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Aprender con nosotras

Barbijaputa

Que no os engañen los comentaristas de artículos como éste, el feminismo está en auge también entre los hombres.

Hombres que empiezan a conocer más a fondo la lucha feminista y se interesan por saber más, que preguntan y que no ponen en tela de juicio el argumentario feminista. Hombres que, cuando no entienden algo, preguntan desde la más sincera intención de comprender y seguir avanzando.

¿Cuál es el papel de un aliado dentro del feminismo?

En realidad, es sencillo si no te cierras en banda para desaprender todo lo aprendido... pero, más allá de la dificultad o facilidad que le suponga a cada uno, lo cierto es que es un proceso muy lento. Es decir, en dos días, dos semanas o dos meses, no vas a adquirir todo el conocimiento necesario. Casi diría que es un trabajo de por vida, y no sólo para vosotros, también lo es para nosotras.

Empieza siendo un trabajo de autoanálisis, con interés real en profundizar en tus propias actitudes, expresiones y hábitos. Es necesario observarse mucho para darse cuenta de cuándo estás hablando por encima de otras mujeres, de cuándo las estás interrumpiendo, de cuándo y cómo copas su tiempo en conversaciones y su espacio en el plano físico. ¿Cómo hablas? ¿Cómo te sientas? ¿Cuándo y cuántas veces haces que otras tengan que plegarse para que tú estés cómodo? En el sofá de casa, en el metro, en la oficina, en el bar con tu pareja o tus amigos. Parece algo nimio, pero no lo es: tener todas esas actitudes es tener interiorizado que tú primas por encima de ellas.

Ser un aliado del feminismo es no mantener silencio cuando ves a un compañero de clase o de trabajo abusando de su poder o agrediendo verbalmente a una compañera. Es no fingir que no ves cómo tu amiga o tu vecina se muestra violenta o se incomoda ante las palabras o actitudes de tu amigo o de tu vecino. Es dejar de lado lo que pueda suponer para ti enfrentarte a tus propios amigos en estas situaciones y centrarte en que ya has callado suficiente tiempo miles de escenas similares: estar convencido de que no quieres pasar por alto ninguna más. Porque permanecer estático no deja la situación como si tú no hubieras estado, tu silencio no es inocuo, sino que te convierte en cómplice: con tu indiferencia estás perpetuando y fomentando el machismo, con todo lo que eso conlleva: acoso, abusos, agresiones... El machismo se nutre de la complicidad del resto. El machista rara vez es reprendido por hombres y se hace fuerte con la presencia y consentimiento de otros.

Ser un aliado del feminismo es también no sentirte avergonzado por preguntar a feministas si algo que has hecho o dicho es machista. Ser aliado es, también, no tomar la respuesta que se te dé como un ataque personal por tu género.

Cuando llega el día en el que preguntas a una feminista sobre feminismo con la misma naturalidad que preguntas a un hombre sobre cualquier otra cuestión sin sentir amenazada tu masculinidad, creo que es el día ideal para empezar a hacer pedagogía. Pedagogía a otros hombres. A tus amigos, a tus compañeros, a los hombres con los que sueles interaccionar.

La meta que debería pretender cualquier aliado es aprender con nosotras y llevar lo aprendido a sus propios espacios.

¿Qué no esperamos de un aliado?

Lecciones. Mansplainings. Consejos condescendientes. Ataques cuando no esté de acuerdo. Que espere que le demos las gracias por no ser machista. Que espere un incentivo cada vez que se involucre en tareas que la sociedad se empeña en adjudicarnos a nosotras, como las domésticas o los cuidados. Que sea feminista sólo cuando está con feministas. Que intente liderar el movimiento. Que se diga feminista sólo porque va unido al ser “de izquierdas”. Que use el feminismo para ligar (de éstos hay tantos que he perdido la cuenta, desde aquí os digo que, por favor, no lo hagáis: se nota muchísimo).

En definitiva, no esperamos de un aliado feminista que sea un machista camuflado.

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