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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Algunos peligros del reciclaje

Restos de lápices importados de Japón

Jesús Ortiz

¿Usted conoce a alguien que importe basura y la meta en su casa? Yo, tampoco. Bueno, eso creía. Hasta el otro día, que visité a un conocido y vi que tiene un montón de extremos de lápices gastados, como colillas, en su despacho.

—Los traigo de Japón —me informa, yo diría que orgullosamente, percatándose de la dirección de mi mirada.

—¿Compras en Japón restos de lápices…?

—Verás —me explica pacientemente, con el tono con el que se le aclara a un niño cualquier cosa que para un adulto es bien conocida—: se calcula que un lápiz contiene unas 35.000 palabras. Así que estos restos de lápices de primerísima calidad deben tener unas 10.000 palabras todavía por escribir. Con unos cuantos tengo para una novela corta. Y salen mucho mejor de precio que los lápices nuevos.

—¿Y no tienes miedo de que estén maleados? ¿De que vengan ya enseñados, con mañas aprendidas de su anterior propietario?

—Pues algo de eso debe pasar —me dice, poniéndose un poco colorado—; el otro día no pude evitar escribir un haiku.

Vuelvo a casa un tanto perplejo. No puedo sacar conclusiones de la experiencia. Conclusiones en plural, porque en singular, sí: mi conocido está como una regadera.

Anoche soñé un sueño. Era un sueño nuevo, distinto a todos los que había soñado en mi vida, como suele ocurrir con lo que se sueña cada noche. Pero, en medio de la acción, el espacio empezó a resultarme conocido. Me paro, miro a mi alrededor, sorprendiendo al resto de los personajes del sueño, que se detienen a su vez porque me estoy saliendo del guion y no saben cómo seguir. Veo una puerta a un lado, me acerco, la abro, meto la cabeza y mis sospechas se confirman: ya he estado aquí. Este espacio ya lo he soñado antes. Estoy reciclando el edificio de un sueño anterior, aunque la peripecia sea nueva.

Debe ser que mi subconsciente es ahorrador por naturaleza. Recuerdo de niño que separábamos la basura para los chones y para las gallinas. Las peladuras de patata, para los chones; las cáscaras de los huevos, para las gallinas: así se les ahorraba en buena medida el trabajo de recoger nutrientes para fabricar las nuevas cáscaras y podían concentrarse en la yema y la clara, nos explicaban.

Así que volver a usar cosas ya empleadas en el pasado es algo bastante natural. El pasado proporciona materiales y objetos útiles, y también ideas, experiencias reciclables.

Pero mi amigo Felipe Nieto, historiador, dice que estudiar historia no sirve para nada; la historia no explica en modo alguno nuestro presente. También su colega Carlo Cipolla niega la creencia común de que los humanos aprendemos del pasado: por el contrario, asegura categóricamente, no aprendemos nada de nada y repetimos errores una y otra vez.

¿Podría ser que el pasado se cuidara de conservarse a sí mismo escondido en donde no lo podamos ver? Agazapado en las minas de los lápices, por ejemplo, o paseándose desapercibido por sueños que creemos enteramente originales. Perfectamente dispuesto a intervenir sin que nos demos cuenta.

Creo que eso es lo que está pasando, porque leo periódicos y sí, las noticias son frescas: ahí está la fecha, de hoy, de ayer o del mes pasado todo lo más, para corroborarlo. Pero resulta que meten en la cárcel a músicos o teatreros por decir cosas;  al mismo tiempo que gente importante no va a la cárcel por robar cosas… Tengo la sensación de que ya he estado aquí, como en el sueño. Pero no puede ser, repaso las noticias y tienen la fecha actual.

Seguramente alguien está importando al por mayor restos de lápices muy baratos, de algún basurero ignoto y siniestro. Con ellos estamos escribiendo el presente y, me temo, el futuro próximo. Este debe ser el problema: el origen del pasado que reciclamos.

Y entonces lo que hace mi conocido, que me parecía cosa de locos, es bastante cuerdo. Al menos por comparación. Porque los haikus no hacen daño a nadie.

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