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Una nueva agenda para actualizar y universalizar la salud y seguridad en el trabajo

Manifestación en defensa de la Sanidad pública / Olmo Calvo
28 de abril de 2021 06:01 h

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La crisis sanitaria provocada por la pandemia ha tenido un enorme impacto sobre el mundo del trabajo. No solo en términos de destrucción de empleo, pérdida de ingresos y aumento de la pobreza, sino también de impactos destructivos sobre la salud. 137 millones de profesionales de la salud en todo el mundo han arriesgado su salud para proteger la nuestra, enfermando de COVID-19 (el 14% del total de los contagios mundiales son de personal sanitario) o incluso perdiendo su vida: 7.000 han fallecido, 21 en España, sobre todo en los primeros meses de la pandemia en los que la exposición al riesgo fue más acusada por las carencias de los sistemas preventivos en el ámbito sanitario y por la falta de medios de protección. 

El número de muertes laborales en 2020 superó a las de COVID 

Muertes que se suman a los 2,7 millones de personas que mueren al año a causa de los accidentes y enfermedades laborales en el mundo; en España el año pasado 595 muertes por accidente de trabajo. El número anual de muertes laborales mundiales supera a todas las muertes por COVID-19 a lo largo de 2020.

La pérdida temporal o definitiva del empleo y la exposición laboral a los contagios han tenido también un enorme impacto psicológico, provocando serios daños mentales por haber perdido el empleo, o por miedo a perderlo, o por temor a contagiarse en el puesto de trabajo o en los trayectos para ir y venir del trabajo. Millones de profesionales de la salud, 1 de cada 5, han informado síntomas de depresión o ansiedad durante la pandemia. El mundo del trabajo, toda la sociedad, ha quedado psicológicamente lesionada.

En este contexto se celebra en 2021 el 28 de abril, Día Internacional de la Seguridad y Salud en el Trabajo, en el que la OIT se encuentra activamente involucrada desde 2003 a propuesta de los sindicatos. Este 28 de abril no solo es un día para conmemorar y recordar a todas las víctimas –que lo es–  sino también para reflexionar sobre lo sucedido y para renovar nuestro compromiso frente a esta pandemia laboral de consecuencias tan letales como son los accidentes y enfermedades del trabajo.  

Desde la OIT este año invitamos a centrar la atención en la necesidad de anticiparse ante los riegos, es decir de la prevención, invirtiendo en sistemas resilientes de salud y seguridad en el trabajo. Porque los que tenemos no son suficientes y necesitan actualizarse.

Actualizar los sistemas de salud y seguridad

La pandemia nos ha mostrados todas las capacidades de nuestros sistemas de salud pública y de prevención de riesgos laborales, que son muchas; pero también todas las debilidades. Los sistemas nacionales de salud y seguridad en el trabajo requieren una actualización y una nueva Agenda. Es un buen momento para hacerlo.

En España, por ejemplo, se acaban de cumplir los 25 años de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Una Ley fruto del diálogo social, que contribuyó decisivamente a edificar el sistema preventivo y a reducir drásticamente la siniestralidad laboral.

Mucho se avanzó, pero queda todavía mucho más por avanzar. Sin ir más lejos sobre los desafíos que tenemos por delante. En España en 2020, durante el año de la pandemia, a pesar de la importante caída del empleo y de la actividad, los accidentes mortales crecieron en más de cincuenta, casi un 10%. Algo falla, algo habrá que hacer mejor.

Es el momento de revisar los sistemas preventivos y de actualizarlos. Es el momento de adoptar una nueva agenda a través del diálogo social. Esa es la tarea del momento, para proteger la salud en lo que queda de pandemia, pero también para construir un escenario post-Covid saludable, en el marco de la recuperación económica y social que empieza a ponerse en marcha y que configurará el futuro.

Una nueva Agenda enfocada hacia lugares de trabajo seguros y saludables, que tendrá que ser más eficaz en la prevención de los accidentes, pero también de las enfermedades, que es la asignatura pendiente. Los avances -todavía por completar- en el reconocimiento de la COVID-19 por exposición al coronavirus SARS Cov-2 como enfermedad profesional abren un camino muy interesante para el reconocimiento necesario de todas las enfermedades laborales por exposición a riesgos biológicos, pero también a los riesgos químicos, cancerígenos, psicosociales… siguiendo las recomendaciones de la lista tripartita de la OIT sobre enfermedades profesionales.

Los nuevos riesgos

En fin, esta agenda actualizada, no solo tendrá que prestar atención a la salud mental y la prevención de los riesgos psicosociales, que generan daños como el llamado 'burn out', sino también a los nuevos riesgos.

Riesgos como los derivados de la digitalización y de las nuevas formas de trabajo como el tele-trabajo, que a menudo se realiza en lugares de trabajo no ergonómicos, bajo una enorme presión, en jornadas prolongadas en las que no se respeta el 'derecho a la desconexión' y teniendo que compatibilizarlo con tareas de cuidados en el hogar, sobre todo por las mujeres en las que injustamente recae el mayor peso de esas tareas.

La digitalización ha traído también el trabajo en plataformas, en el que a las personas empleadas no se les reconocen los derechos laborales, ni siquiera el derecho a unas condiciones de trabajo seguras y saludables, como si fueran los nuevos 'jornaleros del siglo XXI'. Pero los trabajadores y empresas de esta modalidad de trabajo en plataformas, tienen los mismos derechos y obligaciones que el resto a la prevención de riesgos laborales.

La legislación avanzada por España en materia de teletrabajo y de trabajo en plataformas, desarrollada a través del diálogo social, constituye un ejemplo temprano de regulación que está siendo muy apreciada en el contexto internacional. Incluido el acceso de los representantes de los trabajadores, e el marco de la negociación colectiva y del diálogo social, a la configuración de los algoritmos con efectos sobre el trabajo, para evitar los posibles sesgos y efectos discriminatorios, la vulneración de los derechos laborales o el incremento de los riesgos laborales. El trabajo no es una mercancía, las decisiones sobre personas las adoptan personas y son sujeto de negociación colectiva.

Universalizar el derecho a la salud laboral

Las nuevas formas de trabajo incluyen también el trabajo en cadenas mundiales de suministro, con cientos de miles de talleres repartidos por todo el mundo trabajando para las multinacionales y marcas internacionales en las que trabajan ya 600 millones de trabajadores, en la mayoría de casos sin disponer siquiera de un aseguramiento de accidente de trabajo, como no lo tenían las más de mil costureras que fallecieron en el peor accidente laboral de la historia, sucedido en Rana Plaza en Bangladesh hace ahora ocho años.

Será necesario que se extiendan los Acuerdos Marco Internacionales entre las Federaciones sindicales internacionales y las compañías multilaterales para llevar la prevención de riesgos laborales a toda la cadena de suministro. Será necesario que prolifere la promulgación de legislaciones nacionales, inspiradas en los principios rectores de Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos, que ahora cumplen diez años, para que las empresas multinacionales de cada país actúen con la debida diligencia para garantizar el respeto de los derechos humanos en toda la cadena de subcontratación. Procesos que ayudarán a extender universalmente la protección de la salud y seguridad para hacer de los centros de trabajo lugares seguros y saludables en todo el mundo.

Como ayudará atender el mandato de la Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT, en su Declaración del Centenario, para examinar lo antes posible la incorporación de las condiciones de trabajo seguras y saludables a los Principios y Derechos Fundamentales del Trabajo.

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