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Adéu al CIE, adéu (¿o no?)

Gumersindo Lafuente

Ada Colau, la valiente alcaldesa de Barcelona, ha decidido clausurar el CIE de su ciudad. No tenía licencia y, además, en los últimos tiempos ha demostrado su inutilidad. Cerrado por obras desde hace más de ocho meses, ningún incidente especial se ha producido. Durante este periodo se han ido arbitrando soluciones provisionales que, según Dolors Bassa, la consellera de Treball, Afers Socials i Família de la Generalitat, han funcionado. Pero eso al ministro del Interior le da igual. Parece que le tiene apego a encerrar a la gente. Que disfruta haciendo sufrir.

Hay días en los que la sangre se sube a la cabeza y la indignación está al borde de vencer sobre la paciencia. Sabemos que los CIEs (hay siete en funcionamiento en estos momentos) han servido durante los últimos años para recluir en ellos a inmigrantes sin papeles, miles de personas que sin cometer ningún delito, por el mero hecho de carecer de un documento, eran internadas contra su voluntad en centros sin las mínimas garantías de protección legal. Lugares en los que hasta los derechos que un preso tiene en la cárcel son un privilegio inalcanzable, en los que en ocasiones no hay ni servicio médico, en los que con frecuencia se separa a los hijos de sus padres, en los que cualquier abuso de los celadores o la policía es dificilísimo de controlar.

Las denuncias durante estos años han sido numerosas y los incidentes de todo tipo también, Las condenas de los organismos de defensa de los derechos humanos han llovido, incluida la ONU, por este motivo contra España. Pero los sucesivos ministros del interior han hecho oídos sordos a tan grave violación de los derechos humanos. La opacidad, las detenciones arbitrarias, la superación constante de los tiempos límite de internamiento, los malos tratos, se han cebado sobre personas que han llegado a nuestro país en muchos casos huyendo de la guerra o de mafias de trata de personas. Y en vez de recibirles y ayudarles, les hemos recluido en estos almacenes de seres humanos sin derechos. 

La verdad es que da rabia que me acuerde (nos acordemos) solo de vez en cuando de estos asuntos. Imaginen que en la Gran Bretaña del Brexit les entran las prisas por deshacerse de nuestros hijos, hermanos o amigos que por allí andan buscándose la vida. Personas que trabajan, que hablan inglés, que llevan una vida normal y ni roban ni matan. Y de pronto, por ser europeos, empiezan a recluirles obligatoriamente en centros atestados de gente, sin derechos, sin apenas poder comunicarse con el exterior, en espera de ser expulsados. ¿Qué pensaríamos? Pues eso es lo que está pasando ante nuestras narices y nuestra pasividad desde hace años en Madrid, Barcelona, Valencia, Algeciras, Murcia, Las Palmas o Tenerife. Y no hacemos casi nada.

Y ahora, pese a la orden del Ayuntamiento de Barcelona, el Ministerio del Interior ha reabierto el CIE. Ya se sabe, las normas son válidas para todos menos para ellos. Pero su falta de cordura y humanidad no puede detenernos. No a los CIEs, una y otra vez. No a esta historia interminable que solo personajes malignos como los que nos gobiernan pueden justificar. No a la tibieza en estos asuntos. Por decencia y por prudencia. Que si les dejamos, Rajoy y sus muchachos acabarán metiendo a todos los que no les voten en una jaula.

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