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Ceder al chantaje

La ministra de Sanidad, Carolina Darias. EFE/ Fernando Alvarado/Archivo

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Opiniones, a estas alturas de la superproducción sobre las vacunas de la Roja, hay para todos los gustos. A favor, en contra y mediopensionista. ¡Vaya semanita con la profilaxis de los futbolistas! Que si no se previó a su debido tiempo; que si total qué más da incumplir el protocolo nacional si se trata sólo de administrar 51 sueros; que si nos representan a todos; que si hablamos de la imagen de España en el mundo; que si la culpa fue de la federación; que si piove, porco goberno… 

Bueno, vale, venga. Ahí van las vacunas para los futbolistas. Que se las pongan y se acabe cuanto antes con la penúltima zapatiesta nacional. Dos dosis de Pfizer en los próximos 21 días que les serán administradas por personal del Ejército. La ministra de Sanidad cedió a las presiones y aceptó colar a los deportistas, después de haberlo rechazado cuando la federación se lo planteó por primera vez y pese a la indignación de enfermos crónicos, cajeras de supermercados, camareros, conductores de autobús o ciudadanos varios que defienden la igualdad entre los españoles y el estricto cumplimiento de los criterios fijados por las autoridades sanitarias.

Pero resulta que cuando quien más quien menos había aceptado ya pulpo como animal de compañía, va la federación, muy española y muy campeona, y se hace un Junqueras al decir que o les administran una sola dosis de Janssen o que se metan las dos dosis de Pfizer por donde les quepa, que ellos no quieren efectos secundarios en medio de la competición de la Eurocopa. Ole ellos. Ellos se cuelan por delante de miles de españoles y ellos eligen la vacuna que más les interesa. 

Se llaman chantaje y la Darias lo ha aceptado. Al parecer, el presidente de la federación, Luis Rubiales, iba pavoneándose de sus contactos en la Presidencia del Gobierno y de que lograría doblar el pulso a la ministra, como así fue finalmente.

Darias indicó a la federación española de fútbol que sus servicios sanitarios presentasen una solicitud ante su ministerio para pedir la excepcionalidad de acuerdo a criterios médicos, ya que el suero de Janssen no está indicado para las edades de los futbolistas, y que con eso podría hacer la vista gorda ante las contraindicaciones de la farmacéutica. Su disposición a aceptar el órdago de la selección ha indignado a propios y extraños. Algunos socialistas ya han incorporado su nombre a los que circulan en las quinielas de posibles bajas en el Gobierno para cuando Sánchez afronte la crisis de gabinete que tiene en mente.

En apenas diez días, Carolina Darias se ha graduado cum laude en la asignatura de “donde dije digo, digo Diego”. Primero con la rectificación sobre las duras restricciones al ocio nocturno y la hostelería  que pretendió imponer a las Autonomías -en el mejor momento de la pandemia y con 20 millones de españoles ya vacunados- habiendo defendido durante meses que eran las regiones, y no el Gobierno de España, quienes debían liderar la gestión de la crisis sanitaria. Y, ahora, con la polémica sobre el suero de los futbolistas.

Si no llega a ser por el positivo en COVID-19 de Sergio Busquets y de Diego Llorente, Sanidad no habría autorizado la vacunación de la selección española de fútbol al margen del protocolo aprobado entre otras razones porque la UEFA se ha inhibido en cuanto a la vacunación de las selecciones que participan en la competición, y por tanto la política de inmunización ante la COVID-19 es potestad de cada país. De ahí que selecciones como la de Italia o Turquía vacunaran a sus futbolistas hace tiempo, Rusia o Francia haya dado total libertad a los jugadores para inmunizarse o no y Suecia, Dinamarca o Finlandia compitan sin vacunar a los futbolistas para no saltarse el orden de edades establecido por sus gobiernos, que es lo que tenía que haber hecho España desde el principio. Con mucha más razón, vista ahora la chulería y la prepotencia de quienes además han impuesto su voluntad para ser inoculados con la vacuna de una sola dosis. Darias se ha plegado y ahora las federaciones de otras disciplinas deportivas podrán exigir lo mismo. Y, ya puestos, todos los españoles, aunque no trabajen para una industria como la del fútbol profesional, que genera anualmente en España un volumen de ingresos de miles de millones de euros y no tengan un presidente, como el turbio Rubiales, que se jacta en público y en privado de tener buenos amigos en La Moncloa. Todo de absoluta vergüenza, después de un espectáculo lamentable del fútbol y de la política. Eso sí seguirán oyendo que los españoles somos todos iguales.

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