El alcalde Almeida deja el ecopostureo
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, tiene ya digerida la cumbre del clima que se celebró en la capital y, tras un baño verde y varias declaraciones que dejaron confusos a indígenas y jóvenes del Fridays for Future en Ifema, ahora se dispone a confundir a sus gobernados. Ha vuelto tras las fiestas navideñas con mano dura contra el aire (limpio, se entiende) abrazando teorías ecologistas muy novedosas que consisten en abrir más la mano a los coches en el centro pero no por falta de ecologismo, sino por “completar la libre circulación”, como si Madrid fuera una ratonera donde los motores se encontraran amenazados y emboscados. En cuestiones de salud pública siempre sale perdiendo la pobre libertad y alguien tiene que defenderla, como a Notre-Dame o los valores europeos.
Tras negar ser negacionista, niega las restricciones al tráfico por negacionismo y acaba de permitir a los coches pasar por dos calles que hasta ahora formaban parte de Madrid Central. Los argumentarios del primer edil para tomar esta decisión por decreto son “disminuir la congestión del tráfico” y evitar “confusiones”, quizás porque eran las calles con más multas. Si los conductores aún tienen dudas de si pueden entrar o no en una calle del centro con sus coches, ahí estará su gobierno local para aclararlo: ante la duda, pase, no consulte. Es una primera medida, pero fuentes de su gobierno ya han adelantado que habrá más levantamiento de restricciones en cuanto puedan y que se hará una nueva ordenanza.
Madrid Central se impuso con el consenso social y europeo de que había que tomar medidas para dejar de respirar humo, aunque surgieron algunas quejas de supuestos defensores de la libertad, como también surgieron adalides del 'yo' cuando se prohibió fumar en los trenes o los ascensores. Los datos desmienten los miedos y las teorías conspirativas: en su primer año de funcionamiento, Madrid Central redujo un 20% la contaminación.
El hecho de que fuera idea del anterior gobierno, liderado por Manuela Carmena, ha hecho que el nuevo alcalde, del PP, haya emprendido un camino errático. Quiere deslavazar las medidas, después de prometer quitarlas en campaña electoral y acabar por paralizarlas cuando tomó posesión. Pero cada vez que toca el proyecto e intenta justificarlo se topa con los tribunales, manifestaciones en las calles, críticas o la amenaza de multa de la Unión Europea.
No quiere asumir todo el plan, pero tampoco quiere asumir el coste de quitarlo de una, porque cada vez es más difícil explicar que más coches sea mejor. Por eso entra en el terreno pantanoso de la justificación e inaugura un ecologismo embridado: se trata de cuidar el medioambiente y revertir la contaminación pero sin molestar demasiado. “El tiempo para actuar ya es absolutamente inaplazable”, dijo el 3 de diciembre en una mesa redonda de la COP, después de paralizar Madrid Central nada más tomar posesión como alcalde. Acto seguido dijo que “tener discrepancias con una medida [Madrid Central] no significa que uno sea negacionista”. El asunto es que o uno lucha contra la contaminación con decisión, o no, porque como el propio Almeida dice no hay tiempo, ni tampoco posibilidad de contemporizar, porque ya es muy tarde y el bienestar en las grandes ciudades y los pulmones de sus ciudadanos deberían ser lo primero.