El “Ruralwashing”, la nueva tendencia de partidos políticos y administraciones
En el ámbito empresarial, existe un concepto conocido como Greenwashing. Esté término está formado por dos palabras “Green” que significa “verde” y el participio “washing”, cuyo significado es “lavado”. El Greenwashing hace referencia a cuando las empresas nos intentan vender su imagen corporativa o sus productos bajo la etiqueta de respetuoso con el medio ambiente cuando en realidad no lo son, es más, cuando en realidad su comportamiento es el contrario. Se trata pues de hacer una especie de falso marketing verde con el objetivo de incrementar sus beneficios, confundiendo al cliente. La base de ese comportamiento tan poco ético es la constatación por parte de las empresas de que existe un cliente comprometido y sensibilizado con la protección al medio ambiente dispuesto a comprar el producto de las empresas que afirman respetarlo.
Si hacemos una analogía con el mundo rural descubrimos que, tras muchos años de lucha por parte de asociaciones y colectivos sociales, la ciudadanía y la sociedad han tomado conciencia de que existe un grave problema de cohesión social en nuestro país. Por fin tenemos esa ciudadanía sensibilizada con la problemática del mundo rural. Esa ciudadanía que ha descubierto que, como en el mundo empresarial, tiene mucho poder, ya que es también “consumidora política”, y con su voto puede inclinar la balanza en un panorama electoral tan ajustado como el que hemos tenido y tendremos en los próximos años.
Junto a ello, el peso electoral de la España Vaciada también ha sido clave para que el debate sobre el mundo rural se haya colado en la agenda política nacional. Esto está provocando que los partidos políticos y las administraciones que controlan se hayan afanado recientemente en ofrecer sus “productos para captar al cliente” (el electorado). Estos productos políticos son fácilmente identificables, y se plasman en congresos sobre despoblación, foros de expertos políticos, fotos de postureo en pueblos, algún bonito discurso, o incluso la creación de un ministerio que pone nombre a la consecuencia de todo este desequilibrio, “el reto demográfico”. Sin ir más lejos, la pasada semana pudimos ver dos claros ejemplos, tanto en la reunión de presidentes autonómicos que por fin han descubierto la problemática de la España Vaciada como en la tierna foto de Isabel Díaz Ayuso cordero en brazos afirmando que Colmenar Viejo es un paradigma de la España Vaciada. Ante tantos productos políticos, cabe hacerse la pregunta ¿Se trata de un interés real por mejorar el mundo rural? ¿o se trata de un lavado de imagen electoralista apoyado en un falso interés por el mundo rural, que podríamos catalogar como ruralwashing?
Vayamos a los hechos. Desde el mundo rural observamos día a día que estos partidos políticos y administraciones que ahora “tanto se preocupan por el mundo rural” son los mismos que miran para otro lado y racaneando las infraestructuras e inversiones necesarias que se demandan desde los territorios (acceso a internet, mejoras en infraestructuras de comunicación…), son los mismos que pretenden alejar los servicios sanitarios esenciales de los pueblos más pequeños. Son los mismos que se olvidan de las zonas rurales y más despobladas a la hora de repartir la riqueza que la administración pública genera. Son los mismos que ningunean a los movimientos sociales que llevan años luchando por sus territorios. En definitiva, son los mismos que llevan décadas creando las políticas que han contribuido a potenciar este desequilibrio territorial en el que los pueblos y pequeñas ciudades de entornos rurales siempre son los más perjudicados.
Ante esta es la situación del comportamiento político con la España Vaciada, podemos observar cómo se ha creado mucho producto político y mucho marketing electoral traducido en muy pocos o ningún cambio real. Es evidente, el ruralwashing político es una realidad. Es más, se trata de un comportamiento que hemos visto aumentar en los últimos meses ya que al poder electoral de la España Vaciada se le ha sumado la sensibilización de la Unión Europea hacia la problemática de su mundo rural. Y cuando Europa se sensibiliza, significa que va a haber dinero, mucho dinero de por medio. Esto ha hecho entrar en ebullición a todas las estructuras del estado español, desde el Gobierno a los Ayuntamientos, pasando por Comunidades Autónomas y Diputaciones. Todas estas administraciones (gobernadas por partidos políticos) se han apresurado a salir a la palestra argumentando que son las más indicadas para gestionar los recursos económicos destinados al desarrollo del mundo rural y a la lucha contra la despoblación. De repente el comportamiento esquizofrénico de las administraciones se acentúa todavía más, ya que la misma administración que racanea infraestructuras y servicios públicos para el mundo rural, se erige como la garante de gestionar “los dineros europeos” que deben ser invertidos en los pueblos.
Cada administración aparece con docenas (algunas con centenas) de proyectos maravillosos para los pueblos los cuales, por supuesto, no han consultado ni hecho partícipes a los habitantes del mundo rural. No pasa nada, lo importante es hacerse con la gestión de los fondos europeos. La participación ciudadana y el desarrollo real del mundo rural, ya para otra ocasión ¿Para qué consultar? Lo importante es el dinero. Realmente estamos ante una actualización literal del “todo para el pueblo, nada para el pueblo”, un clásico del despotismo ilustrado en el cual desde el poder se ofrece una falsa soberanía y poder al pueblo a la vez que se le niega todo. Analizando el fenómeno en su conjunto, es triste comprobar cómo los partidos políticos y administraciones están más metidas en el marketing de su ruralwashing para conseguir el poder político (y ahora el económico), que les proporciona el mundo rural que en trabajar por un verdadero modelo de desarrollo real y participativo para los pueblos.
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