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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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La libertad, igualdad y fraternidad de la Unión Europea

Unión Europea

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La Unión Europea ha acordado un 'fondo de recuperación de la UE', otorgando ayudas económicas y emitiendo deuda conjunta para ayudar a la economía de los países miembros que afrontan dificultades tras el brote inicial de la COVID-19.

No voy a entrar en si las cuantías de dinero son suficiente ni en si las políticas que se exigen a cambio de estas ayudas son adecuadas. Quisiera señalar que se trata de un paso adelante (aunque menor que el que algunos esperaban) en la integración de la Unión Europea.

Europa tiene un largo historial de guerras entre los países que la componen. Prácticamente cada uno de sus estados ha luchado contra cada uno de sus países vecinos, a menudo de forma repetida. El surgimiento de los nacionalismos en el siglo XIX empeoró la situación y las dos guerras mundiales devastaron el continente. Ante el horror que han supuesto estas guerras, y en particular la II Guerra Mundial, Europa occidental quedó prácticamente desmilitarizada y subordinada militarmente a los Estados Unidos (OTAN). Además, se formó una alianza entre países, inicialmente a nivel económico, y progresivamente a nivel político. Tras el final de la Guerra Fría, esta alianza se extendió a la Europa del Este. Esta unión política, la Unión Europea, avanza tímidamente con cesiones de soberanía por parte de sus estados hacia un futuro incierto que tal vez consista en una unión federal.

Por otra parte, la política del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lleva a la remilitarización de Europa y la integración europea sufre reveses constantes, entre los que destaca la salida de la unión por parte del Reino Unido (Brexit).

La Unión Europea afronta dificultades estructurales. Si durante la Guerra Fría la división era entre Este y Oeste, actualmente la división más notable está entre un Norte más próspero económicamente y con una austera tradición protestante y un Sur menos próspero de cultura mediterránea. La falla entre estos dos bloques está presta a saltar ante cualquier dificultad, y antes o después las dificultades llegan.

La quiebra de Lehman Brothers en 2008 provocó una crisis económica global, más acusada en unos países que en otros, que hizo que algunos países del Sur de Europa (aparte de Irlanda) requiriesen ayuda económica. La resistencia por parte del Norte a conceder esa ayuda y las condiciones draconianas asociadas a algunas de las intervenciones (particularmente en Grecia), provocaron movimientos de desafección en el Sur. La presión para ayudar económicamente al Sur, y la repetición de esta dinámica en 2020 por la crisis de la COVID-19, desencadenan irritación en el Norte con la gestión económica mediterránea. El resultado es una agudización de los conflictos entre los estados europeos que afrontan grandes esfuerzos económicos sin haber construido una identidad común que facilite la solidaridad.

En una situación análoga, cuando las trece colonias del continente americano salieron de la Guerra de Independencia, el norte se encontraba gravemente endeudado y el sur las rescató económicamente, favoreciendo el desarrollo de vínculos de solidaridad e incluso el esbozo de una identidad nacional común.

Los países de la Unión Europea han desaprovechado la oportunidad que aprovecharon los americanos para empezar a desarrollar una identidad conjunta, a pesar de tener una mayor necesidad de ello al afrontar mayores dificultades. Una historia de guerras entre países y la división lingüística y cultural de Europa complican la integración identitaria. En realidad, la Unión Europea ha hecho poco por promover la confluencia identitaria, siendo el programa Erasmus de intercambio de estudiantes y las competiciones deportivas a nivel continental excepciones notables en este sentido.

Remitiéndonos a los principios de la Revolución Francesa, cuna de la Europa moderna, la no consecución de una cierta identidad nacional compartida (fraternité), unida a las diferencias económicas marcadas (ausencia de egalité) ponen en peligro la convivencia dentro del continente. La liberté se enfrenta tanto al peligro de la opresión de unos países a otros, como a la opresión de los individuos por un sistema político orientado casi exclusivamente a la macroeconomía y que permite situaciones alarmantes de exclusión y desempleo.

Por eso son necesarias iniciativas económicas solidarias en la línea del fondo de recuperación de la UE, iniciativas políticas que permitan respuestas coordinadas y ágiles ante las crisis que irán surgiendo, e iniciativas sociales que permitan el hermanamiento entre los pueblos europeos. De lo contrario, corremos el riesgo de retroceder hacia la fragmentación del continente. Eso, unido a la remilitarización y visto a la luz del registro histórico europeo, hace temer no sólo un agravamiento del declive económico sino un nuevo estallido bélico que, con la ecología forzada al límite y la disponibilidad de armas atómicas, puede tener consecuencias cuya destructividad es difícil de sobrevalorar.

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