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“El sector agrario está en peligro de muerte: me pagan menos por cada cabeza de ganado que a mi padre hace 30 años”

Iosu Estenaga y Miguel Unzue son de los pocos navarros menores de 40 años que se dedican al sector agrícola

Rodrigo Saiz

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Iosu y Miguel son dos jóvenes navarros de 36 años algo atípicos en la sociedad de hoy en día. Les gusta hacer deporte y planes con sus amigos como como cualquiera de su edad, pero a diferencia de la mayoría, ellos pueden presumir de trabajar “sin estar encerrados entre cuatro paredes”. Los dos se dedican al sector agrario, uno en Espronceda, en tierra Estella, y el otro en Monreal, en la cuenca de Pamplona. Son dos de los poco más de 70 navarros menores de 40 años que en 2020 se dedican al campo y los dos son felices del trabajo que tienen porque lo han “mamado” desde pequeños. Ambos aseguran que no lo cambiarían “por nada”, pero insisten en que ello no tiene que suponer “perder dinero por hacerlo”. La semana pasada estuvieron en Pamplona en la concentración multitudinaria del sector primario en la capital navarra, con encierro de tractores incluido, para defender lo suyo, un sector que vaticinan, “está en peligro de extinción”.

Iosu es la cuarta generación de una familia dedicada a la ganadería. Desde pequeño ayudó a su padre en el cuidado de las vacas y toros bravos que tienen en la localidad de Espronceda, Navarra. “El mamarlo desde pequeño hace que te enamores de este oficio y que te apasiona”, cuenta mientras ayuda al veterinario que realiza el saneamiento a los animales. Le hemos pillado en un día “súper liado” porque tras realizar el saneamiento se tiene que marchar con el tractor a echar herbicida en las “más o menos 45 hectáreas” que tienen de cereal que usan para el autoconsumo de sus animales y para la venta en el caso del trigo. Además, hace unos años Iosu se animó a comenzar un negocio con yeguas de carne y actualmente ya tiene 55. Es precisamente esa diversificación del negocio y la gran cantidad de ganado y cereal que posee la que le permite que el negocio sea rentable. Para ello antes tuvo que hacer una gran inversión en compra de maquinaria y nueva tecnología para poder trabajar de forma más productiva y economizando recursos que todavía no ha amortizado. “Un tractor nuevo te puede costar unos 200.000 euros”, explica.

Tanto Iosu como Miguel coinciden en que uno de los grandes problemas del sector agrícola es el precio elevado de la maquinaria, los productos y las tierras en caso de que que se tengan que comprar. “Hoy en día si no se trata de un negocio familiar no puedes trabajar en el campo. Si empiezas de cero te endeudas toda tu vida y la de tus hijos”, lamenta Miguel.

Miguel Unzúe también se inició en el campo “desde pequeño” con su padre, que con 8 años ya le dejaba coger el tractor “de vez en cuando para hacer alguna maniobra”. Más adelante empezó a ayudarle en las épocas de siembra y cosecha “cuando mis amigos se iban de vacaciones”. Estudió mecánica y trabajó en una fábrica de cambio de filtros de vehículos, pero desde hace diez años ha cogido las riendas del negocio que antes llevaron su padre y su abuelo. Se dedican a la agricultura intensiva de cereal en la localidad de Monreal, situada en la cuenca de Pamplona. “Ahora no volvería ni loco a trabajar en una fábrica o una oficina. A mí me da la vida estar con el tractor viendo el campo y los animales”.

La eterna protesta

Iosu y Miguel estuvieron hace unos días en Pamplona en la movilización que organizaron las asociaciones de agricultores y ganaderos como UAGN para denunciar que “el sector agrario está en peligro de muerte”. Son varias las causas que han llevado al sector a estar en una situación crítica, pero la principal, destacan los dos, es que se les está pagando por debajo de los costes, y así “no se puede vivir del campo”. Porque aunque reciben las subvenciones de la PAC, o indemnizaciones, como prefiere llemarle Iosu porque “solo sirven para indemnizarnos por las pérdidas que nos genera vender tan barato para que en las ciudades la gente pueda comprar también barato”, muchas veces no son suficientes ni para compensar esas pérdidas. “El ganadero está perdiendo de media 2 euros por kilo producido. Se está pagando a 3,60 euros el kilo y luego en la carnicería se vende a 11 euros. ¿Quién se está quedando esa diferencia de dinero? el intermediario, que es el que menos arriesga”, recrimina Iosu. “A mi padre hace 30 años le pagaban por la cabeza de ganado lo equivalente en pesetas a 60 euros, hoy a mí me pagan entre 54 y 60 euros. Lo mismo un poco menos cuando todos los precios han subido”.

“Muchas veces se nos dice desde la ciudad: '¿Pero cómo os quejáis con la cantidad de subvenciones que tenéis?'. No entienden que yo soy el primero que estaría encantado de no recibir subvenciones si ello significara que con lo que saco de la producción me da para vivir, pero para eso hace falta que se pague un precio justo”, explica Miguel.

Otro de los grandes problemas que tienen los agricultores y ganaderos es la imposibilidad de competir con los precios de los productos que se importan del extranjero, que aseguran “son de peor calidad porque no cumplen los requisitos que se nos exigen a nosotros”. Ha sido uno de los factores que ha llevado a miles de trabajadores del sector primario a estar en pide de guerra y movilizarse en toda España con concentraciones y tractoradas multitudinarias. “Se nos exigen unos requisitos y unas medidas sanitarias muy caras para después importar el mismo producto, pero si esas exigencias”, critica Miguel. 

La verdadera lucha contra el despoblamiento

Es por ello que otros jóvenes como ellos han optado por marcharse del pueblo e irse a la ciudad a iniciar una vida alejada del campo. Sin unas buenas condiciones y “con el agua al cuello” muy pocos apuestan por quedarse en el pueblo y seguir el negocio familiar. “Los que nos quedamos es porque tenemos esto como un estilo de vida más que un trabajo”, explica Jon Estenaga, hermano de Jon y compañero en las labores del campo. “Muchas veces nos dice gente de la ciudad: '¿Pero cómo os habéis quedado en el pueblo pudiendo ir a la ciudad?'. No lo entienden”, apostilla.

Tanto Jon como Iosu y Miguel son pesimistas sobre el futuro del sector. Vaticinan que la gente va a seguir abandonando los pueblos y éstos quedarán solo para los “turistas y veraneantes”. Jon y Iosu son la cuarta generación en su negocio familiar y Miguel la tercera en el suyo. Ninguno de los tres cree que haya una siguiente generación al frente.

La despoblación de la 'España vaciada' se debe en gran medida a que cada vez son menos los que deciden seguir en el agro y “si no cambian las cosas drasticamente las grandes superficies terminarán por comprar todas las tierras”, lamenta Iosu. Ven como única solución un cambio en las políticas y un cambio en la mentalidad de la gente “para que se conciencie de que si quiere un producto bueno va a tener que pagar un poco más. Nosotros no podemos perder dinero para que la gente coma barato”. Iosu también pide a las instituciones “que apuesten de verdad por el sector agrario como se apuesta en Francia y Alemania” con una partida presupuestaria destinada a complementar las subvenciones de la PAC. “Allí se han dado cuenta de que un sector primario fuerte es imprescindible para que el país funciones, esperemos que con todas estas movilizaciones aquí también se den cuenta”, sentencia.

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