pandemias aún más graves y la proliferación de resistencias bacterianas a los antibióticos, hacen pensar en la posibilidad de un siglo XXI dominado por “la peste”. Éste estaría en oposición a un siglo XX en el que, a partir de que Alexander Fleming descubriese la penicilina en 1928, de otros avances médicos y de la proliferación de los sistemas sanitarios, se ha podido llegar a construir la fantasía de que la civilización puede vencer a la enfermedad y la muerte es un fracaso y una injusticia.

Hay otros eventos significativos que no pueden funcionar de frontera entre periodos al no marcar un cambio significativo de la dinámica de la civilización: la llegada a la Luna, la bomba de Hiroshima, etc, aunque el devenir de la historia pueda ubicarlos en un lugar relevante.

Por otra parte, procesos como el desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación, el cambio climático, la polución del medio ambiente, la explosión demográfica, etc, son graduales y no sirven tampoco para marcar un límite neto entre dos periodos históricos.

Aunque habrá que esperar a ver cómo contamos la historia del siglo XXI para saber definitivamente cuándo situamos su comienzo,  ya podemos ir haciendo esfuerzos tentativos para estructurar el sentido que damos al paso del tiempo que vivimos. El modo que tengamos de comprender nuestra historia condicionará cómo nos situemos ante ella.

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