A la busca del voto guay
El presidente Pedro Sánchez ha dado tal patada al tablero, a su propio tablero, que todo parece indicar que iniciamos ya una larga carrera electoral. Sí, las elecciones serán en 2023, pero ya se sabe que la campaña tiene que empezar antes, mucho antes si es posible. Y además, si cuentas con un presupuesto ilimitado, mejor. Hay que ir a por la reelección.
Sánchez parte con un enorme déficit derivado de la pandemia y sus catastróficas consecuencias, como parte también Emmanuel Macron en Francia para las presidenciales del próximo año, u otros dirigentes sacudidos por la inesperada debacle sanitaria del siglo, que supone una carga de profundidad de imprevisibles consecuencias electorales. Pero también parte con ventaja económica, la ventaja que le dan los fondos europeos. Hay cola para recibir el maná. Previamente han aparecido en Moncloa sesudos informes que certifican la valía de los planes que piden, para su desarrollo, el apoyo de los fondos europeos que deberá distribuir el Gobierno. Por supuesto, los planes cuentan con su sello de calidad digital, verde, sostenible o inarrugable, lo que haga falta.
Pero ahora parece surgir la necesidad de un nuevo sello, el de la juventud. ¡Absténganse viejos o mayores de 50! El nuevo sello es joven y guay, podríamos decir, chupiguay. Para chupiguay, pensarán algunos, ya teníamos a Díaz Ayuso. Pero en esas estamos, en quitarle a Ayuso el label de la juventud chupiguay. Lo remarcó Sánchez en la presentación de su nuevo gobierno, y lo hizo hasta cinco veces en el discurso.
“El nuevo Ejecutivo supone una regeneración generacional ya que la edad media será de 50 años frente a los 55 años del ejecutivo anterior”.
“Un equipo que recibe un gran impulso para acometer una recuperación justa, aportando juventud y cercanía”.
“Quiero destacar la incorporación de hombres y mujeres jóvenes de una valía extraordinaria”.
“Además de un cambio es un rejuvenecimiento muy importante del equipo gubernamental”.
El nuevo Ejecutivo debe responder “a las demandas de los más jóvenes”.
No se sabe lo que hay detrás de este panegírico juvenil, pero seguramente hay que rastrear en indicadores de intención de voto para sacar alguna conclusión certera. Las elecciones de Madrid tuvieron un efecto demoledor para el Partido Socialista y eso ha provocado temor y temblor cara al porvenir. Todos los sondeos, incluido el del CIS, adelantaban un voto juvenil propicio al PP en la comunidad de Madrid en las elecciones convocadas abruptamente por Díaz Ayuso. Este hecho se confirmó durante la noche electoral madrileña con la presencia de numerosos jóvenes en la celebración de la victoria de los populares, que daban vivas a Ayuso.
Los cálculos demoscópicos señalan que el apoyo de los jóvenes al PP en la comunidad de Madrid en los últimos años, los de la presidencia de Sánchez en España y los de Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid, ha pasado del 12% al 29%. También Más Madrid ha vivido un aumento del voto juvenil, pero menos acentuado que el PP.
Ante este panorama, Sánchez provoca la catarsis. Hay que purificar, hay que renovar, hay que rejuvenecer. Y baja la edad media del gobierno de 55 años a 50 años. Podía haberlo bajado a los 45, pero el ministro de Universidades, que rompe la media con sus cerca de 80, no le pertenece a él, así que se libra de la crisis pero provoca un aumento desmedido de la edad media gubernamental. El propio Sánchez se libra por un pelo, con sus 49 años. Es que lo de la edad es un problema si lo situamos como elemento clave para la formación de un gobierno, porque un joven ministro de hoy, es ya viejo y prescindible en un par de lustros, aunque haya ganado en experiencia.
Y, lo de la juventud, se preguntan algunos no tan jóvenes, ¿es la clave para un buen gobierno? Uno, en su ingenuidad, pensaba que la clave estribaba en el programa, aquello que algún político de raza como Anguita, repetía: “Programa, programa, programa”. Es decir, elaboramos un programa político y tratamos de llevarlo adelante hasta sus últimas consecuencias, o negociamos con quien haya que negociar para poder adecuar nuestro programa sin perder las esencias.
Pues no, ahora resulta que lo que importa es la juventud. Mayores de 50, absténganse. Son casi 12 millones de ciudadanos a los que parece lanzarse un mensaje peligroso: No contamos con vosotros. Y eso, sólo hasta la edad de la jubilación si la consideramos en los 65 años y según datos del INE. A partir de esa edad son muchos millones más, muchos pensionistas, pero a estos, en términos de esa nueva media de edad juvenil gubernamental, los consideramos definitivamente fuera del acontecer político. Que se vayan a Benidorm. Pero en Benidorm, y en los Benidorm de turno, el PP se desgañita en las romerías, y baila lo que haga falta con los pensionistas para que no se olviden de votarles. Este es el problema de la democracia una mujer, un voto, un hombre, otro voto, y hay que sembrar bien para luego recoger mejor.
Es evidente que la edad de jubilación real es hoy relativa. Precisamente un miembro del gobierno de Sánchez, el ya talludito José Luis Escrivá, 60 años (otro que rompe la media ¡mecachis!), está empeñado en hacer trabajar a sus conciudadanos bastante más allá que su antigua edad de jubilación de los 65 años. Políticos que han superado con creces esa edad son llamados a tareas complejas y esenciales para su país. Basta con mirar a Estados Unidos, un presidente de casi 79 años. Se me dirá, compensa con una vicepresidenta bastante más joven por si acaso, por si hay que sustituirle. Pero es que Kamala Harris, la vicepresidenta, tiene casi 57 años, tampoco podría servir en este nuevo y joven gobierno español. Por supuesto, la responsable del sistema económico estadounidense, la todopoderosa secretaria del departamento del Tesoro, Janet Yellen, que en agosto cumple 75 años, descartada de plano.
Y qué me dicen de las esencias del poder en la Unión Europea, con una presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que en octubre se pone en los 63 años, y una presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, en edad de jubilación, 65 años, ambas con una carrera de muchos años por delante.
En Alemania, la locomotora económica europea al decir de los medios, su economía estuvo en manos de Wolfgang Schäuble desde 2009 hasta el reciente 2017, cuando lo dejó a los 75 años.
Ítem más. En Italia, en plena crisis política, el presidente de la República, Sergio Matarella, con sus 79 años llama este mismo año para presidir el Consejo de Ministros, y de paso para que trate de solucionar los problemas económicos del país, mediante un acuerdo general de fuerzas políticas, a Mario Draghi, 74 años el próximo mes de septiembre.
En el país más poblado del planeta, que surfea entre el comunismo y el capitalismo, el secretario general del Partido Comunista Chino y presidente de China, Xi Jinping, acaba de cumplir en junio 68 años. En 2018 el comité central del Partido Comunista decidió reformar la constitución para eliminar la cláusula de los dos mandatos, por lo que Xi Jinping podrá eternizarse en su puesto.
Es decir, la juventud es importante. Pero, la experiencia es fundamental. El temple, el carácter, son necesarios. Esa bonita palabra catalana, seny, es algo imprescindible en política, mucho más que la juventud. Si alguien es un artista político y tiene preparación, dotes de liderazgo, capacidad mental, temple, mesura, conocimiento, y visión clara y fundamentada, y además sólo tiene 30 años, adelante con él, la juventud le dará un impulso añadido que, con la edad, va decreciendo. Pero fiarlo todo a la juventud, es como fiarlo todo a un traje de Armani o a un manejo extraordinario de Tik Tok.
Con la que está cayendo, no conviene desatender ese valor que suponen los mayores de 50 años, no conviene desatender, en realidad, a ningún tramo de edad, más en una sociedad en la que la pirámide poblacional, pasó hace tiempo de ser eso, una pirámide, a una temible barrica que pronostica tiempos complicados para la demografía del país. Son, además, millones de votantes a los que hay que atraer. Más que la media de edad de los gobernantes, conviene fomentar la media de su capacidad de gestión, del conocimiento adecuado, del liderazgo y del temple o, como dice la RAE en su definición de este último término, la fortaleza enérgica y valentía serena para afrontar las dificultades y los riesgos.
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