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Y Aznar cogió la batuta

José María Aznar, Isabel Díaz Ayuso, Alberto Núñez Feijóo y José Luis Martínez-Almeida.

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La actualidad se centra en el debate de la ley de amnistía en el Congreso y en las diatribas expuestas por el PP y su único socio y correligionario, al margen de las quejas interpuestas por Junts que finalmente han tumbado la ley en esta primera convocatoria. El texto volverá a la Comisión de Justicia para forzar una última negociación con el Gobierno ante la acometida con tintes políticos de algunos jueces. Siendo importante, y marcando tendencia, el estruendoso ruido mediático no es sino la hojarasca que intenta ocultar el verdadero asunto crucial. Bastante más sinuoso: el poder que, entre otras cosas, permitiría incorporarse a un movimiento internacional tendente a incrementar el gasto militar a través de inocular miedo a la sociedad, y José María Aznar se involucra una vez más en ser la voz de los poderes en la sombra. Es una parte del despojo general que practican estas políticas. Sin el menor recato ya, dado el historial de impunidad del que ha gozado, Aznar marca pautas claras que el resto del equipo cumple de momento escrupulosamente. Sus llamamientos a la acción –¿a la rebelión?, ¿al golpismo?– son escuchados: ahí están al pie del cañón quienes pueden hacer, y hacen.

Lo más terrible que le puede pasar a una sociedad es que se unan la industria armamentista y la industria del miedo y en eso están con Aznar en cabeza por la parte española. La gresca con la ley de amnistía es el ruido que se precisa para debilitar o tumbar al Gobierno y ejecutar los planes que el señor oscuro describe y desea. 

Aznar fue el presidente del Gobierno que implicó a España en la invasión ilegal de Irak, en la guerra y sus sangrientas consecuencias, con la falacia de unas armas de destrucción masiva en poder de Sadam Hussein que no existían. Y sigue siendo escuchado por algunos como si tuviera alguna credibilidad. Pero su grito de guerra –nunca mejor dicho– “el que pueda hacer, que haga”, se está cumpliendo con una eficacia aterradora. 

Aznar lanza su plan de alarma hablando de una hipotética intención invasora de Putin el mismo día que un juez se apunta a involucrar al ex presidente catalán Puigdemont con el mandatario ruso porque, según explica una de sus portavocías, El Mundo, “Rusia filtró sus intenciones de invadir Ucrania al entorno de Puigdemont, según el juez”. Delirante, pero si quieren que cuele, cuela, y hay quien se lo traga. Claro que se lo cuenta y recrea hasta el informativo de televisión de mayor audiencia, con encendido entusiasmo de sus admiradores.

No se engañen, sin embargo: no buscan apuntarnos a una guerra por patriotismo, sería para forrar más aun los riñones de los lobistas. Que son muchos y no están en lejanas montañas. Algunas, sí. En los Estados Unidos que guían a Aznar. Por supuesto, en los republicanos de Trump. La palabra demócrata debe producir sarpullidos por sí sola al ex presidente español.

Se está produciendo con claridad una ofensiva belicista para involucrar a la población. Según recogía con amplitud un interesante articulo de La Vanguardia: “Altos mandos militares europeos piden a la ciudadanía que se prepare para la guerra”. La corresponsal en Bruselas, Beatriz Navarro, detallaba, con nombres y apellidos, como “de Suecia a los Países Bajos, pasando por Alemania o el Reino Unido, las advertencias a la población sobre la posibilidad de que la guerra de Ucrania se extienda al resto del continente y la necesidad de ”mentalizarse“ se suceden en boca de altos mandos militares y políticos”.

Ese clima belicista ha conseguido que 20 estados miembros de la UE aumentaran en 2022 sus gastos de defensa pero nadie serio cree que Putin se plantee invadir un país de la OTAN, como dice Mark Galeotti, analista del Royal United Services Institute. Y mucho menos Europa entera. Es una maniobra para seguir invirtiendo en armas. Intensa: el profesor Galeotti ve “exasperación” de los promotores “por la falta de concienciación ciudadana”. Hay que ir cogiendo el fusil –quieren hacernos creer–, y la gente está a por uvas.

En su preocupante convocatoria, Aznar decía: “No podemos consentir que Europa siga en un estado menesteroso en seguridad y defensa”. Quiere armas y actuar bajo la égida de Estados Unidos. También ve un tema importante para la seguridad que “Israel gane la guerra”. Por cierto, la maniobra que han perpetrado 16 países de retirar los fondos para el mantenimiento de la Agencia de la ONU para los Refugiados (UNRWA) por la acusación –que se está investigando– de colaboración con Hamás de 12 de sus miembros locales va en la misma línea de complicidades. Se verán afectados los servicios que prestan 30.000 trabajadores en Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, Siria, Líbano y Jordania. Para Gaza es el principal actor humanitario. Hay dos poderosos actores que así lo quieren, como cuenta Olga Rodríguez, Israel y EEUU arrastran a otros países en su pulso contra la protección del derecho internacional en Gaza.

Es una estrategia al margen de unos Estados Unidos que, máxime en año electoral, andan queriendo reducir el gasto militar que dedican a Ucrania. Una victoria de Trump sería la del mejor aliado de Putin, casualmente. No vaya a ser que el problema de Europa venga por su más que evidente debilidad, nacida de su degradación.

Todo esto ocurre rodeando al griterío por la ley de amnistía que importa al PP por lo que pueda sacar de ella y por satisfacer el rencor de su inquina a Catalunya. Nada más. Por la pérdida de la Moncloa que quiere conseguir a toda costa y con las elecciones gallegas en ciernes. Si el PP no revalida en uno de sus principales feudos la mayoría absoluta, harán caer a Feijóo para que gobierne la pieza sin escrúpulos que Aznar tiene para sus planes: Ayuso.

Así que griten Amnistía o Libertad a la voz de los medios que sirven al PP, créanse todas las patrañas y comenten las principales anécdotas de la jornada parlamentaria y, sobre todo, compren el miedo que les venden: a Sánchez, al Gobierno, a Puigdemont, a la libertad real y al progreso, para ver si no notan cómo se les comen las termitas implacables. Cómo les vacían los bolsillos y los derechos. Esta gente es ducha en exprimir las arcas públicas para dar negocio a los amigos y al exquisito personal a su servicio que mantienen en lugares estratégicos. El que pueda hacer, que haga, dijo Aznar y sigue repitiendo en distintas versiones en continuos llamamientos “a los españoles”. Sí, todos podemos hacer algo: mandar al cuerno de la historia las políticas tramposas, por ejemplo. El primero, el gobierno. Para eso hay, precisamente, que perder el miedo al miedo. Se le vence parándole los pies con valentía.

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