Tras hacerse pública la última encuesta del CEMOP, su barómetro de invierno, publiqué en Twitter una valoración de urgencia de la misma. En mi tuit vaticiné que la derecha de esta Región, en su conjunto, iba camino de alcanzar los 33 diputados que obtuvo en 2011, y la izquierda, los 12 en los que se quedó entonces. Una de las personas de la escena política, que lamentablemente hoy ya no está en la primera línea, me envió un mensaje alertando de que no debería haber leído mi texto antes de dormir porque le producía miedo. Sonreí al verlo y le contesté que sentía haberle causado insomnio.
La fiabilidad de esta encuesta es tan cuestionable como la de cualquier estudio demoscópico. Pero hoy por hoy, es lo que hay. En el PP se frotan las manos porque además concluyen que la gente aprueba la gestión del presidente López Miras en lo que va de pandemia. En el PSOE escuché alguna valoración conformista, del tipo “la última vez que jugamos contra este equipo nos metieron cinco goles y esta vez solo fueron cuatro”. En Vox, emulando aquella vieja canción del “todos queremos más, y más y más y mucho más”, no se creen nada y consideran que los 7 diputados que le otorga denota racanería intencionada. Ciudadanos y Podemos podrían entonar a coro aquello de “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”.
Lo que se palpa en la calle, a pesar de las lógicas limitaciones de movilidad impuestas por la COVID, es que la derecha recupera el terreno perdido en las últimas elecciones autonómicas a pasos agigantados y que PP y Vox podrán gobernar en 2023. En gran parte motivado por la torpeza de esa izquierda que ha ido dilapidando en estos meses el rédito obtenido en mayo de 2019. Ni siquiera el hecho de contar con el viento a favor de tener un Gobierno de ese mismo signo en La Moncloa ha permitido remontar el vuelo. Las sucesivas prospecciones electorales en la Región han ido disminuyendo las posibilidades de sumar entre PSOE y Podemos, y ya no digamos si precisaran del quimérico concurso de Ciudadanos. La cada vez más capitidisminuida formación naranja, la misma que intenta volver ahora a coger impulso con la crisis de las vacunas, convirtiéndose de nuevo en Herodes de la situación, como si ya no supiéramos que lo suyo es puro teatro, tal que nos cantaba La Lupe.
Como en un ejercicio suicida por intentar ahondar más en su crisis intestina, en el PSOE no han ideado nada mejor que utilizar la técnica de apuntar sin disparar. Y ni siquiera con balas de fogueo. Apuntar que “altos cargos en Madrid”, refiriéndose en modo insinuación a militantes del PP, hayan podido recibir vacunas en la Región, sin aportar una sola prueba, deja bien a las claras que hay quien alberga amplias dosis de temeridad en su torpe proceder o, simplemente, raya la incompetencia.
El artículo 456 del vigente Código Penal sanciona a quien imputare a alguna persona hechos que, de ser ciertos, constituirían infracción penal si lo hiciere con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio por la verdad ante funcionario judicial o administrativo que tenga el deber de proceder a su averiguación. En 2018, durante un desayuno de la agencia de noticias Europa Press, el entonces Fiscal General de Estado, Julián Sánchez Melgar, detalló que las imputaciones se hacen con pruebas, no de forma gratuita, pues lo que no se puede permitir es difamar. “Las difamaciones no deben ser gratuitas, deben ser pagadas, compensadas con una sanción”, concluía el mencionado jurista.
El fiscal superior de la Región, José Luis Díaz Manzanera, ha tomado cartas en el desbarrado asunto de las vacunaciones. Es la única esperanza sólida a la que asirse, visto lo visto. Durante mucho tiempo, buena parte de la clase política de este país se permitió cualquier tipo de actitud licenciosa, de todo punto execrable de cara a la honorabilidad de quienes se veían difamados. Algunos siguen instalados en esa ceremonia de la confusión, como le gustaba decir a menudo, en sus comparecencias en el palacio de San Esteban, a mi admirado Antonio Gómez Fayrén. Y es que, como alguien expresó en su día, “no todo vale en política. Me entristece la manipulación y el juego sucio que algunos practican”; es lo que escribió en 2016, en su cuenta de Twitter, un tal Pedro Sánchez.
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