2023 para mirar al futuro
Nada cambiará porque dentro de unas horas caiga la hoja del calendario que despide al año convencional de 2022. Ni siquiera con las campanadas del reloj de la Puerta del Sol o de cualquier parte del mundo. La oferta televisiva para seguirlas este año es tan disuasoria en España que sería preferible un reloj de cuco que las sirva sin caspa. Leo que en Japón, en su huso horario, se tocan 108 campanadas en plan purificador. Sin uvas, por supuesto, que asegurarían un atragantamiento inevitable.
Nos vamos a 2023 tras un año poblado de las pesadas certezas que llenan las mochilas de este país. No, nada cambiará sino a peor por entrar de lleno en el ciclo electoral. Seguiremos con esa derecha española permanentemente turbia y golpista desde que la parieron sus ancestros. Con la dura batalla entre el periodismo esforzado y esa masa infecta que lo pervierte hasta constituirse en uno de los principales problemas de esta sociedad. Con la involución intensificada que refuerza al machismo asesino hasta lograr el récord de matar a 12 mujeres solo en diciembre –46 en el cómputo del año–, cinco en menos de 24 horas y al bebé a punto de nacer de una de ellas. Y para ver cómo ese machismo recalcitrante se atreve a culpar de los crímenes a las mujeres feministas y al Gobierno, en particular a Irene Montero.
Tras décadas de lucha feminista, la violencia contra las mujeres se agudiza con la ayuda de quienes ni mencionan a los autores de los asesinatos reforzando el problema. 1.181 mujeres muertas a manos de sus parejas o ex parejas desde 2003 que se iniciaron los registros y tienen la desfachatez de culpar al actual Ministerio de Igualdad, incluida la ministra de Defensa, del mismo Gobierno. Aunque luego le aconsejaron en Moncloa hacer un paripé de rectificación, Margarita Robles culpó a la ley del “solo sí es sí”, cosa que aprovecharon en tropel los medios conservadores. Es duro aceptar la mugre tan dañina que ampara este país.
Harta de ver a diario lo mismo, el remozado de la verdad para que cuaje en mentira en los intereses de los grupos de poder en la sombra, o casi ya a pleno sol porque no pasa nada. Ahí permanecen los conspiradores de todo tipo, tan anchos. Y de comprobar que las denuncias sirven para bien poco. Qué inmensísima pereza seguir con los interpretadores de las cosas, los malsanos a sueldo de la trampa e incluso los otros. Con las hienas que saltan a la menor opinión contraria en todo medio de expresión. Con esa sociedad cuajada de inmaduros, timoratos y con miedo a asumir riesgos, que, como niños que se cansan de la sopa –pongamos por caso–, lo hacen también con una pandemia de la que no entienden ni sus riesgos ni sus prevenciones incómodas, dañando una y otra vez al conjunto.
Menos mal que en 2023, Pedro Sánchez, Presidente de la Internacional Socialista desde hace poco, desempeñará también la presidencia de turno de España en la Unión Europea. Y habrá mucho movimiento que igual consigue acallar a la manipulación por más que grite.
Pero yo no quería hoy hablarles de más balances sino de una sensación que emerge clara a estas alturas que invita a salir corriendo a cualquier parte. Lejos, adonde esté el futuro. Como cantaba Serrat hace tantos años de esta tierra: no esperes que te dé mañana lo que no te dio ayer. De hecho es hoy lo único cierto que tenemos. La tierra de la brega naturalmente, porque existen rincones de sosiego aquí mismo. Imprescindible, eso sí, saber con quién y con qué se cuenta.
Meter en una maleta las fuerzas, los afectos, los logros, las facturas por liquidar y las ilusiones imperecederas. Lo que somos de verdad, lo que tenemos aunque cuelgue del hilo de eventualidades aleatorias, ruleta más que reloj. Trazar caminos nuevos porque siempre los hay en tan ancho mundo. No llegamos a pisar todo el suelo que circunda nuestra propia casa y hay mucho más allá, de cemento, de tierra, de arena.
En estos últimos tiempos se ha ido demasiada gente querida y algunos estamos más en edad de visitar a los allegados en hospitales que de acudir a bautizos o bodas. Y encima nos están destrozando la Sanidad pública ante la idiocia apática de millones de cómplices. Cuanto más se acorta el futuro más hay que mirarlo. En el fondo es que todo aboca a disfrutar de la vida y del momento con toda plenitud. Reír y gozar al gusto. Con el mayor realismo, sin merma alguna de pasión. Correr o tumbarte a la bartola, hacer lo que te dé la gana, ser más libres –aún– que nunca. Entender por fin el significado de lo que se califican como “batallas inútiles” que desgastan.
Encontrar la senda propia es imprescindible. Que igual es la que vuelve a casa dando solo la vuelta a la manzana. O la que explora los confines no conocidos aún. Seguir procurando la felicidad de los seres queridos. Y de la familia social, si se deja. Y los que no, que espabilen solos.
Es mi deseo para ustedes también. Con un enorme agradecimiento por seguirme y leer lo que escribo, por sus comentarios tan inteligentes y cálidos a menudo. Nos seguimos viendo aquí. Solo hay que pasar el trámite de las uvas o no y dar un pequeño salto a 2023 con ganas y aventando malos rollos. Lo que haya de ser, de cualquier modo, dependerá mucho de cada uno.
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