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Apelar a la conciencia por pura conveniencia

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo

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Apela a la conciencia ajena pero es pura conveniencia propia. Feijóo carece de alternativa para Catalunya. Aquí su respuesta a la pregunta este domingo del director de La Vanguardia, Jordi Juan:

-Sánchez tiene un plan para Catalunya, ¿cuál es el suyo?

-Mire, yo he venido a Catalunya más veces que a ningún otro lugar de España. ¿Por qué? Porque sé que Catalunya debe tener una oferta y una alternativa políticas para que nadie que crea en el Estado de derecho, en el pacto constitucional y en el Estatut se sienta huérfano. Intento representarles y defender sus derechos y sus libertades. Intento decir que no hay nadie que tenga privilegios para saltarse la ley. Yo vengo a Catalunya porque fue durante muchas décadas el faro del cosmopolitismo y de la vanguardia de España y debe volver a serlo. Vengo a Catalunya porque sé que le faltan infraestructuras, porque sé que tiene la mayor presión fiscal de España, porque la Generalitat tiene una deuda pública que no le acredita solvencia en los mercados y en los bancos. Y voy a seguir viniendo a Catalunya a ofrecer el pacto de la concordia y la reconciliación social y económica en Catalunya.

Todo dicho. A falta de proyecto propio, el presidente del PP apela a la conciencia del viejo socialismo y se obsesiona en trazar una línea divisoria entre Pedro Sánchez y sus barones. De ahí una estrategia que pasa por redoblar la presión sobre los parlamentarios socialistas para que se rebelen contra la derogación del delito de sedición que este jueves se vota en el Congreso. Yerra el presidente del PP. Y yerran quienes, como él, invocan los nombres de Felipe González, el del desaparecido Alfredo Pérez Rubalcaba o el del indómito Emiliano García Page para hablar de otro PSOE y atacar al que representa el actual presidente del Gobierno.

Por más que se empeñe la dirección genovita, no hay dos PSOE y tampoco hay en el socialismo nadie dispuesto a hacerle el juego a la derecha. El presidente de Aragón, Javier Lambán, que es tan crítico como Page con la reforma del Código Penal para contemporizar con el independentismo catalán, lo ha escrito con todas las letras: “Es increíble que @populares intente una rebelión socialista contra @sanchezcastejon. Si fueran alternativa, si creyeran en sí mismos, podrían presentar una moción de censura. No se atreven. Estoy en contra de suprimir la sedición, pero que no cuenten conmigo para sus estrategias”.

Mucho más diáfano en calificar la táctica pueril de los populares de meter a los muertos en la conversación pública ha sido el portavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid, Juan Lobato, al pedir al PP que por dignidad y respeto no usen el nombre de Alfredo Pérez Rubalcaba para atacar al PSOE “porque antes deberían pedir disculpas por los insultos que le dirigieron durante décadas”. En esta misma línea, otros destacados socialistas de lo que se conoce por 'el viejo testamento' han recordado estos días en las redes sociales que la lealtad con el PSOE del que fuera vicepresidente del Gobierno con Zapatero siempre estuvo fuera de toda duda y que, aunque pudiera discrepar en ocasiones de sus correligionarios, jamás hubiera permitido que la derecha arrastrara su nombre por el barro del debate partidista para propinar un castigo continuado a Sánchez.

Y más allá de vivos o muertos, hay además una extensa hemeroteca que atestigua las despiadadas campañas que la derecha protagonizó contra todos ellos cuando gobernaban y que demuestra que su memoria flojea. No solo por lo que olvida, sino por lo que sabe sobre cómo se comportan todas las organizaciones políticas ante los ataques exógenos. Incluso la suya propia.

La misma conciencia a la que apela Feijóo para llamar a la rebelión de los socialistas críticos con la derogación del delito de sedición es la que utilizó el PSOE en su intento de fracturar al PP contra la posición de Aznar ante la guerra de Irak o la reforma del aborto de Gallardón y la que invocó el PP también para pedir una comisión de investigación sobre los GAL. La respuesta fue siempre el cierre de filas. Y eso que en los tres casos, se pidió el voto secreto en el Congreso. 

Más allá de las votaciones para elegir presidentes de la Cámara Baja, las Cortes Generales han votado tres veces en secreto sobre propuestas e iniciativas, después de que la oposición de un signo u otro forzase esa forma de votación. La primera vez fue en 1995, cuando el PP logró que el Senado aprobara por un solo voto de diferencia la constitución de una comisión de investigación sobre los GAL, pero en el PSOE no hubo fuga alguna. Los 111 senadores socialistas votaron como un solo hombre. 

Y lo mismo ocurrió en 2003, cuando en el Congreso se votó el respaldo a la guerra de Irak y los 183 diputados del Grupo Popular mantuvieron su unidad interna sin fisuras, pese a que en esos días se habían sucedido las críticas de algunos populares con la estrategia de su Gobierno. Solo Celia Villalobos se atrevió en 2014, también en votación secreta pedida por el PSOE, a romper la disciplina ante una propuesta de resolución que pedía la retirada de la reforma de la ley del aborto, pero sabía que su voto no ponía en peligro la posición del partido. 

El iluso empeño de Feijóo en que descarrile la unidad interna del PSOE ante la reforma del Código Penal tiene en contra al Reglamento del Congreso, que impide las votaciones secretas en los procedimientos legislativos. La dirección popular es consciente de ello y de ahí que se detenga en invocar al “socialismo de la Transición” y el “antiguo testamento” para que se atreva a “dar la cara ante el sanchismo”.

Elías Bendodo ha llamado incluso “cobardes” a los socialistas justo antes de pedirles que voten en conciencia para demostrar que “se siguen llamando socialistas” ¿Qué pasaría si las votaciones fueran en urna y secretas?, se preguntó antes de responder que “seguro que más de un socialista podría votar en conciencia”. Seguro que no. Que el PP desee pactar con “otro PSOE” no significa ni que ese PSOE exista más allá de su imaginario ni tampoco que los socialistas tengan que elegir a su secretario general de acuerdo a las preferencias de la derecha. Pero ellos insisten solo porque no tienen más respuesta al conflicto catalán que el de trasladar un problema de Estado a los jueces y a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad -como hicieron en 2017- y porque, como dice Lambán, no están en condiciones de impulsar una moción de censura, como le reclaman sus aliados de bloque de Vox y Ciudadanos. 

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