La sentencia a la manada ha suscitado malestar en una sociedad que da signos de despertar de su pasividad ante las agresiones que sufren las mujeres. El elemento diferencial de este caso, respecto a otros casos de violación, es que se ha divulgado en un contexto de apoyo mediático y de expansión a través de las redes sociales, lo que ha posibilitado la consciencia de estar atrapadas en un sistema que objetiva el cuerpo femenino, deslegitima cualquier manifestación de su libertad, y justifica (naturaliza) la manifestación de hipersexualidad masculina.
En particular, horroriza la ceguera de estos “hijos normales del patriarcado”, y de la parte de la sociedad que no empatiza con la humillación y vejación sexual y personal de la víctima, la vileza con la que se han apropiado de su voluntad, quien además de la violación, ha tenido que soportar la crítica perversa a su forma de actuar, antes, durante y después de su agresión.
El mensaje de esta sentencia, que considero errónea, como mínimo en su significación social y humana, me sugiere dos cosas:
Por una parte insta a las mujeres a proteger con vehemencia su honor, a ser necesario con la vida, o a no ser dignas de la protección de la comunidad patriarcal. El aroma rancio de la ideología nacionalcatólica aún planea sobre nuestras cabezas en lo relativo al sacrificio y condena de las mujeres, que deben ser castas por acción y por reacción, o atenerse a las consecuencias.
Ciertamente algo hemos avanzado en este punto, parece que queda claro que no es no, pero cualquier otra actitud es sinónimo de culpabilidad. A ver si entendemos, somos sujetas con voz, también en nuestras relaciones sexuales: no es no, silencio es no, y sólo si es sí, y siempre con el derecho a replantearme esta afirmación. Vaya, que yo elijo, opino, y si se me antoja cambio de opinión.
Por otra parte, encuentro que algunos señores están tan acostumbrados al porno y la prostitución que de verdad se han creído que ese tipo de prácticas es la que les mola a las mujeres no piadosas. Cinco tíos introduciendo su pene por todos los orificios de una muchacha debe de tener su morbo en el mundo de los cosificadores de mujeres. La expresión inexpresiva y forzada de la mujer en la narrativa audiovisual se convierte en certeza de satisfacción. ¡Cuánto daño hacen esas imágenes sobre las expectativas de mujeres y hombres!, ¡cuánta insatisfacción produce sobre las mujeres prácticas que no han sido diseñadas para ellas!
Queda mucho por resolver en el imaginario de lo que somos y lo que queremos, hay mucha mierda que limpiar en los estereotipos y modelos que nos retrata y, desde luego, queda por resolver la educación en afectos para los hombres.