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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Enseñanzas de la gripe española frente a la pandemia de coronavirus

En equipo de limpieza desinfecta las calles de Murcia

Anton Erkoreka / Joan March

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La progresión imparable del Covid-19 ha llevado a la OMS a declarar el Estado de Pandemia el 11 de marzo, pocos días antes de llegar a 250.000 afectados y 10.000 muertos en todo el mundo. Entre nosotros, el Gobierno ha decretado el Estado de Alarma. Algunos medios apocalípticos hablan de emergencia sanitaria única. Pero no es así, la historia de las enfermedades nos sirve para conocer el pasado y aplicar sus enseñanzas al presente y al futuro. Y la emergencia que vivimos no es la primera ni será la última. Las epidemias y pandemias forman parte de nuestro ecosistema y han regulado y modelado las poblaciones humanas a lo largo de la historia. En algunas ocasiones de una manera dramática como, a mediados del siglo XIV, en el inicio de la llamada 'Pequeña Edad de Hielo' con la pandemia de peste negra que mató entre 25 y 33 de los 75 millones de habitantes de Europa, y otros tantos en Asia. El desembarco de los europeos en América provocó epidemias de viruela y gripe que mataron, en pocos años, poblaciones enteras como los habitantes de las islas del Caribe.

Hace un siglo sufrimos otra pandemia excepcional, la más grave de la Edad Moderna, que apareció ligada a la Primera Guerra Mundial y que afectó sobre todo a adultos jóvenes. La llamada gripe española mató en todo el mundo entre 40 y 50 millones de personas, es decir el 2,5 % de toda la población mundial. En algunos grupos humanos de las islas del Pacífico o entre los inuit de Alaska, la tasa de mortalidad fue terrible, llegando hasta el 90 % de los habitantes de algunas aldeas. En Europa mató al 1 % de la población, aunque en algunos países del Sur, como el nuestro, subió hasta el 1,2 %. Aquella pandemia que empezó en 1918 y se extinguió hacia 1920, fue provocada por una nueva cepa de un virus de la gripe que ha recibido la denominación de H1N1 por ser la primera de la serie. Hoy sabemos que estos virus circulan y mutan entre aves, personas y cerdos, dando múltiples subtipos, y moviéndose de un hemisferio a otro siguiendo siempre el frio del invierno.

Este nuevo virus de Wuhan, el SARS-CoV-2, y el virus influenza, responsable de la gripe, son de transmisión aérea contagiándose muy fácilmente por medio de las gotitas que expulsamos por la boca. La grave onda gripal del otoño de 1918 coincidió con las fiestas populares y el reinicio del curso en las ciudades. Las autoridades de entonces no se atrevieron a prohibirlas y, al principio, se celebraron libremente todo tipo de festejos y actos, favoreciendo la enorme mortandad de la gripe española en algunas provincias, sobre todo de la meseta norte. En Burgos o Zamora mató al 2,1 % de toda su población, una cifra espeluznante que duplicó la media nacional. Con la llegada del coronavirus, algunos tenemos la sensación de un 'déja-vu', porque volvemos a ver, por ejemplo, en el mismo inicio de la pandemia, manifestaciones masivas por todo el país como las del Día de la Mujer; la celebración de elecciones municipales en Francia; las dudas de algunas autoridades para cerrar centros educativos, anular eventos deportivos, clausurar centros de culto, etc: todo como en 1918. Una aplicación contundente del Estado de Alarma desde el 14 de marzo está consiguiendo, al menos, parar el país y podrá ayudar también a enlentecer la progresión de la pandemia.

Si el virus gripal de 1918 se cebó con los adultos jóvenes (20 a 35 años), este coronavirus se está cebando con los mayores de 60 años, agravándose a medida que avanzamos en la edad y que sumamos patologías. Debido a la carnicería de la Primera Guerra Mundial no se pudo aislar ni preservar a los adultos jóvenes porque estaban luchando en los frentes de guerra. Además, no tenían información ni tenían conciencia de la gravedad de la pandemia. Hoy en día sabemos lo que ocurre en todo el mundo on line; hay una autoridad mundial, la OMS, que informa y marca pautas a seguir, por encima de las intrigas y mezquindades locales; tenemos unos profesionales sanitarios magníficos y unos medios para atender a los pacientes como nunca en la historia de la humanidad. Tenemos que centrar los esfuerzos en ese grupo de edad senior, obligarles a aislarse, buscar refugio en sus pueblos sin transmitir el virus en los mismos manteniendo allí también una cuarentena rigurosa, no atender a sus nietos que no corren peligro, pero que se lo transmiten a los abuelos…

Los historiadores de la medicina nos hemos sorprendido porque el método más antiguo para preservarnos de las pandemias es el que está dando los mejores resultados. Las cuarentenas se empezaron a aplicar el siglo XIV, utilizando esa denominación simbólica porque la lluvia del diluvio duró 40 días y Noé y los suyos tuvieron que esperar otros 40 días hasta que se dieron las condiciones para reanudar la vida en la tierra. Habrá que ir acostumbrándose a reutilizar ese término y otros como los cordones sanitarios, confinamientos a domicilio, aislamientos comunitarios, lazaretos, etc. En China, parece que han enlentecido la pandemia y la están abordando más eficazmente. En Corea, la han aplicado más específicamente, con más medios, más pruebas y al parecer con buenos resultados. Para hacer frente a las graves situaciones de Italia y de España se está aplicando el confinamiento a domicilio masivamente, intentando cortar cuanto antes la progresión de la pandemia.

*Anton Erkoreka, Museo Vasco de Historia de la Medicina (UPV/EHU)

*Joan March, Grup d’Investigació d’Història de la Salut - Universitat de les Illes Balears

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