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Ciudades sin espacios para el juego infantil: dónde van los niños cuando hace mal tiempo

Las ludotecas programan una veintena de talleres para el nuevo periodo lectivo

Miguel Muñoz

¿Qué hacer con tus hijos o hijas si está lloviendo mucho? ¿O si hace mucho frío ¿Dónde jugar con ellos si el calor es sofocante? Son preguntas que se hacen muchos padres y madres de niños pequeños, especialmente en grandes o medianas ciudades. Si el tiempo acompaña, tenemos los parques. Si no, surge la duda duda. La realidad en nuestro país es que existen pocas iniciativas públicas destinadas al juego infantil y que permitan resguardarse de las inclemencias climatológicas. Tampoco es que sobren espacios al aire libre, pero los cubiertos son mucho menos frecuentes.

“El juego es un derecho de la infancia”, recuerda tajante Andrés Payà, especialista en el juego infantil, doctor en Pedagogía y profesor de Historia de la Educación en la Universitat de València. Es importante tener en cuenta este marco teórico a la hora de abordar la importancia de las iniciativas públicas destinadas a ello. “Para jugar, aunque parezca obvio, se necesitan juguetes, a veces compañía, y, sobre todo, espacios seguros para ello”, afirma.

Dentro de estos espacios hay que diferenciar lo público y lo privado. “La calle es libre, el parque es libre y por lo tanto es un espacio inclusivo. Un niño del barrio Salamanca o del Pozo del Tío Raimundo pueden jugar juntos en un parque. Pero claro, cuando entramos en espacios interiores entramos en consumo cultural y ocio de pago. No siempre son inclusivos porque no todo el mundo se puede permitir estas iniciativas”, explica Payà.

¿La mejor solución, pública, inclusiva y de juego libre cuando hace mal tiempo? Las ludotecas municipales. “Cuando son públicas, generalmente tienen un personal especializado que ve al niño no como un cliente sino como un ciudadano usuario”, señala el profesor. Las ludotecas surgieron principalmente en los países nórdicos y tienen una función educativa. En general, en los parques de bolas o centros de ocio privados, la función educativa del juego es secundaria.

Hasta aquí, la teoría. ¿Qué ejemplos hay en nuestro país que cumplan estas características? Si nos fijamos en Madrid, lo más relevante son las “Casas Grandes”. Pero estos espacios, puestos en marcha por el anterior equipo de gobierno municipal y destinados al juego de niños de entre 0 y 4 años, sólo están presentes en cuatro distritos. Otro ejemplo es la nave de Intermediae, en el Matadero, que presenta diferentes proyectos para el juego infantil, o el espacio de la Quinta de los Molinos. “O se estructura como una red de espacios o al final es una cosa anecdótica y que depende mucho de dónde vivas”, afirma en este sentido Payà.

Una iniciativa ciudadana, presentada en la web de participación del Ayuntamiento y llamada “Derecho a Jugar”, pretende de forma seria darle la vuelta a la situación. Entre otras muchas cuestiones propone “una red de ludotecas municipales, de refugio para seguir jugando cuando las condiciones climatológicas dificulten jugar al aire libre”. La idea es habilitar espacios de juego interiores y climatizados “en polideportivos, centros culturales y otros edificios infrautilizados. Además, pretende crear un proyecto piloto: Espacio de Juego Libre Municipal, y asegurar un espacio dedicado a crianza por barrio con suficiente capacidad para cubrir las necesidades de los bebés, niños y niñas de 0 a 3.

“Nos creemos el discurso de que hace buen clima en España pero hay épocas que no lo hace. Entonces se privatiza todo el ocio”, protesta David Jiménez, uno de los impulsores de esta iniciativa. España “tiene una deficiencia brutal” de espacios cubiertos y “no hay una apuesta pública por el juego en la infancia”, opina Jiménez, que reivindica que un niño o niña de ocho años debería poder bajar a un espacio de juego sin necesidad de que lo tengan que llevar en coche o depender de transporte. “Se vulnera el derecho fundamental al juego; la infancia no puede ejercerlo porque depende de un adulto o de la administración pública”, afirma.

La iniciativa Derecho a Jugar tuvo muchos apoyos y pasó un primer filtro en el anterior mandato municipal. Llegó al órgano del Observatorio de la Ciudad. Allí se votó en contra. “Se consideraba algo muy difícil de hacer, lo cual nos chocó mucho. Se veía como una necesidad pero les parecía complicado de aplicar”, explica  Jiménez, y sostiene que para avanzar en este tipo de proyectos no es necesario invertir tanto dinero. Se puede utilizar lo que ya hay y repensar los espacios públicos, colegios, centros culturales, etc.

Ejemplos de buenas prácticas

Fuera de Madrid, según los especialistas consultados, el panorama tampoco es mejor. “Es difícil encontrar muchos ejemplos de buenas prácticas”, anticipa Payà. Sí pone como ejemplos los espacios de ludotecas públicas o iniciativas para el juego que tienen ciudades como Vigo o Vitoria. Los que más en serio se lo han planteado, según este profesor, son el equipo de Gobierno de Ada Colau en Barcelona. Cuentan con un Plan de juego en el espacio público específico. Han quitado espacio a los coches para dárselo al juego infantil. Pero en este caso, las medidas van enfocadas al juego al aire libre. Otro buen ejemplo es Pontevedra, según señala también Guayarmina Rijo, presidenta de la Asociación Ludantia. “Las entidades públicas no apuestan mucho por este tipo de iniciativas”, comparte.

Otras pequeñas iniciativas se encuentran en ciudades, principalmente del Norte, como Santander, Santiago y varios municipios del País Vasco y Navarra, entre otros. Todas ellas han optado por una solución práctica como es poner un techo a un parque infantil. Y en Pamplona, la antigua estación de autobuses funciona como un parque de ocio infantil para diferentes edades. Hay ciudades más pequeñas que abren los espacios de los colegios públicos de forma regular o en determinadas ocasiones. Una de ellas es Mieres, en Asturias, que además cuenta con un patio cubierto. Estas opciones se están intentando también en otras ciudades, pero siempre de forma puntual y a iniciativa, generalmente, de las asociaciones de madres y padres.

Jiménez pone encima de la mesa otros ejemplos en países europeos. Destacan, de nuevo, algunos países nórdicos. En Copenhague hay una serie de espacios versátiles llamadas casas de la cultura. “Dinamarca tiene una apuesta clara por la infancia y se nota en los proyectos”, comenta. También se destaca la red municipal de ludotecas en Francia, aunque también solo enfocadas para niños de 0 a 4 años. O un espacio en Ginebra llamado “Casa de la Creatividad”.

Por su parte, UNICEF tiene una serie de distinciones a “ciudades amigas de la infancia”. Pero la inmensa mayoría son relacionadas con buenas prácticas urbanas, iniciativas de inclusión o estrategias de participación. Las buenas prácticas sobre juego son difíciles de encontrar. 

¿Qué queda entonces a las familias? Una buena salida es la autoorganización. Familias que se juntan y acuden, por su cuenta, a asociaciones vecinales o similares. Sin ir más lejos, en Madrid, la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos (FRAVM) y la cooperativa Garúa están acompañando un proceso para generar grupos de crianza autogestionados en los barrios de Madrid. Ya se han celebrado dos encuentros y en algunos barrios ya se están comenzando a visualizar espacios de estas asociaciones vecinales que puedan ser usados, de manera puntual, para que los niños y niñas jueguen.

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