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Una Casa Real indigna y cobarde

El Rey Juan Carlos, en una fotografía de archivo.

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He de reconocer que estoy feliz. La superioridad moral de los republicanos ha quedado consignada en un escrito de la Fiscalía. Quienes abogamos por los valores republicanos consideramos que todas las personas somos iguales ante la ley y que quienes cometen un delito tienen que estar sometidos ante las sanciones de la ley sin importar su condición, renta u origen. Son los valores mismos de la democracia y estamos más cerca de que una República llegue a este país gracias a escritos como los de la Fiscalía, que ponen negro sobre blanco que el rey emérito es un delincuente pero que puede serlo y que los españoles nos tenemos que callar. Cómo no sentirse moralmente superior a los monárquicos. La mejor noticia para el advenimiento de una Tercera República ha sido que el emérito quede impune, porque deja en evidencia que es una institución corrupta y caduca que no tiene capacidad de adaptarse a una democracia plena. Si se le hubiera juzgado y condenado el nombre de Juan Carlos I habría quedado manchado para siempre, pero la institución de la monarquía habría demostrado fortaleza. Afortunadamente no ha sido así y han hecho lo mejor para los republicanos.

La Fiscalía ya ha dejado claro que el emérito robó a todos los españoles en lo peor de la crisis y que va a quedar impune porque lo hizo cuando el rey podía robarnos legalmente y que cuando no podía hacerlo se ha esperado lo suficiente para que sus tropelías hayan prescrito. Es la mejor noticia para los republicanos por lo que implica la degradación de la corona y seguir aguardando de manera paciente a que la gota fría del gen Borbón implosione la corona por dentro. 

Existe una corriente vasalla y reptilicia que cree que la inviolabilidad del rey es un hecho a celebrar. No es una hipótesis baldía pensar que si el rey matara mañana a uno de sus familiares (guiño, guiño) con una de las escopetas de caza que le regalaron jeques y dictadores quedaría impune porque la ley le permite hacerlo. No son propuestas de ficción, nos ha robado y la Fiscalía ha dejado claro que puede robarnos. Pero además existe una corriente mayoritaria en el espectro político y mediático que defiende que el rey por el hecho de serlo no tiene que estar sujeto a ningún tipo de responsabilidad penal. Una corriente que cree que existe un ser humano que por privilegio de nacimiento es superior al resto de españoles. 

Los pecados del emérito no son personales. Los ha hecho propios la Casa Real que dirige Felipe VI con su anuencia y comportamiento. La decisión de la Fiscalía de anunciar el archivo de las actuaciones del emérito por robarnos justo cuando se está produciendo la invasión de Rusia a Ucrania no es una estrategia novedosa. Utilizar un momento de shock social para hurtar a la ciudadanía de un debate serio sobre el comportamiento del emérito fue una actitud que puso en primer plano Felipe VI cuando desheredó a su padre y reconoció la existencia de dos cuentas en paraísos fiscales el día en el que en España se declaró el estado de alarma por la pandemia y los españoles estaban preocupados por su vida. La Casa Real ha demostrado ser indigna por la canallesca de Juan Carlos I y cobarde por la de Felipe VI, que no tuvo el coraje necesario para dejar que nos diéramos el debate necesario sobre el comportamiento de su padre. Nunca se podrá olvidar que Felipe VI se escondió tras las muertes de una pandemia para esconder su comunicado. 

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