Nosotros, los delincuentes
Hasta hace apenas dos años, nuestros gobiernos eran comprensivos con nosotros, sonreían en los mítines, sólo tenían palabras amables a través de las redes, contestaban con entusiasmo cualquier pregunta, prometían soluciones en precampaña y no había problema que no pudiera ser fácilmente resuelto.
Mariano no sólo contestaba preguntas, también hacía bromas con sus ciberactivistas durante la campaña electoral:
(A lo mejor a vosotros no os hace gracia, pero porque no entendéis el humor liberal)
También Rubalcaba lo daba todo en las redes.
(¿Cómo puede ser que no ganara las elecciones del 20N?)
En esta misma época, los ciudadanos íbamos a nuestro banco y confíabamos ciegamente en lo que allí nos contaran sobre hipotecas, preferentes, inversiones... el dinero no podía estar nunca más a salvo que allí. ¿Quién iba a aconsejarnos mejor sobre estos temas que los propios expertos? ¿Quién nos decía mejor lo que queríamos oír con el “Para pedir 30 millones, pide 35 y ya lo amueblas”? Pero incluso después de explotar la burbuja inmobiliaria, de desahuciar a miles de familias, de intervenir bancos y de socializar pérdidas, desde Bankia, por ejemplo, todo eran soluciones y buenas vibraciones:
Incluso se permitieron, hace unos días, un poco de humor. ¿Por qué no? ¿Qué es la vida sin las risas?
(A mucha gente no le hizo gracia este tuit y Bankia lo acabó borrando. Gente sosa).
En esa misma época, nuestra Casa Real era una monarquía modélica. El rey, campechano ejemplar, hacía equilibrios con su economía doméstica y repartía su asignación anual entre él, su mujer, sus tres hijos y su número indefinido de nietos, sin jamás quejarse. El rey siempre se saltaba el protocolo y hablaba con los espontáneos que gritaban ¡Viva el rey! y se acercaba a los periodistas para hacer chascarrillos. Dios, qué época.
Toda la familia posaba para el ¡Hola! de buena gana, eran felices, estaban unidos, eran todos rubios y estaban tostados por el sol; se querían. Un ejemplo de conciliación familiar para el resto de nosotros.
En esa época, también teníamos un representante de esta parte en Tuiter. Iñaki Urdangarín se abrió una cuenta y su primer tuit fue éste:
(Y desde luego que gracias a Paco).
Desde que saltó la polémica del Caso Noos, Iñaki no ha tenido tiempo de actulizar su perfil. Pero ya volverá, seguro que en Catar hay ADSL.
Sin embargo, no hemos sido capaces de apreciar la suerte que teníamos. Nos han consentido demasiado, y ahora nosotros estamos respondiendo como verdaderos delicuentes.
Hemos abusado de la cercanía que nos brindaban los políticos y hemos acabado acosándolos en sus portales.
¿Qué hemos conseguido? Una orden de alejamiento de 300 metros de las casas de políticos. Hemos conseguido hasta que tengan que salir de sus yates viejas glorias a sermonearnos por poner pegatinas:
(Tuits como éste desde varias cuentas oficiales del Partido Popular haciéndose eco de las palabras de Felipe González resumen bastante bien lo que hemos estado votando durante toda la democracia).
Hemos hecho huelgas sólo para que la Sanidad, la Educación y la Justicia sigan siendo universales, públicas y sin repago. Sin entender que en la coyuntura actual no se puede porque no hay dinero y lo único que puede subvencionarse es el deporte, la Iglesia y los toros.
¿Qué hemos conseguido con tanto alboroto? Que la resistencia pasiva sea considerado ahora como un atentado a la autoridad. Y que quieran modular nuestro derecho a huelga.
Hemos protestado demasiado por el robo a cuatro manos del yerno del rey y la infanta.
¿Qué hemos conseguido? Que Iñaki tenga que emigrar como tantos jóvenes a otro país. Quizás no a poner cafés a Londres, quizás sea como entrenador de balonmano de la selección de Catar, pero emigrar al fin y al cabo. Hemos conseguido que tenga que exiliarse a un país que, casualmente, no tiene acuerdo de extradición. No tenemos límites.
Nos hemos quejado y manifestado por cada caso de corrupción, cada sobre, cada cuenta en Suiza, cada regalo de la Gürtel a nuestros dirigentes, cada traje.
¿Qué hemos conseguido? Que se vean obligados a infiltrar policías entre nosotros para desacreditar las manifestaciones pacíficas. Y que después de llenar las calles, las avenidas, las ciudades, la Delegación de Gobierno nos ningunee y dé cifras irrisorias sobre el número de manifestantes.
Luego entras en Tuiter y te replanteas tu forma de proceder al leer que un exdiputado del PP se ha visto obligado a amenazarnos, asustado por nuestro salvajismo.
O al ver cómo nuestra delegada de gobierno compara a los manifestantes con delincuentes.
Y piensas, ¿en qué me he convertido? ¿Qué clase de monstruo soy?
Estamos convirtiéndonos en una sociedad sin control, sin valores, sin miramientos, sin empatía.
Nos comportamos como salvajes y el gobierno no da abasto legislando a golpe de prohibición para mantenernos en el redil.
Paremos esta locura. Dejemos de hacer el cafre, de gritar y rebelarnos por lo que fue, de luchar por derechos que ya no existen, de llamar a los porteros de los políticos ahora ya parapetados tras la policía, dejémoslo todo. Comportémonos como gente civilizada. Sólo tenemos que esperar dos años y medio más a este ritmo de recorte ideológico, de vejaciones y de mendicidad, de privatización de los beneficios y socialización de las pérdidas.
No necesitamos ningún proceso constituyente, ninguna reforma de la ley electoral, no necesitamos nada más que paciencia y tiempo.
Yo me estoy quitando. Y desde aquí animo al resto de delincuentes a que se sumen a esta iniciativa.
#SePuede