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Ley de Igualdad vs creencias morales

El Parlamento de Finlandia aprueba la legalización  del matrimonio homosexual

Mar Tornero

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Recientemente El Foro de la Familia ha presentado en la Asamblea Regional una moción con la que pretenden paralizar la aplicación de la Ley 8/2016 de Igualdad, y elevarla al Tribunal Constitucional.

O al menos así lo anuncia en su página web.

Cuesta creer que un grupo muy minoritario de personas ponga en duda y trate de hacer desaparecer lo que todos los grupos parlamentarios trabajaron y aprobaron por unanimidad en nuestra Asamblea. Eso no es respetar la democracia. 

Trabaja el Foro de la Familia, de manera insistente y poniendo todos los medios a su alcance, para eludir la educación y formación en nuestro sistema educativo en materia de igualdad, es decir, la educación que enseña valores de respeto a otras realidades que no son las hasta ahora conocidas como “normativas”. A eso lo llaman “ideología de género” y “adoctrinamiento”.  No quieren que sus hijos aprendan que existe la diversidad afectivo-sexual, de género y familiar sin su consentimiento;  desean que esta formación esté acorde a sus creencias morales y religiosas (que para nada es “adoctrinamiento”).   Creen ellos que el matrimonio o familia natural es la existente entre un hombre y una mujer, pero nuestra legislación civil regula el matrimonio como un contrato entre dos personas que desean un proyecto de vida común, formando una familia, independientemente de su sexo. 

Me pregunto infinidad de veces a qué tienen miedo, de dónde procede este rechazo a las familias homoparentales, hasta el punto de desear negarles el derecho al matrimonio y a formar una familia, derecho que les proporciona una justa igualdad jurídica. Me pregunto qué ven de negativo en la enseñanza que puedan recibir los menores sobre la existencia de la homosexualidad como algo digno de respeto, con la intención de que no continúe el lamentable y peligroso desprecio hacia los menores homosexuales y que éstos puedan formarse y desarrollarse sanamente, ahorrándoles un sufrimiento gratuito. Qué miedo hay en mostrar a la ciudadanía del futuro que existen diferentes realidades afectivas, sexuales, de género y familiares…  

Miedo, sí.  Porque se les supone buenas personas, imagino que no lo hacen por maldad y deseo de perjudicar a otros ciudadanos tan merecedores de dignidad y de derechos como ellos.  ¿Es miedo a perder su categoría de “familias de bien”? ¿Familias especiales? Será que consideran “familias de mal” o de segunda a otras…

No sé cómo describir este hecho: ¿clasismo?

¿Es miedo a enfrentar que los estereotipos de género son un producto cultural, y que éstos puedan abrirse a otras interpretaciones, experiencias o vivencias?

¿Es miedo a que la vida familiar se desarrolle de maneras diferentes a sus deseos y expectativas?

¿Es miedo a que sus hijos consideren e integren con normalidad la existencia de la homosexualidad? Esto es directamente homofobia, aunque no quieran reconocerlo.  Y no pasa nada, pueden reconocerlo, yo tengo fobia a las personas intolerantes, a las creencias irracionales, a la falta de libertades, y lo digo alto y claro. Todas las personas tienen sus propias fobias.  Y todas tienen cura. Me he trabajado las mías, y ya casi no me altera que me desprecien por ser lesbiana con el nombre de Dios en la boca.

¿Es miedo a que sus hijos acepten la diversidad sexual con normalidad, y con ello, sientan la tentativa de reorientar su sexualidad y afectividad libremente? Están presuponiendo que la afectividad y el deseo sexual se crea a conveniencia, y entiendo en esto una falta de información enorme, nada justificable, cuando vivimos en la era de la información. Si estudiaran un poquito comprenderían que una familia no se crea a conveniencia, no al menos en ésta época. Eso pasó a la historia.   Una familia se crea cuando dos personas se enamoran, se quieren y desean llevar a cabo un proyecto  de vida común. Se hace evidente que perciben otras realidades ajenas a la heterosexual como algo negativo o insano. Incorrecto, y por lo tanto, diferenciable. Más homofobia pura y dura.  

Las personas que formamos los colectivos LGTBI hemos sufrido una histórica estigmatización sólo por ser como somos, sin hacer daño a nadie. Llevamos décadas deconstruyendo las más absurdas creencias, esas que nos niegan como personas, que nos tachan de enfermos y despreciables; creencias que han levantado contra nosotros todo tipo de injurias, falsedades, maltratos;  creencias que han destrozado vidas en nombre de “lo correcto”. Llevamos décadas pidiendo que lo que ellos consideran “normal” se amplíe con la aceptación y respeto de otras realidades. Todo ello a costa de exponernos a la violencia, verbal y física, de esas gentes de bien…  

Hay que ser muy poco empático y en absoluto sensible para considerar una ley de igualdad que persigue exactamente eso, igualdad, como una ley que atenta contra sus valores.  ¿Pero qué valores son esos?  Porque no veo más que clasismo, homofobia, egoísmo, cerrazón, miedo irracional, superioridad moral, insensibilidad, falta de comprensión y mucha soberbia. 

Paren ya, señores y señoras del Foro de la Familia, porque su tiempo ha acabado. Esta batalla por la hegemonía de pensamiento la han perdido.  Tenemos un reciente modo de pensar que nos ha alejado de la creencia cultural de que hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda; hace unos pocos años que hemos comprendido que todos merecemos el mismo respeto y derechos, derribando todos los prejuicios insanos inculcados desde una mala educación lgtbifóbica que ustedes siguen defendiendo.    

Dejen de tratar de impedir las libertades ajenas, de pisotear la dignidad de quienes no son como ustedes y el derecho de toda la ciudadanía a construir sus familias y su vida afectiva como más feliz les haga.  Dejen de menospreciar a sus iguales, porque están cayendo en la más completa indignidad como personas al negarnos nuestro derecho a ser y el derecho de todos a construir una sociedad más respetuosa con la diferencia, y con ello más justa. Dejen de querer encorsetar nuestros afectos, nuestras identidades y nuestras sexualidades, de diseñar nuestras familias, de ponerle nombre y etiquetas a nuestros proyectos de vida. Dejen de apropiarse de la palabra “matrimonio”, del concepto “mujer”, del concepto “hombre”, porque es una apropiación indebida.

La “familia natural” es toda aquella familia creada libremente entre dos personas.  Y la persona sana es la que integra lo que siente, lo que piensa y lo que hace, independientemente de su genitalidad física. Ustedes podrán no estar de acuerdo, pero tienen libertad para hacer de su capa un sayo. Respeten la nuestra.

La libertad y la igualdad consisten en eso, en poder disponer de nuestras vidas en igualdad de condiciones, y de nuestros cuerpos para vivir y dejar vivir. Al menos así es en una sociedad como la nuestra, cuyos valores más fundamentales están bien descritos en nuestro Estado de Derecho. Pretender que una Ley de Igualdad es inconstitucional es no haber entendido que su misión es precisamente alcanzar la igualdad que nuestra Constitución protege, y que hasta ahora se nos ha negado.  Y nuestras instituciones públicas tienen el deber de obedecer, incluida la institución educativa.   Después cada individuo puede enseñar a sus hijos e hijas lo que quiera en los templos que mejor le parezcan, incluida la desigualdad. Pero por encima de esto está lo que la sociedad en su conjunto nos damos como normas, leyes y valores democráticos.  

Dejen de mezclar creencias morales y religiosas con Estado de Derecho, pues hace tiempo que esa mezcla, por salud social, se ha regulado. Constitucionalmente, por cierto. No sentimos temor alguno ante la posibilidad de que alguien recoja esa iniciativa de pasar por el Tribunal Constitucional una Ley de Igualdad que es un ejemplo para otras comunidades y está respaldada por todos los grupos parlamentarios.  Lo que sentimos con malestar es que intenten retrasar su legítima y sensata aplicación por razones del todo insolventes. Afortunadamente, y salvo que involucionemos, su tentativa está condenada al fracaso, por puro juego democrático y desarrollo social. 

*Mar Tornero forma parte del colectivo GALACTYCO de Cartagena

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