Hace escasamente una semana se cumplió el Día Internacional en Conmemoración de las Víctimas del Holocausto —el pasado 27 de enero— y, a pesar del número de vidas que se perdieron en esta barbarie, nos gustaría recordar a las personas —en su mayoría, anónimas— que arriesgaron sus vidas para salvar las de otros. Por citar a algunos:
Nicholas Wilton: Empleado de la Bolsa de Valores, en Berkshire (Reino Unido); suspendió sus vacaciones en Suiza para acudir a la llamada de un amigo, en Praga, que le alertó de la situación de emergencia en aquella zona. A lo largo de nueve meses logró evacuar desde la estación Wilson, de Praga, a 669 niños en trenes hacia Londres (entre ellos, se encontraba Karel Reisz, a la postre consagrado director de cine). Hoy se cree que ya son más de 5.000 los llamados «niños Wilton», descendientes de los salvados por Nicholas.
Gino Bartali: Ciclista italiano profesional, admirado y querido en todo el mundo, incluso el propio Mussolini le adoptó como estandarte deportivo del régimen italiano; y este papel propagandístico fue su mejor arma para cumplir su objetivo: salvar vidas. Montado en su bicicleta —y con un gran maillot con su nombre, para que no se dudara de su identidad— el ciclista recorría las carreteras secundarias de media Italia, transportando en el cuadro de su bici la documentación de judíos italianos para sacarlos del país. Hecho que no se descubriría hasta después de su muerte.
René Carmille: Posiblemente el primer hacker de la historia, un funcionario que fue capaz de salvar la vida de cientos de judíos alterando la tecnología. En plena expansión del Reich, se anunciaba el inicio de un censo para «ordenar» a la población; el censo se realizaba a través de unas tarjetas perforadoras, asignadas a los ciudadanos, y cada ciudadano tenía en la tarjeta una serie de identificaciones entre las que se encontraban la raza o la religión.
A Carmille le encargaron aprender a trabajar con las nuevas máquinas y comenzar a trabajar para los nazis desde el Centro de Estadísticas. Como desconfiaba y pensaba que el trabajo de los censos escondía algo más, tuvo la idea de alterar los códigos de las tarjetas, de tal forma que pudiese ocultar la identidad de muchos judíos. Desgraciadamente y tras varios años, Carmille fue detenido y deportado a un campo de exterminio, donde moriría a los 59 años de edad. Se desconoce el número exacto de vidas que pudo salvar pero podría valer un dato revelador: Durante la época de manipulación de los censos, en Holanda —sin Carmille— un 75% de los hebreos fue deportados a los campos; en Francia —donde actuó Carmille— la cifra fue de un 25%.
Irene Sendler: Enfermera y trabajadora social polaca, conocida también como «el ángel de Varsovia». Salvó a más de 2500 niños judíos, ella misma explica el motivo de sus acciones: “La razón por la cual rescaté a los niños tiene su origen en mi hogar, en mi infancia. Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad”.
Estos son solo algunos ejemplos de cómo la solidaridad y la ausencia de egoísmo ayudan a salvar vidas, vidas que —por desgracia— actualmente se están perdiendo a orillas del Mediterráneo, a causa de la escasa y lenta reacción de los gobiernos ante la crisis de refugiados. Es curioso comprobar cómo una persona por sí sola puede reaccionar antes y más eficientemente que un gobierno formado por varias... Está claro que hace más el que quiere que el que puede.
Y si no, miremos a países como el Líbano, con una población de solo 4,5 millones, que da cobijo a 1,2 millones de refugiados sirios. O a Turquía, que —según los datos publicados por ACNUR— acoge a 2 millones. La pregunta que, inevitablemente, uno se hace tras conocer estos casos es: ¿y hoy en día, no somos capaces ni siquiera de renunciar a una pequeña parte de nuestra “comodidad” europea por ayudar a otras personas que realmente lo necesitan?
La ONU ha estimado recientemente que durante 2016 serán 450.000 los refugiados que vengan a Europa, pero el viejo continente en lugar de pensar en cómo acogerlos a todos piensa en cómo quitarse de encima a los que ya ha acogido... Retirarles sus bienes, deportaciones justificadas con pinzas, excusas fundadas en el miedo... Nada que ver con la intención firme y desinteresada de los héroes descritos en este artículo.
Por ello, en Oxfam Intermón necesitamos tu apoyo para responder a estas crisis. Con nuestra acción humanitaria llegamos a casi un millón de hombres, mujeres y niños sirios, tanto en el interior del país como en Jordania y el Líbano, países sobrepasados por la presencia masiva de refugiados. Y también respondemos en crisis olvidadas, como la de Yemen —donde 21 millones de personas necesitan de la ayuda humanitaria internacional—, Gaza o la República Centroafricana.
Las aportaciones de los colaboradores son indispensables, pero además de prestar la asistencia necesaria a las personas que se ven forzadas a huir de sus países, actuamos también sobre las causas de su huida, promoviendo procesos de paz y luchando contra la desigualdad, la pobreza y el cambio climático.
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