¿Pudo ganar 30 millones? ¡Y 300!
Uno de los argumentos más flojos contra Bárcenas es ese tan repetido de que no es posible amasar una fortuna de hasta 30 millones en pocos años. Espero que la Justicia encuentre evidencias más sólidas que esa, porque si la prueba de su actividad delictiva fuera un enriquecimiento súbito, yo sería el primero en poner la mano en el fuego por él.
¿Cómo que alguien no puede ganar treinta kilos en menos de diez años? ¿Que no? ¡Y trescientos! Que estamos hablando de España, oiga, la patria del pelotazo, el país donde más fácil y alegremente se puede uno hacer millonario.
Otra cosa es que Bárcenas no pueda demostrarlo, o que haya pruebas de que el dinero es de origen ilícito. Pero a mí no me sorprendería si al final Bárcenas probase que ganó ese pastizal sin romper nada, sin infringir ningún artículo del código penal.
Cuando el banco suizo Dresdner Bank le preguntó por el origen de los millones, o cuando ayer el juez Ruz le interrogó, Bárcenas siempre apunta en tres direcciones: compraventa de obras de arte, negocios inmobiliarios y jugadas en Bolsa. De la primera no sé mucho, aunque imagino que más de uno se ha hecho de oro comprando y vendiendo cuadros. Pero de las otras dos, el ladrillo y la Bolsa, tenemos ejemplos sobrados de lo fácil que se han forrado muchos.
Cuenta Bárcenas, por ejemplo, que participó en una promoción de chalés en Baqueira que dejó unas plusvalías del 200%. ¿Suena disparatado? Ni mucho menos. Sabemos de muchos promotores que triplicaron o cuadruplicaron su inversión comprando y vendiendo suelo que de la noche a la mañana multiplicaba su valor por aprobarse un plan urbanístico.
Un ejemplo entre cientos: en 1999 la Fiscalía Anticorrupción investigó a Lorenzo Sanz por una recalificación de terrenos en Madrid, en Barajas, que le hizo ganar 2.000 millones de pesetas en seis días. Su empresa compró por 1.400 millones unos terrenos donde no se podía edificar. Seis días después el ayuntamiento recalificó la parcela, y el solar se revalorizó más del doble. Pe-lo-ta-zo. Se habló de información privilegiada y tráfico de influencias, pero ahí quedó. Y como ese hubo muchos.
La otra fuente de riqueza que alega Bárcenas es la Bolsa: su activa cartera de inversión y su buena mano apostando. Pues tampoco sería tan descabellado, porque durante años las bolsas han sido un casino donde los más listos multiplicaban sus ganancias apostando intradía o vendiendo en corto. Es decir, especulando, porque la Bolsa ha servido durante décadas no para cubrir las necesidades de capital de las empresas, ni para financiar la economía productiva, sino para que los especuladores jugasen. El triunfador era aquel que apretando un botón ganaba millones en un segundo. A veces ni ese esfuerzo hace falta: mediante robots bursátiles.
Tanto en un negocio como en otro, el inmobiliario y el bursátil, la clave no estaba en la suerte, sino en la información. Sabemos de muchos compradores de terrenos y operadores de Bolsa que trabajaron con información privilegiada, algo siempre difícil de demostrar, y que pocas veces se investiga. ¿Cuántos grandes patrimonios resistirían una investigación a fondo?
En fin, que no dudo que Bárcenas sea un chorizo, pero tampoco sería descabellado si hubiese ganado todo ese dinero “legalmente”. Y pongo las comillas, porque al final todo es una cuestión de quién hace las leyes, qué se considera delito y qué no. Y aquí durante años se ha podido especular con viviendas a lo loco, o poner empresas en apuros por las oscilaciones brutales de sus valores, y no pasaba nada, no había juez que investigase, porque es tan legal como hacer dinero con la sanidad pública. Y cuando sí había delito, solían correr más rápido que la Justicia.
Los listos se lo montaron bien, y tienen a buen recaudo sus plusvalías de fábula. Y luego está el batallón de los cojos, los juguetes rotos de la edad dorada, los Bárcenas, Urdangarín, Díaz Ferrán, Sepúlveda o Correa. Se creían listos. Pero eran unos pringaos.