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Investigar con seguridad sí es posible

Laboratorio de coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC). / Álvaro Muñoz Guzmán, SINC

Xosé Bustelo, Marisol Soengas, Arkaitz Carracedo, Gema Moreno-Bueno y Roger Gomis

Miembros de ASEICA —

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Hemos leído un tanto sorprendidos las declaraciones recientes de dos investigadoras del CSIC, pertenecientes también al sindicato CCOO, sobre la “irresponsabilidad” de solicitar la apertura de la actividad científica en este país más allá de las investigaciones relacionadas con la COVID-19. Estas investigadoras califican específicamente la petición de apertura de los centros de investigación como una actitud “sorda” ante el riesgo de contagio que los propios “compañeros denuncian”. Es frustrante, y hasta irónica, la falta de confianza mostrada por estas dos investigadoras que, creemos, no representan el sentir de la mayoría de científicos del país. Un jefe o jefa de un grupo de investigación, precisamente por la responsabilidad y experiencia que posee, no va a poner en riesgo la salud de sus trabajadores y de la población general. Estas declaraciones molestan particularmente tras dos meses en los que la actividad científica ha quedado prácticamente paralizada al margen de la que se ha considerado como esencial o asociada a la investigación sobre el SARS-CoV-2. Estas investigadoras consideran también esta actitud como “fútil” el que muchos de nosotros nos alarmemos porque se ha priorizado la apertura de pequeños comercios y terrazas a la de los laboratorios. Desde la Asociación Española de Investigación en Cáncer (ASEICA) y con el apoyo de la Sociedad de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM), vemos necesario enumerar las razones que nos llevan a concluir que la ciencia, en su conjunto, es lo suficientemente importante como para ser considerada como prioridad esencial.

  1. Bioseguridad. La mayoría de los laboratorios de investigación trabajan rutinariamente con medidas de bioseguridad que equiparan o exceden las establecidas en esta pandemia. Equipos de Protección Individual y Protocolos Normalizados de Trabajo para la descontaminación son estándar, por ejemplo en investigación en cáncer. Consideraciones adicionales de seguridad ante infecciones son obvias y de implementación factible. Por ello, retomar la actividad investigadora de forma controlada, no supone una amenaza para la estrategia nacional de control de la pandemia.
  2. Distancia. En la rutina de los laboratorios es sencillo y operativo establecer protocolos de actuación que permitan mantener la distancia social necesaria en estos momentos de pandemia. Por otra parte, somos perfectamente capaces de instaurar turnos de baja afluencia que combinen la labor experimental con el teletrabajo. No trabajar cara al público, facilita de hecho nuestra labor.
  3. Responsabilidad. Los laboratorios adquirimos un firme compromiso con la formación de nuevos científicos y con el uso de los fondos asignados a investigación. Nuestro objetivo es generar conocimiento y traducirlo en aplicación, sea en el área de las enfermedades infecciosas o en muchas otras que definirán nuestra calidad de vida en el futuro. Pensar que no somos capaces de investigar en condiciones que mantengan la salud de nuestros centros es menospreciar nuestra capacidad de gestión. Cerrar un laboratorio implica una pérdida en investigación que no es proporcional al tiempo de inactividad, sino exponencial. Nuestros investigadores e investigadoras, la mayoría con contratos precarios y temporales, pierden competitividad en este periodo convulso, y padecerán en su currículum investigador la falta de planificación de nuestros dirigentes.
  4. Compromiso institucional. Es importante también recalcar que todas esas medidas no se realizan a nivel individual de un grupo, sino que se asumen dentro de planes de desescalada muy precisos y detallados que afectan a cada uno de los centros de investigación donde se han elaborado. Lo importante, recalcamos, es la seguridad, a todos los niveles y escalas profesionales. En este sentido, es importante reseñar que solo una fracción de centros de investigación han comenzado a reactivarse tras la finalización del periodo de actividad esencial, y lo han hecho de un modo ejemplar y escalonado de acuerdo con dichos planes de desescalada.

Tampoco es cierto que la investigación haya continuado de forma activa en este periodo de confinamiento. La ciencia ha tenido colgado el cartel de Cerrado, aunque las puertas de los laboratorios hayan permanecido abiertas. Los científicos y científicas siguen aferrándose al barco de la investigación española, que sigue naufragando por falta inexplicable de una estrategia a largo plazo. Numerosos centros han puesto sus infraestructuras a disposición del sistema de salud y han realizado solicitudes, ampliamente ignoradas, para contribuir a la detección de SARS-CoV-2 con metodologías que usamos en nuestra rutina diaria. Algunos grupos han adaptado su conocimiento a la investigación en COVID-19. El resto del colectivo científico (la mayoría), nos hemos quedado en casa, intentando reinventarnos y seguir avanzando en nuestras investigaciones con las herramientas que nos quedaban disponibles. Hemos estado ordenador en mano, pero podríamos, deberíamos, haber contribuido más. Y no olvidemos que, mientras la mayoría de los jefes y jefas de laboratorio sí podemos teletrabajar de forma productiva, los investigadores en formación y los sénior dependen y progresan gracias al trabajo experimental. El problema que supondrá esta parada para sus carreras investigadoras está todavía por dilucidar.

Es particularmente llamativo que se sugiera que es mejor “prevenir que curar”, implícitamente acusando a los que abogamos por una reactivación controlada en otros temas de investigación no COVID-19, pongamos en riesgo la estrategia sanitaria de la pandemia por una actitud pretendidamente egoísta. Nosotros, en cambio, pensamos que sí es posible investigar con plena seguridad. Y también afirmamos que es necesario que un país que concibe la investigación como un motor de progreso, confíe y promueva el desarrollo de planes de reactivación en aquellos laboratorios que cumplan con todos los criterios de bioseguridad, distancia y responsabilidad. Hemos podido pasear, cortarnos el pelo o comprarnos una pieza de ropa, pero no investigar. Sin embargo, se nos reclama celeridad para encontrar tratamientos o vacunas. Líneas de investigación maltrechas por la falta de un plan estratégico nacional en ciencia yacen en coma. Muchos de estos proyectos no se recuperarán, llevándose por delante la carrera de jóvenes investigadores y brillantes científicos y científicas que podrían abrir nuevos campos de investigación. Aboguemos por crear riqueza científica y tecnológica que nos ayude a estar mejor preparados para nuevos retos sanitarios y de seguridad. Ya es hora de dejar atrás el que “investiguen otros”.

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