Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Feijóo se alinea con la ultra Meloni y su discurso de la inmigración como problema
Israel anuncia una “nueva fase” de la guerra en Líbano y crece el temor a una escalada
Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

El más allá de Casado

La presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso (d) conversa con la portavoz de Vox, Rocío Monasterio (i) durante el pleno de la Asamblea de Madrid

13

Pablo Casado, presidente del Partido Popular, tiene un serio problema. El resacón del show de Murcia, trasladado a Madrid, permite atisbar un futuro complicado para el actual líder popular. En la antigua Real Casa de Correos de la capital, alquimistas de la política quieren aprovechar el impulso de las autonómicas para tomar fuerza y presentar en el próximo futuro a Isabel Díaz Ayuso como la verdadera opción de la derecha para el definitivo asalto a La Moncloa.

Por eso, las elecciones autonómicas de Madrid van a ser utilizadas por Díaz Ayuso como un plebiscito: yo o el comunismo.

La simpleza de semejante disyuntiva escandaliza a buena parte de la clase política. Pero Ayuso ha conseguido algo muy importante, desestabilizar el plan de regeneración del PP de Casado. Para ella está claro que hay futuro más allá de Casado, para él el problema estriba en dilucidar cuál es el más allá del propio Casado.

Éste tenía claras las ideas para su “nuevo” PP, hasta que Ayuso decidió convocar elecciones anticipadas en Madrid y dio al traste con todo. Desde entonces, el líder del PP refleja a la perfección ese refrán que dice que no se puede estar en misa y repicando. Esta semana ha vuelto a agitar el espantajo de ETA. Cuando Casado agita el espantajo de ETA, cuánta nostalgia de aquellos tiempos de unidad antiterrorista, es que ya no sabe qué hacer.

Esta misma semana ha acusado al Gobierno de acercamientos de presos de ETA. Quizá a Casado le suenen nombres  como los de José María Aznar, Jaime Mayor Oreja, Ángel Acebes, Mariano Rajoy o Jorge Fernández Díaz, todos ellos presidentes o ministros de Interior, todos ellos responsables de acercamientos de presos de ETA y eufemismos como “reinserción individualizada”, en ocasiones anteriores, incluso con ETA viva y hasta en ocasión de un secuestro como el de Ortega Lara en 1996.

Hace no mucho, Consuelo Ordóñez, hermana del político del PP Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA, decía sobre los acercamientos de presos: “Los ha habido siempre, aunque ahora se rasguen las vestiduras. También cuando ETA mataba”.

No sabemos si la política es el arte de lo posible, o el arte de lo imposible. Tal como se configura la situación aquí, más parece lo segundo. Por eso Casado, necesitado de mantener el protagonismo de su liderazgo popular, se ve en la necesidad de lanzar nuevos debates que pronto se diluyen ante la velocidad de los acontecimientos. Un buen debate, que se le puede sugerir, es el del transfuguismo, ahí si tiene algo vivo y palpitante y realmente  bochornoso.

Pero vamos a Madrid, donde las encuestas nos dicen que Ayuso mantiene casi íntegro su caudal anterior de votantes, que se lleva el 57% de los anteriores votantes de Ciudadanos y, atención, el 25% de los anteriores votantes de Vox. Y es que el discurso de Ayuso, hábilmente trufado de populismo y nacionalismo, saturado de conceptos emocionales, cala en el votante de extrema derecha.

Es decir, Ayuso comulga con el pan y el vino en la transustanciación de la misa, y con Madrid y España en su política. Su discurso encaja como un guante en el aguerrido votante del VOX de Santiago Abascal. Es otro tipo de transustanciación. Ella se siente cómoda. Pero, ¿y Casado?

“Señor Abascal, no le gustamos. Perfecto, entendido. Usted a nosotros, tampoco. Usted ya es parte del problema de España, y no puede ser parte de la solución que mi partido representa”.

“El problema de España no es sólo que la izquierda y los nacionalistas pretendan destruir la convivencia. El problema completo es que usted contribuye a ello. A la estrategia de ruptura horizontal de ellos, se suma la estrategia de ruptura vertical de Vox.”

Hace sólo cinco meses, Pablo Casado se dirigía así al líder de Vox, Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados con motivo de la moción de censura planteada por ese partido contra el presidente Pedro Sánchez. Y continuaba:

“Lo que ocurre es que no queremos ser como usted. No somos como usted porque no queremos ser como usted. Así de sencillo. El Partido Popular no quiere ser otro partido del miedo, de la ira, del rencor y la revancha, del insulto y de la bronca, ni de la manipulación, la mentira y la involución frentista.”

Aquel día en el que Casado dio un giro definitivo a su guion de estrategia política, consideró que las actuaciones de Vox beneficiaban a las de Pedro Sánchez y que Abascal estaba creando un país de trincheras, odio y temor. “Decimos no a la ruptura que usted busca; no a la polarización que usted necesita, como Sánchez; no a esa España a garrotazos en blanco y negro, de trincheras, ira y miedo; no a ese engendro antiespañol que también patrocinan ustedes, esa antipolítica cainita, de izquierda o de derecha destinada a hacer que los españoles se odien y se teman”. Un ataque en toda regla a Vox y al propio Santiago Abascal. 

Supuso una ruptura de puentes duramente criticada por gente de su propio partido como Cayetana Álvarez de Toledo, ahora en barbecho. “Fue una injusticia y un error”, sentenció Cayetana. Y en determinados cenáculos de la derecha dieron por finiquitado el proyecto Casado.

A la vista de unas elecciones autonómicas en Madrid, cuya campaña no comienza hasta mediados de abril aunque estemos ya en pleno fregado electoral, nos encontramos con dos planteamientos divergentes, cara y cruz, haz y envés, Ayuso y Casado. Mantienen en público la sonrisa, la alegría, el tono de buenos amigos, mas se vislumbran en privado asperezas y desencuentros.

Porque, sí, son más que unas simples elecciones autonómicas. Sobre todo para el Partido Popular, para el aparato todavía instalado en Génova, que había iniciado un proceso regenerador a las órdenes de Casado, y que ve ahora peligrar toda la maniobra de recomponer ese centro derecha que otorgue votos suficientes como para situarse de nuevo en la referencia de la derecha en su sentido más amplio, descompuesta en los últimos tiempos por el ascenso imparable de Vox.

“No somos equiparables, son muchas nuestras diferencias”, decía Casado  a Abascal en aquella famosa sesión parlamentaria. “Tantas como la distancia que media entre el liberalismo reformista y el populismo antiliberal. Entre el patriotismo integrador y el antipluralismo. Entre la economía abierta y el proteccionismo autárquico. Entre la vocación europea y atlantista y el aislacionismo. Entre el interés general y el oportunismo demagógico.”

Ayuso no le pone ningún pero a Vox, es de mejor conformar, y ahí encuentra el aplauso y los vítores de una claque dispuesta a acabar con Casado. El presidente del PP aseguraba que “Vox es el seguro de vida de Sánchez para seguir de inquilino en Moncloa”. Y sabe que si el 4 de mayo la candidata del PP necesita meter a Vox en el gobierno de Madrid para lograr la presidencia, lo hará y entonces saltarán por los aires su manifiesto centrista de la moción de censura y sus posibilidades de llegar a La Moncloa. E intuirá que en los labios de Abascal se va formando una malévola sonrisa.

Etiquetas
stats