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Por qué se muere mal

Un enfermero ayuda a un paciente.

Eduardo Azumendi

En Euskadi y en el resto de España, morir con dignidad depende de la sensibilidad del profesional que se ocupe de esos últimos momentos. Esa es la conclusión que se desprende después de escuchar a Alberto Meléndez, presidente de Arinduz, la Sociedad de Cuidados Paliativos de Euskadi. Hasta que no se produzca el debate definitivo sobre la despenalización del suicidio asistido, solo los equipos de cuidados paliativos se han especializado en atender a las personas que se hallan en el tramo final de su vida. Pero esos equipos de cuidados paliativos específicos son excepcionales en Euskadi. Durante una conferencia en Vitoria sobre los cuidados al final de la vida, Meléndez lamentó que los cuidados paliativos no sean una especialidad de la medicina, lo que lleva a muchos profesionales a no dedicarles atención. “Muchas veces, los profesionales sanitarios, aconsejamos y dirigimos a las familias, pero desde la superioridad, sin atender a los verdaderos deseos de las personas. Nosotros mismos estamos poniendo barreras a una muerte mejor”.

En la actualidad, como soporte para Atención Primaria solo existe un equipo de cuidados paliativos en Álava (un médico y una enfermera), otro en Alto Deba (un médico a mitad de jornada y una enfermera) y el del Hospital San Juan de Dios de Santurce. En los hospitales, “la realidad tampoco es mucho más halagüeña”, resalta Meléndez en su blog medicinadefamiliaconblogpropia. Recientemente un informe calculaba que para realizar una atención adecuada harían falta en Euskadi 13 equipos más de paliativos. “Es cierto que los cuidados paliativos básicos los realizan cientos de compañeros de Atención Primaria y Hospitalaria, pero la literatura ha demostrado que la atención solo es completa si existen estos equipos específicos que coordinan, asesoran, asumen casos complejos…”.

Meléndez resaltó la idea de que no existe el “envejecimiento saludable”. “Tres cuartas partes de las personas van a morir de una enfermedad crónica y el otro 25% de una forma rápida. Se podrá idealizar todo lo que se quiera, pero el final de la vida suele ser lento y doloroso. De los profesionales y de las familias depende que esos instantes finales sean lo mejor posible”. Este concepto de muerte crónica genera un sufrimiento físico y psicológico para el que el sistema no se halla preparado.

¿Cuándo se produce una mala muerte? “Cuando la persona no es dueña del proceso final”, resalta el experto. ¿Y por qué se llega a esta situación? Pues por una serie de circunstancias que se van sumando: desde la falta de liderazgo institucional, la escasez de recursos específicos y la mala coordinación. Estas son algunas de las debilidades. “El sistema sanitario tiene problemas serios de coordinación. Cada especialidad trabaja bien, pero por su cuenta. Son como pequeñas islas sin conexión entre ellas. Y el paciente termina por sufrirlo”.

Morir sin dolor

Durante su conferencia, Meléndez proyecto el testimonio de Madalena, una enfermera de Palma de Mallorca que relató la experiencia de los últimos días de su padre en el hospital. “Cada especialista me hablaba del órgano que le competía. Los cirujanos que si había una obstrucción intestinal y había que operar; la hematóloga del nivel de los glóbulos en sangre….Nadie ofrecía una visión de conjunto y mi padre se estaba muriendo. Lo único que se podía hacer era aliviar su sufrimiento, que muriese de la manera más digna y sin dolor. El cirujano había programado una intervención unas pocas horas antes de que muriese. ¿Era yo la única que se daba cuenta de que mi padre se moría y que solo era preciso dejarle tranquilo y sin dolor?”.

Por eso, Meléndez insistió en la necesidad de coordinar mejor el sistema y preparar a los profesionales. A las familias también les lanzó el mensaje de que hagan los deberes para cuando llegue el momento, bien sea por medio del testamento vital o teniendo claro cómo debe ser el proceso final.

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