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Un hilo de Twitter aviva el debate sobre el ruido infantil: ¿irresponsabilidad de las familias o sociedad para adultos?

Cartel dejado por un vecino al periodista Nacho Duque

Felipe G. Gil

El pasado 28 de Enero el periodista Nacho Duque publicaba en su cuenta de Twitter un hilo en el que contestaba irónicamente a un vecino que le había dejado dos notas quejándose del ruido que hace su hija por las noches. En las notas podía leerse: “Como me volváis a despertar pongo una queja en la comunidad, vuestros hijos son VUESTRA responsabilidad”. O también “Rogamos por favor que procuren que sus hijos no griten por la noche y pronto por la mañana. No están solos en el edificio”.

Duque contesta tirando de sarcasmo pero de forma contundente en un breve hilo compuesto de de 7 puntos:

1. Lamento profundamente que un bebé perturbe tus sueños.
2. Soy el primer interesado en que duerma bien porque así lo haría yo también. Entre el uno y la otra, vamos para cinco años durmiendo de pena.
3. La niña vino con un problema de fábrica: no tiene interruptor para detener su llanto ni botón de volumen para rebajarlo.
4. Si tocara el tambor a las 4.00 AM, sería mi culpa. Si llora porque está mala, le salen los dientes o lo que sea, creo que no es culpa de nadie.
5. Afortunadamente, mis hijos son mi responsabilidad. Menos mal que no son la tuya.
6. Estás tardando en poner la queja, porque esta noche también promete. Con un poco de suerte, la comunidad contrata a Supernanny y nos resuelve el problema.
7. Si te quedan ganas de ser padre tras esta traumática experiencia, deseo que tus hijos duerman del tirón desde el primer día. Aunque cinco noches seguidas a grito pelao te vendrían genial.
8. Gracias por poner sólo hijos y no hijos de puta, que probablemente es lo que sientes.
9. El próximo día, ábreme la puerta cuando vaya a decirte todo esto en persona. Lo de las notas es muy infantil.
10. Buenas noches. Espero.

Twitter sigue siendo esa mezcla entre barra infinita de bar, Congreso de los Diputados en jornada de puertas abiertas constante y tertulia televisiva masiva. Como no podía ser menos, el caso ha suscitado todo tipo de posicionamientos. Los tres principales son: comprensión con respecto a Duque, defensa del vecino y búsqueda de una intermedia en la que se analice las razones por las que ambos son víctimas de otro tipo de cuestiones.

En esta última encontramos opiniones como la de Alma: “La verdad es que ambos son víctimas de lo mal hechos que están los departamentos modernos”. En esa misma línea hay más opinones: “La culpa en realidad es de los constructores, que hacen casas con paredes de papel y se oye todo al vecino”. Sin embargo hay quien considera que este es el peaje de vivir en comunidad, como Ester: “Si vives en comunidad sabes que el vecino puede hacer obras y molestarte sin remedio o tener un niño. No me cansaré de decir que si vives en comunidad tienes que aguantar ciertas cosas y si no estás dispuesto no vivas en comunidad”.

Al margen de quien empatiza con la postura de Duque, hay no pocos comentarios que reaccionan con virulencia con respecto al hilo. Natalia se muestra enfadada y crítica que los padres piensan que todo gira en torno a ellos: “ (...) piden pero no son capaces de empatizar con los que no han parido”. En la misma línea opina Chema: “Tenéis todos hijos, ¿verdad? Y os creéis que los que no están obligados a aguantar a los vuestros. Todos pedís empatía cuando vosotros no la demostráis y os creéis que tenéis todos los derechos, el vecino es idiota, pero vosotros no tenéis toda la puta razón por ser padres”.

Y es que hay debate. No es la primera vez que un caso en el que el ruido que hacen los niños genera estas divisiones y se viraliza. En noviembre del año pasado el periodista Rodrigo G. Fáez publicaba un tuit en el que se quejaba de una madre que no controlaba los gritos de dos de sus bebés.

Dos respuestas al tuit vuelven a reproducir dos posturas que a veces parecen irreconciliables. Quien empatiza con la madre: “Los bebés lloran y tú te puedes tapar los oídos o incluso echarle una mano a esa madre ofreciéndole llevar el biberón al microondas o algo parecido. Pero claro, ¿a quién se le va a ocurrir ser amable con alguien que apenas duerme…?”. Y quien empatiza con el cliente del restaurante: “También la madre (o el padre) pueden hacer algo al respecto y sacar al niño del local porque no sé, puede haber más gente alrededor que se sienta molesta por tener a un crío llorando durante un rato”.

Uno de los lugares que suele generar más tensiones es el avión. Los viajes con bebés son estresantes para padres y madres y también para el resto de pasajeros. Hace aproximadamente un año, los padres de una bebé llamada Lorenza repartieron en un vuelo a México chuches, tapones de oídos y el siguiente mensaje: “Hola, me llamo Lorenza y tengo 1 año. Este es mi primer vuelo y voy a tratar de portarme lo mejor que pueda, pero me disculpo por adelantado si me siento irritable, me asusto o me duelen los oídos. Mis papás prepararon esta bolsa con dulces y tapones para los oídos en caso de dar un concierto durante el vuelo. Espero que esto ayude a que tu viaje sea un poco más placentero”.

El ruido que producen los niños parece ser motivo de discusión constante. ¿Son los padres, madres y otros cuidadores demasiado permisivos con respecto al ruido que estos hacen en determinadas situaciones? ¿O estamos construyendo una sociedad que pretende obviar a los niños y sus necesidades?

En Decide Madrid, la plataforma del Ayuntamiento de la capital que recoge propuestas ciudadanas, se publicaba hace un par de meses la petición de una vecina que se quejaba de los niveles de ruido en el patio de un colegio: “El abuso, que no uso, por parte del colegio con respecto al patio es impresionante. El nivel de ruidos está muy por encima de los decibelios permitidos. El patio no se usa para la hora del recreo, si no para a todas horas pegar gritos. No se trata de clases exteriores”.

La escritora Carolina del Olmo es madre de niños que asisten a dicho colegio y se posiciona en esta cuestión. El asunto es que hemos concedido demasiado fácilmente que el horario, el ritmo y el tono del adulto sano es lo normal y fuera de ahí todo son molestias. A ningún padre reciente se le ocurre protestar porque la gente se tome el aperitivo en una terraza a las 13:00 o la TV del vecino con el telediario de mediodía le fastidie la siesta del bebé. Y mira que da rabia…”. Del Olmo va más allá y cree que no solo tiene que ver con los niños: “Es como el ritmo de cruzar las calles o de subir por las escaleras del metro: es imposible para pequeños, cojos, abuelos...Dan ganas de ponerse un cartel de ”estamos trabajando por el bien de la sociedad, disculpe las molestias“. Del Olmo cree que es un problema estructural y que seguirá habiendo quien, como en el caso del periodista Nacho Duque, reaccione con virulencia al ruido de los niños: ”Al final vivimos en una sociedad adultocéntrica y hay un desprecio constante hacia la vulnerabilidad“.

Durante los últimos días Duque ha recibido mucha atención mediática y ha tenido que contestar a muchos mensajes en Twitter. Quizás el que resume mejor su situación (y una posible salida pacífica a esto) sea este:

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