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Del 11M a hoy: la infamia del Partido Popular

José María Aznar con Felipe de Borbón, José Luis Rodríguez Zapatero, Ángel Acebes y las infantas en la manifestación del 11M con el lema "Con las víctimas, con la Constitución, para la derrota del terrorismo".

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 “Uno de cada tres españoles mayores de 18 años suscriben que ETA tuvo algo que ver en los atentados del 11M”. El dato lo aporta Víctor Sampedro, catedrático de Comunicación Política, en su libro recién publicado 'Voces del 11M. Víctimas de la mentira'. No me sorprende, visto lo visto estos días, y es sobrecogedor constatar que la inmensa falacia que se montó el Partido Popular y algunos de sus secuaces en los medios, caló y permanece de alguna manera veinte años después. 

Lo terrible es que con el bulo compran toda la miseria moral de un partido que buscó ganar las elecciones por encima de casi 200 muertos y más de 1.500 heridos y el abrumador dolor de toda una sociedad. Numerosos reportajes y libros, nuestras propias vivencias, nos llevan a preguntarnos: ¿cómo fueron capaces? Y vista su trayectoria de desmanes desde entonces, entendemos la vía libre que les dio la impunidad. Esa que se han labrado con quienes degradan el periodismo y la justicia y con el aplauso de millones de ciudadanos que les avalan con sus votos. 

Madrid, jueves, 11 de marzo de 2004. La ciudad se halla sumida en un infierno, con su carga de asfixia, dolor y desolación. Está asistiendo, atónita, a la mayor matanza terrorista de la historia de España. Trece bombas. Diez estallaron en menos de cuatro minutos en cuatro trenes. Y es estremecedor escuchar el relato de los testigos, de quienes acudieron a ayudar, repitiendo las escenas a las que han asistido. Miembros humanos diseminados, un cuerpo decapitado que aún se contorsionaba.... “Cuando entré en el vagón, todavía en llamas, vi a un niño ardiendo vivo. Había cuerpos mutilados, muchos estudiantes, trabajadores jóvenes...”, relata un panadero del Pozo del Tío Raimundo.

Lo mismo sucede en Santa Eugenia: “Había cuerpos calcinados que todavía permanecían sentados en el tren”. “Las víctimas tenían la cara ennegrecida y llena de sangre. Algunas aún se movían, otras no”. “Una señora aparcó a mi lado y, bajando hacia el andén, oímos cómo llegaba el tren: ella se echó a correr, yo no.... pocos segundos después la vi volando sobre mi cabeza”. 

Los voluntarios improvisan camillas en Atocha para los heridos arrancando los bancos de la estación. Todo el que puede ayuda. “Escuchamos una pequeña explosión y luego, poco después, dos mucho más fuertes. Bajé a la vía y entré en uno de los vagones. Estaba reventado. En diez metros a la redonda no había ningún cuerpo humano completo. Sólo restos”, cuenta un médico que vive en la calle Téllez, al lado de la estación que se ha apresurado a bajar y echar una mano. Será la tónica de una mañana infernal. 

Radios y televisiones incrementaban por momentos el balance de víctimas. Llegaron a ser 192 en los trenes. Descomunal, nunca hemos visto nada parecido. 

Poco después de la una de la tarde, comparece el ministro del Interior, Ángel Acebes, ante una expectante rueda de informadores, ante una ciudadanía ávida de saber –desde todos los puntos de España y del extranjero– para dar la primera explicación oficial.  

“No hay duda, ha sido ETA” declara. Lo dice con firmeza: “ETA es la autora de la matanza y no es la primera vez que intenta una matanza como ésta”. Más aún, acusa a quien dude de su versión de ser un miserable. A esa hora ya sabe que la pista principal es el terrorismo de Al Qaeda. Y explica la mecánica de los atentados, las mochilas, los teléfonos móviles que activan la detonación, el explosivo que no será Titadine, como dice, sino Goma 2.

Pasadas las dos de la tarde, es el presidente del Gobierno, José María Aznar, quien declara que “no hay negociación posible ni deseable con estos asesinos que tantas veces han sembrado la muerte por toda la geografía de España”. No menciona a ETA pero con esta frase solo puede referirse a la organización terrorista vasca. Incluso asegura que el fin de la banda esta próximo.

El comisario Sánchez Manzano, jefe de los Tedax (unidad de desactivación de explosivos), manifestaría a El País que, a las 15.00 del 11M, tras haber inspeccionado la hoy famosa furgoneta Kangoo, ya sabía con certeza que el atentado no tenía nada que ver con ETA pero el Gobierno de Aznar le pidió que asumiera su versión. La consigna era: “Si ha sido ETA barremos, pero si son los yihadistas ganará el PSOE”. Se cumplía un año de la Cumbre de las Azores –Bush, Blair, Aznar y Barroso como anfitrión– que desataría ese mismo mes la invasión de Irak sin amparo de la ONU bajo la acusación de unas inexistentes armas de destrucción masiva en manos de Sadam Hussein. Un hecho clave que impulsó el terrorismo yihadista.

A partir de ahí empiezan las llamadas a los directores de periódicos del presidente en persona para que publiquen que ha sido ETA, las cartas a todas las embajadas, ésta que firmó la ministra de Exteriores, Ana de Palacio, asegurando que el ministro del Interior ha confirmado la autoría de ETA e instándoles a que “aprovechen todas las ocasiones para contarlo así”. La ONU aprueba a instancias de España una resolución que asigna a ETA la autoría de los atentados. Es la primera vez en su historia que cita explícitamente el nombre de los presuntos culpables de un atentado. Suscitó una gran incomodidad conocidos los hechos reales.

El viernes es el día de los tanatorios. De conocer las historias de los muertos, que sumarán 192. Me toca acudir como periodista de TVE al tanatorio de la M-30 donde llegan quienes sobran del saturado Madrid Sur. Pese a la magistral actuación de todos los implicados en los casos de emergencia, la catástrofe es descomunal. El atentado ha dejado huérfanos a diez niños del colegio público Ciudad de Valencia. El director se encuentra abatido: “Cuando tienes que comunicarles a dos niños de 11 y 3 años que se han quedado sin padre, ni madre, no encuentras palabras”. Entonces fue cuando decidí volcarme en buscar información y documentación y publicar mi propio libro, hoy descatalogado.

Es imprescindible recordar las mil escenas trágicas que los atentados del terrorismo yihadista dejó para evaluar las dimensiones de la monstruosa manipulación del Partido Popular en su intento de ganar las elecciones sobre el inmenso dolor de las victimas que por extensión éramos todo el país. Con ellos, como excepción. Si el 20 aniversario de aquella tragedia ha de tener un objetivo es que se sepa lo ocurrido en realidad y se intente obrar en consecuencia. Las redes se sorprenden de lo que se está contando en los medios ahora: en veinte años no lo sabían o lo han olvidado. La memoria es doblemente frágil cuando se la ayuda a olvidar y se le echa mucha basura encima.

Grabar en esa memoria recuperada el maltrato que –también en esta ocasión, como ocurriría con las víctimas del Yak 42 o los agentes del CNI en Bagdad– dio el Gobierno de Aznar a los servidores públicos a sus órdenes. La mochila de Vallecas fue esencial en la resolución del caso y en las detenciones, pero el heroico comisario jefe que la investigó pagó carísimo su hallazgo. Rodolfo Ruiz recuerda hoy todo lo que Jiménez Losantos soltó sobre él en antena. “Llegó a decir, y luego lo repitió El Mundo, que yo había colaborado en la matanza y que había llenado de pruebas falsas el sumario. Aquello lo escuchaba, lógicamente, todo mi entorno familiar, la gente del pueblo… Mi hija y mi esposa cayeron en una depresión, y mi mujer acabó quitándose la vida”, declaró.

Junto a Jiménez Losantos, Casimiro García-Abadillo y sobre todo Pedro J. Ramírez, comenzaron a difundir peregrinas teorías para tratar de mantener la relación de los atentados con ETA. En abril, poco más de un mes después del 11m, El Mundo lanza lo que llama “una investigación propia” de su periódico: Los agujeros negros del 11-M. Afirmando: Una versión policial repleta de incongruencias. Nacía la conspiranoia de los atentados, tan dañina.

Aquellos días el periodismo dio la cara, como debe ser, mientras los manipuladores de la profesión empezaban a hundirla en una pendiente a la baja que no ha terminado. Sin duda lo hicieron las grandes cabeceras de la prensa internacional de las que nos íbamos nutriendo. La Cadena SER, que hizo con Iñaki Gabilondo al frente un gran trabajo no empañado por el error del terrorista suicida. La furgoneta, las matrículas no dobladas en contra de la costumbre de ETA, la reivindicación de Al Qaeda en vídeo hallada en una papelera junto a la Mezquita de la M30, los informes del CNI, el informe noruego, la pista islámica una vez que ellos –antes que el ministro– informan de las detenciones. Grandes aportaciones de periodismo en las nuevas vías: los blogs de Escolar.net y Guerra Eterna, Radiocable de Fernando Berlín.

Llueve sobre Madrid y su dolor el viernes 12 de marzo. Comienza a diluirse el estupor para dar paso al duelo y el análisis. Va a ser el día en el que comienza a estallar la segunda bomba: la batalla entre la investigación y la información. O de forma más precisa, entre lo que el gobierno dice de la investigación y lo que el periodismo indaga al margen. Entre lo que dicen unos medios y otros. Como consecuencia, es también el día en el que se empiezan a exigir explicaciones. Políticas y ciudadanas. 

Más de dos millones de personas se manifiestan en Madrid, como lo harán en otras ciudades. Se ven pancartas contra ETA y gritos de “Asesinos, asesinos”. El presidente Aznar ha sido abucheado al incorporarse al acto. Poco a poco, un grito de impotencia se adueña de los manifestantes atentos a los numerosos indicios que ya apuntan a Al Qaeda: “¿Quién ha sido?”.

¿Por qué tuvo que mezclarse la sospecha de la trampa en tan inmenso dolor, en tan firme resolución de condena? El domingo hay elecciones. Las encuestas dan ganador al Partido Popular, que presenta a Mariano Rajoy. Perderá, frente a José Luis Rodríguez Zapatero. Por la ostentosa política de ocultación de la autoría de los atentados que ha desarrollado el PP, básicamente. Lo corroboran medios internacionales: La portada de Libération al día siguiente de las elecciones decía: “El precio de la mentira”, sobre Aznar votando. En Le Monde, el presidente saliente de España apareció dos veces con nariz de Pinocho. The New York Times escribe: “Al parecer, Al Qaeda ha conseguido derribar a su primer gobierno democrático. Por supuesto ha estado ayudado por la actitud furtiva, asustadiza e inepta con la que el Gobierno de Aznar ha manejado la investigación de los atentados del pasado jueves. En el desesperado intento por mostrar que el terrorismo vasco de ETA era el responsable, ofendió a muchos votantes que se sintieron manipulados”.

El Financial Times británico tituló un artículo el 26 de marzo: “Un día en la historia de la infamia”. En él afirmaba que el Gobierno de Aznar puso en riesgo a Europa por retener información e insistir en la falsa autoría de ETA.

Muchos nunca hemos olvidado el 11M y el 14M y lo que siguió. Ya empezaron las manifestaciones que querían mandar a Zapatero “al paredón”, los insultos… Mariano Rajoy dijo del presidente que le había ganado, según recopilamos por orden alfabético, una ristra completa de apelativos ofensivos.

Lo que hoy ocurre en España es consecuencia de todo lo anterior. Crecido, por la impunidad. Todos los protagonistas de la mayor manipulación de la historia sobre el peor atentado sufrido en España gozan de una excelente posición. Se permiten acusar de corrupción y exigir responsabilidades por su acreditada experiencia en el tema y lo hacen desde el pozo negro en el que habitan, más hondo que la Fosa de las Marianas del Pacífico. Estupefactos nos tienen los Tellado, Almeida, Sémper o Ayuso. Hace falta una desfachatez suprema para hablar de “repugnante corrupción” del PSOE, como hace Gamarra, desde el PP, desde su propia boca que vendió a Pablo Casado. Siendo condenable todo abuso del dinero y la confianza de los electores.

Aguirre y Aznar aún no han se han retractado ni por supuesto pedido disculpas y todavía sueltan alguna vez lo de los “autores intelectuales”. Qué desfachatez. Agitan las calles contra el Gobierno de Pedro Sánchez a niveles cercanos al golpismo. La pupila de ambos, Ayuso, se encrespa cada vez más en sus ataques a quienes piden responsabilidades por los 7.291 ancianos muertos sin asistencia médica por sus protocolos de la pandemia. Es bastante evidente el absoluto desprecio por la vida de otros en grandes decisiones del PP.

No hay amnistía que palie tanta crueldad, no la hay para la sociedad que lo permite. 

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