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El 28M y la batalla global contra el “social-comunismo”

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida.

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La American Economic Association (AEA), la principal organización profesional de los economistas de EEUU, acaba de premiar como mejor economista de menos de 40 años a Gabriel Zucman, que se ha convertido en uno de los grandes expertos internacionales en cómo combatir la desigualdad a través de los impuestos, con propuestas de nuevas tasas a la riqueza ambiciosas y con solvencia técnica.

El gesto de los economistas de la gran potencia mundial tiene un enorme simbolismo, que ha pasado muy desapercibido. Como ha escrito el economista francés Thomas Piketty, el mentor de Zucman, la decisión “muestra que el corazón de la profesión empieza a tomar conciencia del carácter insostenible del modelo social y fiscal actual”: un auténtico cambio de paradigma, pues, respecto al neoliberalismo, que ha sido hegemónico en el último medio siglo, pero cuyo declive está siendo constatado ya por los centros de poder mundial, como evidencia el prestigioso premio de la AEA.

Sin embargo, en el marco del Madrid de la “libertad”, feudo del Partido Popular que aspira a convertir el 28M en un aperitivo que haga inevitable la caída del Gobierno de Pedro Sánchez en las generales de fin de año, el economista premiado por sus colegas en EEUU aparecería como un trasnochado “social-comunista”. Y los medios hegemónicos, en general entusiastas propagadores del relato neoliberal más papista que el papa, estigmatizarían sus solventes y reconocidas propuestas para afrontar los grandes retos económicos de nuestra era —la desigualdad, la pobreza, la emergencia climática, etc.— como propias de la “voracidad recaudatoria” de extremistas que no saben nada de economía.

Empieza a ser todo lo contrario: el mundo y los grandes consensos internacionales han cambiado mucho en los últimos años, sobre todo tras el fracaso de la austeridad en la Gran Crisis financiera global en la década pasada y la asunción de que la emergencia climática va en serio. Pero a menudo da la impresión de que el PP y su red de influencia y de poder todavía no se han enterado, apegados como están a los dogmas neoliberales de las últimas décadas.

En la senda de Thatcher

Esta campaña del 28M lo ha evidenciado de forma notoria. En su ansia por elevar la apuesta electoral y convertir los comicios en primarias de las generales, el PP ha puesto de manifiesto hasta qué punto sigue abrazado a un paradigma anticuado y cada vez más alejado de los nuevos consensos internacionales. El partido libra una batalla ideológica de fondo que en realidad no lidera el nuevo presidente, Alberto Núñez-Feijóo, sino la candidata a la reelección en la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso: si la lideresa madrileña logra el domingo la mayoría absoluta, al líder formal del partido le va a ser realmente muy complicado liberarse del cerrado y dogmático corpus neoliberal impuesto por Díaz Ayuso, cada vez más entregada a emular, en versión cañí, el gran mito de Margaret Thatcher.

La ex primera ministra británica (1925-2013) llegó al poder en 1979, cuando Díaz Ayuso era un bebé de seis meses, y, junto con el éxito simultáneo de Ronald Reagan en EEUU, en 1981, fue la gran artífice del triunfo neoliberal ideado por el Premio Nobel de Economía Milton Friedman, que se impuso como nuevo paradigma global tras arrinconar el precedente, de matriz socialdemócrata, surgido en la posguerra.

El paradigma instaurado por Thatcher sigue siendo el de Ayuso y del PP: reducción y hasta eliminación de todos los impuestos posibles; adelgazamiento del Estado del bienestar y creciente prestación privada de los servicios; negación de las externalidades climáticas del capitalismo sin control —¡regularizar regadíos en Doñana incluso en situación de emergencia climática!—; confrontación total contra el peligro “social-comunista” —encarnado ahora por el Gobierno de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz— y combate frontal contra el terrorismo izquierdista, se llame IRA o ETA-Bildu.

Este programa aportó épica a la derecha y le permitió definir el terreno de juego en todo el mundo. Pero era 1979. Mantener exactamente el mismo esquema en 2023, cuando los consensos internacionales ya son otros, la guerra fría y, por ende, el “social-comunismo”, no existe más, el IRA o ETA tampoco y además la emergencia climática es una realidad asumida por toda la comunidad científica y las grandes organizaciones multilaterales, empieza a resultar grotesco. 

Peligro global

Bajo el paradigma asumido por la derecha en estas elecciones, el peligro “social-comunista” estaría en realidad por doquier en el mundo: en los economistas de EEUU, que acaban de condecorar a Zucman; en la misma Casa Blanca —¿cómo explicar si no que el presidente de EEUU, Joe Biden, reciba al presidente del Gobierno “liberticida” español y además en el arranque de la campaña del 28M?—; en el mismísimo Financial Times, la biblia mediática del capitalismo global, que propugna la necesidad de un “nuevo contrato social” para reducir las desigualdades; por supuesto en la UE, cuya nuevo marco, más flexible, ha avalado la reforma de las pensiones propuesta por España —basada, para desesperación de Feijóo, en aumentar los ingresos del sistema y no en recortes—; en el FMI, que hace ya años que hizo mea culpa por los estragos sociales provocados por sus planes de austeridad; en la OCDE, que empuja para imponer una base impositiva mínima a las multinacionales... La lista es inacabable y, por supuesto, incluye todas las organizaciones multilaterales, que asumen que la emergencia climática es muy real y que, por tanto, el plan de riego en Doñana es un auténtico disparate. 

El virus social-comunista parece haberse infiltrado hasta en el campeón europeo del liberalismo, el francés Emmanuel Macron. En una reciente entrevista en Le Monde, su asesor económico de referencia, Francis Pisany-Ferry, aboga sin tapujos por crear un nuevo impuesto sobre el patrimonio financiero de los ricos, tanto por su potencial recaudatorio como por su valor pedagógico para involucrar a las clases populares en la transición energética, que requerirá muchos esfuerzos. En la misma entrevista, Pisany-Ferry, que en los últimos años ha exhibido mucha sintonía académica con el exeurodiputado de Ciudadanos recientemente incorporado a la fundación del PP, Luis Garicano, es partidario también de aumentar de forma excepcional la deuda pública —incluso estando en niveles tan elevados como los actuales— para poder afrontar la emergencia climática.   

La tentación aislacionista ante los nuevos consensos mundiales que ha mostrado la campaña del PP el 28M es si cabe más preocupante en la medida en que se inscribe en una tradición histórica de la derecha española de querer erigirse en la gran reserva de la cristiandad o el último reducto de resistencia de mundos pretéritos frente a los cambios de era y el avance de la modernidad, cual centinela de Occidente.

A pesar de que el 28M se celebran solo elecciones municipales y autonómicas, la campaña del PP ha sido tan marcadamente de primarias de las generales que el gran gurú demoscópico del PP, Narciso Michavila, incluso ha escrito en Abc que el domingo “a las 10 de la noche ya sabremos quién ocupará la próxima legislatura: si Sánchez o Feijóo”.  

Lo del domingo a las 10 de la noche es arriesgado, pero muy claro. Lo que no sabemos es si de 2023 o de 1979.

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