Las trabas burocráticas, mecanismo perfecto de recortes en investigación
En España, los investigadores no recibimos la cantidad mínima de dinero necesaria para las necesidades más básicas de nuestro trabajo. Para obtener esos fondos, cada tres años enviamos solicitudes de financiación al ministerio al que le cae en suerte la ciencia, que con este gobierno es el Ministerio de Economía e Innovación (MINECO). Realmente hablamos de poco dinero, muchas veces unos pocos miles de euros por investigador y año; no estamos hablando del presupuesto de una línea de AVE. Pues bien, en estos días, muchos investigadores que presentamos nuestra solicitud en la última convocatoria estamos recibiendo la comunicación de que nuestro proyecto ha sido rechazado por motivos exclusivamente burocráticos. Así, más de 120 grupos han visto rechazada su solicitud por defectos de forma en el currículum de alguno de los investigadores principales. En mi caso, pues yo soy uno de los excluidos, el defecto alegado es que mi currículum, limitado a cuatro páginas, se pasa tres líneas (y es verdad). Hay en torno a otros 200 grupos más excluidos de la convocatoria por defectos de forma en otros papeles de la solicitud.
Con la convocatoria en la mano, los proyectos están bien excluidos. De hecho, el mismo formato Word de currículum que establece el MINECO lo dice en estos términos: “AVISO IMPORTANTE: En virtud del artículo 11 de la convocatoria NO SE ACEPTARÁ NI SERÁ SUBSANABLE EL CURRÍCULUM ABREVIADO que no se presente en este formato.” La norma, en espíritu, tiene sentido. Mientras no existía, había investigadores, y no dos ni tres, que enviaban la memoria del proyecto de investigación en blanco, ganando así varias semanas para elaborarla mejor y luego aportarla en el período de subsanación. Esto es una mala práctica evidente e injusta con los que cumplen los plazos, y debe erradicarse de raíz. Pero esto no es lo que ha ocurrido en esta convocatoria: lo que pasa ahora es que se están utilizando errores de buena fe para excluir a centenares de grupos del acceso a unos fondos básicos para investigar.
Insisto: es culpa de los solicitantes no hacer bien los papeles, sin duda. En mi caso, al pasar mi CV de Word a PDF, Word movió un item a la quinta página, pero yo, mis colaboradores, y la administración de mi Universidad lo debíamos haber comprobado y corregido. Admitido. Pero lo preocupante es que el MINECO tampoco demuestra interés alguno en ayudar a los investigadores a hacer bien su solicitud. En el caso de las solicitudes a la Unión Europea, los formularios de sus páginas web advierten al investigador que ha subido un documento que se pasa del límite. Y en muchos casos, si uno aporta documentos incorrectos, la solicitud sigue siendo evaluada científicamente, y simplemente se advierte al evaluador de que no considere todo lo que excede lo estipulado. Como si, por otra parte, el MINECO, el Gobierno y las administraciones públicas no cometieran errores (de buena fe) constantemente. Así, se publican continuamente leyes y decretos en el BOE con errores, y luego se publica la correspondiente corrección, y aquí paz y después gloria. Incluso el proceso de evaluación de estas solicitudes está sujeto a errores: yo recibí dos proyectos de esta convocatoria para hacer su evaluación científica, y decliné hacerlo por evidente conflicto de intereses, pero nada me impedía haberlos evaluado, mal, claro, y quitarme dos competidores de enmedio. El MINECO puede cometer errores, pero los investigadores no.
¿Qué persigue el MINECO aplicando al pie de la letra una norma cuyo espíritu, entiendo, es simplemente el evitar abusos y no perjudicar a los que actúan de buena fe? Visto lo visto, no parece aventurado concluir que el objetivo es eliminar el mayor número de solicitudes por motivos burocráticos y sin evaluación científica. Con ello, se consiguen varias cosas: por un lado, facilitar el trabajo de la Agencia de Evaluación (ANEP), cada vez más desprovista de personal y fondos. Además, se ahorra un dinero, porque a los evaluadores se les paga una pequeña retribución por proyecto evaluado. Pero sobre todo, el MINECO maquilla las cifras de sus recortes: habiendo excluido varios centenares de proyectos, cuando se concedan los elegidos el porcentaje de solicitudes financiadas será considerablemente mayor, y podrán decir no sólo que no hay recortes, sino que aumenta la cantidad de proyectos financiados.
Pero esta maniobra de lavado de imagen no es lo peor de este despropósito. Lo realmente grave es que, del dinero que pagamos muchos (que no todos) con nuestros impuestos, la escasa parte destinada a la investigación puede no acabar destinada a los proyectos más valiosos, puesto que el criterio de selección no es científico sino burocrático. Estoy seguro de que entre los centenares de solicitudes excluidas por este motivo hay muchos proyectos muy interesantes, y no hablo del mío; pero sería realmente sorprendente que en tanto material no hubiera cosas muy buenas, que se van a quedar sin financiación. Imagine que uno de esos proyectos fuera, por ejemplo, para buscar nuevas curas para alguna enfermedad horrible, el Alzheimer o la ELA (no es mi caso; yo presentaba un proyecto de física aplicada a las ciencias sociales), por ejemplo, y que la idea fuera realmente buena, y que su investigador responsable se hubiera pasado tres líneas en su CV. Claramente, sacrificar tantos proyectos, repito, sin criterio científico, solo puede contribuir a que no estemos optimizando la asignación de recursos en ciencia.
El resultado de esta medida, a todas luces arbitraria, es que dejamos a todos estos grupos sin financiación para su funcionamiento básico durante más de un año, hasta que salga y se resuelva la siguiente convocatoria de proyectos (esta a la que me refiero aquí aún no está resuelta y todavía tardará). Eso quiere decir que los investigadores principales y los estudiantes e investigadores postdoctorales que trabajan con ellos no tendrán dinero para hacer sus experimentos, presentar sus resultados en congresos, colaborar con otros grupos haciendo estancias de investigación o comprar un ordenador nuevo. Por no hablar de que, después de este jarro de agua fría, le quedan a uno pocas ganas de seguir dándose de cabezazos contra la pared. Después dirá el MINECO, el presidente del CSIC y demás autoridades que eso de que los investigadores se van, entre otras cosas, por las innumerables trabas burocráticas, es una leyenda urbana. El ejemplo de Jordi Bascompte (con el que no me comparo ni de lejos), que, harto de no poder contratar personal, cambió Doñana por Zürich, es sólo la punta del iceberg. El único consuelo que nos queda a los afectados es que, al menos, cuando se acabe el proyecto que no nos han dado el MINECO no nos podrá reclamar la mitad del dinero que nos dio originalmente, como viene haciendo en los últimos años. Así va la Ciencia, bueno, y lo que no es la ciencia, en este país.