Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La fiesta

Barbijaputa

A la fiesta de la democracia, elecciones tras elecciones, estamos siempre todos invitados. Y, como en todas las fiestas, hay gente que no va, hay otros que van por cumplir pero sabiendo que no se lo van a pasar bien y otros que van eufóricos y a darlo todo. Los hay que van con lo puesto y los hay que van sabiendo que su entrada vale por más copas que la tuya. Hay gente que va muy harta de fiestas que luego resultan ser pesadillas y dejan una resaca de mil demonios. Luego están (estamos) los que piensan (pensamos) que esa será la fiesta definitiva que marcará un antes y un después; una donde, después de mucho tiempo soportando que paguemos la cuenta los de siempre para que solo la disfruten unos pocos, nos vamos a poner de acuerdo para echarlos a empujones, a ellos y a sus reglas maquiavélicas según las cuales ahora son los propietarios de la fiesta, del edificio y hasta de los panchitos. Y creen (creemos) que ya verás qué fiesta, que lo primero que vamos a suprimir será la zona VIP y vamos a lograr, sí o sí, que todos los invitados puedan beber, comer y expresarse por igual. Y te creces, porque imaginas un sitio donde los que se han colado año tras año, y encima te han robado el bolso, van a empezar a pagar todas las entradas pasadas y, además, te van a devolver lo robado. Hombre, pues solo faltaba.

Pero luego llega, una vez más, la fiesta de la democracia –qué digo fiesta: FIESTÓN– y te pones tu mejor vestido, te invade de nuevo la ilusión y la esperanza, “esta sí será la buena”. Has hablado con todos tus amigos, tus familiares, en todas las redes sociales la gente clama al cielo, porque está cansada, no puede más, tu pueblo entero está ahogado de recortes y de corrupción, no merecemos eso, y tú misma dices que normal, que hasta tú tuviste que emigrar hace mucho para tener un trabajo digno. Y tu hermana. Y amigos a los que ya no ves. Y está claro, esta vez no va a ser como todas las anteriores porque el sentimiento de hartazgo se respira en el aire, casi lo puedes tocar. Quizás no vaya a ser un giro completo pero lo que está claro es que hoy sí que empieza el cambio.

Y vas a la fiesta decidida. Te plantas allí con los brazos en jarras, y tu cara dice 'qué pasa aquí'. Pero no tardas mucho en darte cuenta de que, una vez más, hay miles de personas que te han dejado plantada, que han decidido no asistir y que casi la mitad de la sala está vacía. Y, para tu pesar, ves que los que sí han ido, están como cada año riéndole las gracias al que les ha robado el bolso y haciendo corrillo alrededor del que se acaba de colar en la fiesta y se está bebiendo tu copa.

Como triste consuelo, te reconoces en los ojos de otros –unos pocos, mucho menos de lo que esperabas–, en su enfado, en su desilusión y su no entender por qué. Hablarías con ellos pero no puedes porque, por algún motivo que no consigues recordar ahora mismo, no os habláis entre vosotros, algo grave, seguro, pero ahora que estás ante el verdadero enemigo no atinas a hacer memoria, ¿qué era eso tan grave? En fin, algo será, seguro.

Para cuando acaba la fiesta estáis ya arrinconados, como en otras fiestas, como en otros años. “Los del cambio y el futuro mejor, por favor, a ese rincón, venga, sin formar un espectáculo, que aquí estamos pasándolo bien”. Así que abandonamos la fiesta sin decir ni mu y sin ningún plan de contraataque. Una vez más. Enfadados y solos.

Dicen que en democracia hay que respetar lo que quiere la mayoría. Y que, si no respetas que tu gente pida fiesta tras fiesta que les quiten el pan de la boca y hasta el techo, eres una antidemócrata. Empiezo a pensar que soy una antidemócrata y que va a ser por eso por lo que no me lo paso nunca bien en esta fiesta. ¿Y si “los del cambio” no somos bienvenidos? ¿Cuántas fiestas más tenemos que pasar arrinconados para que creamos que esta sí que será la definitiva? Este año aún nos quedan dos más.

¿Vamos a tener que optar por dejar nuestro mejor vestido y nuestra ilusión en casa y, por el bien de nuestra salud mental, olvidarnos de que esta fiesta, algún día, será lo que nosotros –solo unos pocos– queremos que sea?

Etiquetas
stats