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Para la foto te quiero, Andrés: la hipocresía de la diversidad

GearBox Studios - Muhammad Seddique y Wessam Elqushairy

Maysoun Douas

Concejala de Más Madrid en el Ayuntamiento de Madrid —

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Hoy quería compartir mi experiencia en uno de los temas más complejos, pero que más han marcado mi historia. No quiero ni voy a usar mi condición de española musulmana para sentar cátedra dando mi opinión por buena, sería una falacia. Pero sí quiero reflexionar sobre lo que entendemos por diversidad y compartir, desde mi humilde visión, aquello que deberíamos cuestionar. 

Primeramente, ¿qué nos viene a la cabeza cuando hablamos de diversidad? La difícil dicotomía de la distribución de hombres y mujeres en sectores, orientación sexual, identidad de género, política, capacidades diferentes, deportes y equipos, origen o raza, religión, edad, estudios/disciplina, acentos o dialectos, dieta... Básicamente todo lo que conlleve pertenencia o identificación con algo concreto, como si es Nesquik o Cola Cao. Parece muy sencillo, pero es la piedra angular de los grandes debates abiertos. ¿Ponemos cuotas de mujeres en la Administración o en los consejos de gobierno? ¿Empleamos subvenciones en proyectos de dudoso impacto para corregir el riesgo de exclusión de algunos colectivos? ¿Es más intolerante el que se ofende por defecto que el que es ajeno al lenguaje inclusivo? 

Ciertamente hay buenismo tanto en cómo se vende y promueve la idea de diversidad en algunas políticas públicas, como en entidades privadas o causas que usan el concepto como estrategia oportunista de diferenciación. En estos casos, en mi opinión, al usar esto para ganar puntos, se cosifica y estigmatiza más en lugar de normalizar. Pero… ¿luego son estos organismos coherentes? Las conclusiones darían para una tesis. 

El talento no entiende de género, raza, religión ni ninguna condición. Y así deberíamos operar, aunque estemos lejos de superar muchos prejuicios. No tenemos claro qué mecanismos usar para esa transformación cultural hacia un paradigma más tolerante. Por ejemplo, la discriminación positiva tiene cosas buenas, pero no debemos contratar a una persona solo y exclusivamente por el mero de hecho de pertenecer a un segmento concreto, esto implicaría denigrar su valía. Aunque esto no ha de ser un pretexto para ignorar por qué no hay mucha densidad de un colectivo o qué mecanismos se dan para que no lleguen ciertos colectivos a algunas esferas. He aquí la hipocresía de la diversidad, confundir igualdad, equidad y justicia. 

Yo he vivido en mis propias carnes la frustración por sentir que, en ocasiones, al ser 'lo otro' se ha aprovechado esa condición para hacerse la foto y cumplir, incluso con la mejor de las intenciones. Aunque en muchas ocasiones ese interés por incluirme no se mantuviese en el día a día poniendo en valor mi trabajo o reconociendo mi autoridad en aquellos temas donde me avala mi trayectoria. Entonces... ¿la diversidad aporta algo? Desde mi experiencia, y a pesar de que muchos estudios que quieran dar cuenta de esto estén sesgados, supone un mayor margen para la creatividad e innovación en los procesos por la riqueza en las diferentes formas de entender el mundo, mejora en la toma de decisiones por un más profundo y rico debate, mejor liderazgo al tener que conciliar las distintas perspectivas y estilos de vida, y un plus de flexibilidad y respeto por la apertura a lo diverso (que no necesariamente exótico). 

Gracias a la globalización nos hemos dado cuenta de la existencia de “otros” y “otras” que viven, disfrutan y sienten de un modo diferente, o quizás no tanto. Y lo que es más, cuando viajar se convirtió en algo asequible, el intercambio de estudiantes fue más frecuente y hubo más exportaciones, nos dimos cuenta de la vulnerabilidad que supone no abrirse al mundo, no conocer a los “otros” y las “otras”. A pesar de los muchos esfuerzos por crear una cultura común con los programas Erasmus, o la atracción de empresas internacionales, seguimos teniendo problemas para entendernos con “otros”. Personalmente, aprecio los esfuerzos por crear estos programas, pero al mismo tiempo veo cómo perdemos el foco en las acciones y políticas del día a día. 

De nada sirve buscar las experiencias de enriquecimiento en diversidad con viajes e interacciones, si al final no aprovechamos la diversidad en la que vivimos de rutina. No tiene sentido esperar a que nuestros hijos e hijas lleguen a la edad de aprovechar los cursos de intercambio, mientras evitamos que conozcan la diversidad dentro del aula, en las que conviven muchas horas de sus vidas. No tiene sentido que apreciemos la experiencia, pero que no dejemos hueco a los mayores de 50 que la acumulan y limitemos su participación en el desarrollo de la sociedad. Tampoco que no valoremos el talento o la voz de los más jóvenes. No tiene sentido hablar de libertad si finalmente la visión es revisionista. 

No obstante quiero cerrar dando un paso más. ¿Necesitamos reafirmarnos en etiquetas? Aun sabiendo los beneficios de la diversidad, cabe cuestionar esa percepción de la autenticidad como ese conjunto de ideas, creencias, conceptos, gustos, sentimientos, conocimientos, que son diferentes a los de las demás personas. ¿Por qué tenemos la necesidad de que estos elementos mentales nos identifiquen de una manera individual y particular? Ciertamente es algo clave como seres sociales desarrollar ese sentimiento de pertenencia y ante todo hemos de respetar y honrar lo genuino de cada ser humano. Pero no dejemos de lado que esa reafirmación conlleva muchas veces sacrificar unidad y dificulta integrar relaciones. Dice mucho de nosotros como sociedad no sólo que la diversidad sea algo que se pone todavía en cuestión, sino que tengamos tanto foco en el tener (título, una edad, una condición...) en lugar de en el ser, sólo para reconocernos a nosotros mismos. 

Sin duda el futuro es un gran mosaico que representa algo que no tiene que ver con la cultura, sino con las piezas que, sin perder lo que son, dan lugar a una nueva creación. Y en el camino estas se dan cuenta de que tienen mucho más en común de lo que pensaban, que comparten la misma naturaleza aunque en forma, color u otro atributo diverjan. El futuro es un organismo vivo, en el que la sutileza de los enlaces y su compenetración, hacen que siga siendo vivo. El futuro puede ser muchas cosas, pero sobre todo es un entorno en el que se requieren de muchas funciones: específicas y especializadas, diferentes elementos, aportados por esa diversidad. Una diversidad que se da de manera natural por la nula atención a las etiquetas y una mayor sensibilidad a la esencia y sentir de cada ser humano. 

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