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Así es la brecha de género en las condiciones laborales

J. Ignacio Conde Ruiz

Ignacio Marra —

Desgraciadamente, la desigualdad de género afecta no solo a la decisión de trabajar (que analizamos la semana pasada), sino también a las condiciones laborales y el desarrollo profesional.

En primer lugar, encontramos diferencias de género en las perspectivas de encontrar empleo, tal y como refleja la brecha de género en la tasa de paro. Tradicionalmente, España ha sido un país con una elevada tasa de paro y grandes diferencias en la misma entre hombres y mujeres. En el año 2000, la tasa de desempleo de los hombres en España era del 9,5%, mientras que la de las mujeres era del 20,4%, es decir 10,9 puntos porcentuales (pp) de diferencia. Este nivel de desigualdad era muy superior al de Alemania (-0,6 pp), Francia (-3,6 pp) e incluso Italia (-6,5 pp).

Sin embargo, tal y como se puede observar en el siguiente grafico, con la crisis prácticamente se cerró la brecha de género en desempleo. No olvidemos, sin embargo, que la crisis ha sido mucho más intensa en sectores tradicionalmente masculinos como la construcción o la industria, por lo que con la recuperación se está volviendo a abrir la brecha de género en la tasa de desempleo.

Actualmente, incluso tras dos años consecutivos de aumento de la desigualdad, la brecha en niveles medios de desempleo es mucho menor a los niveles de hace 10 años, las mujeres tienen “solo” 1,8 pp más de paro que los hombres, una diferencia que se encuentra al nivel de Italia. Si bien este dato es aparentemente positivo, es importante destacar que en casi todos los países europeos nos encontramos que no hay diferencias en esta dimensión o que las mujeres tienen menos paro. Esto sería lo esperable dado que, como veremos la semana que viene, las mujeres en Europa (incluyendo España) tienen un mayor nivel educativo.

Cabe entonces preguntarse qué ocurre con las diferencias de género en desempleo cuando miramos personas con el mismo nivel educativo. Y lo que observamos es que España en esta comparación sale verdaderamente mal parada. En otros países la desigualdad de género en tasa de paro desaparece cuando comparamos entre personas que han completado estudios universitarios. En España, la brecha es de más de 3 puntos porcentuales, más alta incluso que en Italia. Para personas con educación secundaria superior también tenemos la mayor desigualdad de género en paro de nuestro entorno (casi 5 pp de diferencia). En definitiva, en nuestro país educarse es un activo para la mujer a la hora de incorporarse al mercado laboral, pero no le ayuda tanto como a un hombre a la hora de encontrar trabajo. Los lectores más avispados se habrán dado cuenta que la diferencia media agregada es menor que la diferencia para cualquiera de los niveles educativos por separado. Esto se debe, como explicábamos anteriormente, a que las mujeres españolas de media están más formadas que los hombres (Paradoja de Simpson).

Una vez conseguido un empleo, las mujeres españolas continúan sin tenerlo fácil en relación a los hombres. En España la temporalidad es una de las mayores disfuncionalidades de nuestro mercado de trabajo y afecta a todos los colectivos. A pesar de la gran destrucción de contratos temporales durante la crisis (la mayoría de ellos eran hombres que trabajaban en el sector de la construcción), las mujeres españolas tienen una tasa de temporalidad un punto porcentual superior a los hombres. No obstante, en términos absolutos seguimos teniendo la tasa más alta de temporalidad femenina de todo nuestro entorno. La temporalidad es un problema enorme en España, que afecta tanto a hombres como a mujeres, aunque levemente más a estas segundas.

Otro problema añadido es que la brecha de género en temporalidad en nuestro país aumenta con el nivel educativo. Las mujeres universitarias españolas tienen una tasa de temporalidad del 22,9% (13,8% en la EU-15), frente al 17,3% de los hombres (10,2% en la UE-15). Es decir, entre personas con estudios superiores tanto los niveles absolutos de temporalidad como las diferencias de género en esta dimensión son superiores a la media. Una vez más, formarse no ayuda por igual a las mujeres y a los hombres.

La parcialidad en España no está muy extendida, con tasas relativamente bajas en comparación con nuestros vecinos. Cabe destacar que la parcialidad no es per se un problema, siempre y cuando sea parte de una decisión voluntaria de trabajar un menor número de horas. Es por tanto que a la hora de analizar la parcialidad como indicador de precariedad laboral debemos fijarnos en la tasa de parcialidad no deseada.

El porcentaje de personas que tienen jornada parcial de forma involuntaria ha aumentado mucho en los últimos 10 años. En 2004 ésta era la situación del 3% de las mujeres y del 0,5% de los hombres, mientras que en la actualidad afecta al 11,8% de las mujeres y al 4,2% de los hombres, un incremento debido en parte importante a la crisis. En esta década hemos pasado de tener tasas bastante bajas en el entorno europeo a ser de las más altas, siendo Italia la única economía grande con cifras superiores a las nuestras. Como vemos en la gráfica siguiente, las diferencias de género en parcialidad no deseada están presentes en todas las economías europeas (en Italia, Francia, España y Alemania las mujeres tienen tasas tres veces mayores o más), pero la gran incidencia de la jornada parcial involuntaria en España hace que sea un problema de un importante calibre.

Otro problema especialmente serio en España tanto en general como debido a su efecto asimétricamente fuerte sobre las mujeres es la sobrecualificación. De acuerdo con datos de la OECD, en 2013 el 35% de la población española estaba sobrecualificada (muy por encima de cualquiera de los grandes países europeos). A continuación os mostramos un gráfico sobre la sobrecualificación en su versión más visible (personas con estudios universitarios en ocupaciones elementales), que  afecta a un 4,3% de las mujeres con estudios superiores frente a un 2,5% de los hombres con dicho nivel educativo. Ambas cifras son mucho más altas que la media europea (y las más altas de los 8 países de nuestro estudio). El fuerte desajuste de habilidades y nivel del puesto de trabajo (y la gran diferencia existente entre hombres y mujeres) es una potente señal de desigualdad, mostrando, una vez más, el problema de talento desaprovechado en el caso de las mujeres.

Vamos a concluir con una de las fuentes de desigualdad económica entre hombres y mujeres más estudiadas y más difíciles de medir: los salarios. El nivel salarial depende de multitud de factores tales como el número de horas trabajadas, nivel educativo, ocupación, sector, experiencia, antigüedad en el trabajo, ciclo económico y otros factores observables y no observables. En España la brecha de género en salario mensual en 2014 sin ningún tipo de ajuste se encuentra en el 19,3%, por encima de la media europea (16,3%). Alemania y Reino Unido tienen brechas salariales sin ajustar en el entorno del 20% y Francia, Suecia y Holanda algo inferiores a la media europea.  Italia tiene una brecha salarial muy inferior a la media (7,3%), pero esto se debe a que la tasa de participación es muy baja (les invito a que echen un ojo al gráfico de la semana pasada para verlo claramente), por lo que sólo forman parte activa del mercado laboral las mujeres italianas con mayor cualificación.

Una forma algo más cercana de estimar la brecha salarial es usando salarios por hora dentro de ocupaciones concretas. De esta forma eliminamos el efecto de trabajar menos horas sobre el salario mensual y de la fuerte segregación laboral por ocupaciones que todavía existe (como podemos ver a continuación).

Usando datos de la Encuesta Cuatrienal de Estructura Salarial (cuya última versión publicada es de 2010) podemos ver que en España existe una brecha salarial superior al 14% en todas las profesiones analizadas. Destaca la brecha para el caso de los directivos (22%), las profesiones cualificadas con un componente manual (28%) y los técnicos (23%). Las brechas salariales en sueldo por hora más pequeñas las encontramos en ocupaciones como los profesionales (médicos, abogados, ingenieros, etc) y los profesionales de servicios y comerciales.

Sin embargo, este indicador continúa sin tener en cuenta otros factores como educación, experiencia y sector económico. Las mujeres está más educadas, lo que implica que en ese sentido la brecha está infravalorada, pero por otro lado las mujeres tienen de media menos años de experiencia laboral debido a su posterior incorporación al mercado de trabajo, lo que implicaría una brecha ajustada menor. Guner, Kaya y Sánchez-Marcos (2014) encuentran, usando la Encuesta Europea de Condiciones de Vida, una brecha salarial en 2010 ajustada por todos estos factores del entorno del 20%, muy cerca de la brecha sin ajustar, es decir, que el efecto medio de los factores que afectan positivamente y negativamente tienden, en este caso concreto, a compensarse.

Resumiendo, las mujeres españolas tienen tasas de desempleo mayores, están más sobrecualificadas para el puesto que desempeñan, tienen mayor temporalidad y parcialidad no deseada y perciben salarios mucho bajos que los hombres. En todas estas dimensiones (con la excepción de la temporalidad, que en España afecta a todos), tanto la brecha como el nivel absoluto se encuentran por encima de los valores medios europeos. Además, la crisis parece haber exacerbado las diferencias en parcialidad no deseada y aumentado la brecha salarial. Todo ello pese al nivel formativo relativamente más elevado de las mujeres españolas. La precariedad laboral es un problema importante en España, que como hemos visto incide en mayor medida en las mujeres. Es por tanto clave luchar contra la precariedad laboral. Solo así nos acercamos un modelo de relaciones laborales más justo para todos.

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