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Bots humanos, aliados de los depredadores mediáticos

Diana López-Pinel, la madre de Diana Quer, rodeada de micrófonos y cámaras

Rosa María Artal

Empezó la semana y el año y los programas basura siguieron hurgando en la vida y muerte de Diana Quer y de su asesino confeso. Lo alternan con el independentismo catalán y agitan el cóctel. El último día del año nos trajo el hallazgo del cadáver de la joven madrileña desaparecida en la costa de Rianxo hace año y medio. Uno de los expertos mediáticos en venta de vísceras felicitó a los colegas a través de twitter por haber dejado lavando los gambones de la cena para ir a informar del hallazgo. El servicio público del espejo descarnado, lo primero. Y ahí siguen y seguirán.

De la sala de obsesiones compulsivas de un antiguo diario de referencia sale el enésimo artículo sobre “Las redes sociales, un inagotable surtidor de odio”. Hasta buenas periodistas van cayendo en el temor al fenómeno de los ciudadanos en red –de uso común– que se diría no llegan a comprender. Y, en el mejor de los casos, en la duda de si establecer mecanismos contra ese odio desatado en Twitter no será censura. Y mientras en las pantallas planas de la sala proyectan en bucle sin fin documentales sobre los “ejércitos de furibundos tuiteros”, las de todas las casas se nos llenan de lo que suelta la televisión, la radio y las propias páginas de los periódicos.

El tratamiento que se le aplicó a Diana Quer quedará para la historia de la infamia periodística. La recopilación de barbaridades arrojadas sobre ella sonroja. Resultó que al final “A la fresca de Diana Quer la mató la violencia machista”, relataba Raquel Ejerique. Y ni han recogido velas. Para nuestro mal, no es la primera vez que sucede, ni será la última, si los propios ciudadanos no se toman en serio sus elecciones mediáticas.

La información ha sido devorada por el clic. El clic, el hecho de pinchar la noticia, manda. Muchos periódicos en papel –por no decir todos- dan ya prioridad a la distribución de la publicidad y rellenan huecos con las noticias. Hubo un tiempo en el que fue al revés (los periódicos se dedicaban al periodismo). La mayoría de los usuarios solo lee el titular. Por eso es decisivo: actúa de gancho. Por eso también los artículos de fondo incluso con asuntos vitales para la sociedad tienen menos clics que los escandalosos, morbosos o banales. Si lo pensamos bien es más decisivo tener los datos de la desigualdad para afrontar soluciones que saber que el inefable presidente del gobierno español anda deprisa y se hace un selfie. Y eso que eldiario.es cuenta con unas prioridades de sus lectores infrecuentes en otros medios ya.

La tiranía del clic es el gran problema, sobre todo para las personas mentalmente más vulnerables. El botón del morbo y la gresca brilla más para clicarlo. También en televisión. Las elevadas audiencias de los diversos reinos de la mañana, y casi las 24 horas del día en algunos canales, nos sitúan ante una sociedad inerme en buena parte a lo que le insuflan. Este año, los agravios y vejaciones a las mujeres en varios programas, a la ciencia, a la cultura, al sentido común –en prime time- han alcanzado cotas impensables. El País recopilaba algunos, con gran éxito de clics. El odio a la cordura que en ellos se vierte no se contabiliza. Acompañado de frivolidad, gana audiencia en los medios. Pedroche, abanderada del feminismo –se dice ella misma- por salir en televisión como Norma Duval en los escenarios hace varias décadas. El sexismo de toda la vida, lo comentaba Argelia Queralt, a la moda reivindicativa y haciendo caja. Y, en efecto, el tema se debate entre pasiones como todo el que agita la visceralidad.

El procedimiento es el mismo para el tratamiento de los asuntos políticos, de las personas y acciones que condicionan absolutamente nuestra vida y nuestro futuro. El filón del independentismo catalán, de las banderas y el “a por ellos” lleva camino de enquistarse, dados sus réditos. Los odios y venganzas partidistas saltan a la arena mediática con toda intención. El bot anticatalán, como el antipodemos, da un juego tremendo en el mercado. La publicidad no solo es comercial, aunque algo de eso incluyen ciertas políticas.

Y es que miles de personas se apuntan a participar en los debates que nos afectan, como es lógico y saludable. Confrontar ideas nunca fue un problema. Lo es toparte con quien discurre, se expresa y tuitea como una máquina de repetición de intereses ajenos. Las redes surten el odio existente y puede que ni tanto como otros vehículos de comunicación humana, lo malo es cuando las personas se comportan como bots. Uno de los grandes temores del inmovilismo está, pero no en “lejanas estepas” sino movido por personas de carne y hueso de aquí mismo que actúan como zombies dirigidos. Eso es lo realmente llamativo.

Entre los ciudadanos que conversan, se cuelan esos que actúan como bots tomando partido. O los que siguen a líderes con dos neuronas más que ellos, las dos, empleadas en ganar dinero. A su costa. Sin escrúpulos. Esos tertulianos, esas publicaciones basura que van más allá de todo tabloide terminan atrayendo a sus fines a seres incapaces de discernir las contradicciones que apoyan. Al machista que una y otra vez les dirige hacia el machismo agresor, incluso.

La solución normalmente es no prestarles atención. Hay que discernir las auténticos insultos y amenazas del ataque de los clones unineuronales. Se les ve venir. Allá ellos con sus vacíos. La verdadera violencia está en las políticas que agreden la convivencia y los derechos humanos, y se aplican fuera de las redes, incluso con la nada virtual porra si es el caso. Pero el problema social existe de alguna manera. Si nos ponemos a imaginar, no descartaría que no existan políticos bots e incluso periodistas destinados a replicar los mensajes de quienes los programan. Sus declaraciones repetitivas y tediosas dan alguna pista.

2018 llega inspirando temores. Venimos escaldados y ninguno de los grandes obstáculos se ha superado. La ultraderecha norteamericana impone su programa de la mano de Donald Trump. Lo aplica implacable aquel destartalado magnate elegido en las urnas por seres tan abandonados que terminaron desertando de su entendimiento. Bots. La Europa de las libertades también se afana en ello a través de varios gobiernos electos. Irán reedita las protestas y la represión brutal que ya contabiliza una veintena de muertos. En Turquía nuevas leyes afianzan la impunidad de la represión impuesta por Erdogan que legaliza la violencia policial, sin más requisitos. Es el tiempo de la irracionalidad aplicada a palos. Hay motivos para estar preocupados. Por las amenazas y por la incapacidad de la sociedad que las enfrenta.

Tantos puntos en común con la España del PP y sus socios. Solo bots, cargados de adoraciones o rechazos irracionales, mantendrían este estado de degeneración en el que vivimos. La España de la corrupción, la desigualdad, el autoritarismo, va a más. Es diario su ascenso. Bots que llegan a entender que el gobierno del PP es el principal responsable, no atan cabos del papel de Ciudadanos y PSOE en su mantenimiento y andan borrando cualquier otra solución.

Ejércitos de tuiteros cargados de odio no tanto como bots inconscientes de su misión de servir a intereses ajenos. Atascando las arterias de esta sociedad. A veces el remedio se reduce a una pura selección, a desechar divertirse embruteciéndose, y elegir informarse donde dan noticias.

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