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La izquierda madrileña devora a sus hijos

La candidata a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Alejandra Jacinto; la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 y secretaria general de Podemos, Ione Belarra; la ministra de Igualdad, Irene Montero y el candidato de Podemos a la Alcaldía de Madrid, Roberto Sotomayor.

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La semana pasada expuse en un artículo el conjunto de causas que explicaban las victorias consecutivas del PP en Madrid. Todas se podían resumir en que, aparte de las políticas que despliega contrarias a la mayoría de la población, el conjunto de los ciudadanos que votan ha asumido los valores de la derecha madrileña, que se parece más a Trump y a Bolsonaro que a Angela Merkel o Ursula von der Leyen. De este modo las clases bajas y medias, aspirantes a ricas, se comportan e imitan la forma de vida de los verdaderos beneficiarios de las medidas peperas.

Ahora me propongo analizar a las diferentes fuerzas de izquierdas en Madrid, así como sus trayectorias. Aunque quizás merecen más un diván de psiquiatra o psicoanalista que una aproximación a caballo entre la politología, la historia y la sociología. En política, como en la sociedad, todo está interrelacionado, y las formaciones del espectro de izquierda son la otra cara de la moneda que explican los resultados electorales. Desde el Tamayazo, el escandaloso caso de corrupción de dos diputados del PSOE en 2003, que impidió la formación de un gobierno de coalición entre el Partido Socialista e Izquierda Unida, las izquierdas no levantan cabeza. Obviamente ese malogrado acuerdo en la sesión de investidura, incluido el circo mediático, hizo muchísimo daño a todas las formaciones de izquierdas de la región.

Desde entonces hemos asistido a otro espectáculo todavía peor para los sufridores ciudadanos y votantes: divisiones, escisiones y peleas fratricidas varias. La aparición ilusionante de dos formaciones como Podemos y Más Madrid -que surgió tras la ruptura de Íñigo Errejón, uno de los fundadores de Podemos, con Pablo Iglesias- no ha sido suficiente para paliar la situación de desánimo y resignación entre la izquierda sociológica. Ni siquiera esta última formación, eminentemente vinculada a la Comunidad y a la capital hasta en su denominación, que desbancó al PSOE en 2021 como principal fuerza de la oposición, ha logrado sus objetivos en las elecciones del 28 de mayo, a pesar de su crecimiento. 

Pese a este ecosistema adverso, las formaciones de izquierda incluso en dos ocasiones han estado a punto de desbancar a la derecha por los latrocinios y corruptelas del PP de Esperanza Aguirre y sus “ranas”, como llamaba a los acusados de corrupción de su equipo. Me estoy refiriendo a las elecciones que permitieron la formación del gobierno de Cristina Cifuentes en 2015 y el primero de Isabel Díaz Ayuso en 2019. En las elecciones que hicieron presidenta a Cifuentes se presentaron tres formaciones de izquierdas ya que Izquierda Unida presentó una candidatura encabezada por el poeta Luis García Montero, distinta de la de Podemos. Y este bonito error, sin entrar a juzgar los culpables porque ya bastantes juicios sumarísimos se hacen en la izquierda, llevó a perder la CAM por un único diputado. Además, ha vuelto a suceder en las elecciones del 28 de mayo, sólo ocho años después, al presentar candidaturas independientes Podemos-IU y Más Madrid, aparte del PSOE. Una región y una ciudad tan conservadoras como Madrid no puede permitirse presentar tres formaciones de izquierdas. La consecuencia es evidente: mayorías absolutas de Ayuso y Martínez-Almeida.

Las luchas cainitas y la izquierda dividida y divisiva sólo aseguran la autodestrucción del mismo modo que Saturno devoraba a sus hijos. Y en el mejor de los casos permite el mantenimiento de “chiringuitos” con escaños y subvenciones pequeñas. Todos peleándose entre sí por cuestiones que ni siquiera son ideológicas en la mayoría de los casos, sino de poder, de reparto de competencias y de dinero. Estas circunstancias recurrentes resultan insoportables para los votantes de izquierdas. De este modo optan por abstenerse, votar con más o menos ilusión, o ponerse una pinza en la nariz y votar a algunas de las formaciones, aparte de encomendarse a algún santo los que sean creyentes. En resumen, desastre tras desastre hasta la derrota final. 

En la CAM el domingo se han tirado a la papelera 158.831 votos de Podemos (4,73%) y en el municipio otros 79.874 (4,87%), aparte de los que han ido a la basura de Ciudadanos. Repito que es un fenómeno recurrente, ya que sucedió con IU en 2015. Y Más Madrid, la formación revelación de las elecciones en 2019, que pasó a ser segunda fuerza en 2021, ha pagado también la desunión ya que ha empatado a escaños con el PSOE y sólo les ha adelantado en unos pocos votos. Exiguo botín para Mónica García, anestesista de profesión que abanderó las protestas de los médicos en atención primaria, junto con el resto de los partidos de la oposición a Ayuso. Este panorama es desolador y lamentable, y los ciudadanos sufridores de las políticas depredadoras de los servicios públicos asistimos estupefactos e impávidos a estas batallas cainitas y divisivas. 

El Partido Socialista, después del trauma del Tamayazo, también ha dado por perdido Madrid. No ha presentado nada más que “paracaidistas” que no se han currado la región, que no hacen oposición, que se marchan tras el batacazo de turno, y que no pisan la calle. Desde entrenadores de baloncesto a exministros, pero todos en operaciones de desembarco artificioso. No ha dado la batalla porque saben que es una plaza perdida de antemano, y no la pelea. Además, ningún peso pesado se quiere fajar en Madrid. Esta Comunidad y esta ciudad no ha tenido políticos de la talla de Salvador Illa, Francina Armengol, Patxi López, Óscar Puente, o Jaume Collboni, que trabajan desde hace años en sus comunidades y ciudades respectivas. Ni siquiera Pedro Sánchez cerró aquí la campaña electoral, se fue a Barcelona porque lógicamente tenía más expectativas allí como se ha demostrado. Así de penoso es todo. 

En Madrid no da la talla ni el PSOE ni las diferentes formaciones a su izquierda que han aparecido con distintas siglas. La capital y la provincia es hostil y las izquierdas parecen que la dan por amortizada, aumentando la sensación de abandono y orfandad del ciudadano que no es fan del PP o de Vox.

Mientras escribía este artículo en un aula, durante un examen en la facultad, me he enterado de que el presidente Sánchez ha convocado elecciones generales. La izquierda española tiene una última oportunidad. En breve, sabremos si la ha aprovechado. Y líbranos de la izquierda que apela a la unidad con estrategias divisivas. Tenemos grabado en la memoria un antecedente histórico que aún nos estremece, cuando no se pusieron de acuerdo todas las formaciones progresistas ni ante la tragedia de la guerra civil ni ante Franco.

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