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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

Chiquilicuatres

De derecha a izquierda: Aguirre, Ayuso, Casado, Botella y Gallardón en una imagen de 2019

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Isabel Díaz Ayuso confirma que va por libre. Tras su contundente victoria en las elecciones autonómicas de la comunidad madrileña del pasado mes de mayo, se ha liberado de las cadenas y, envalentonada y azuzada, se muestra dispuesta a tocarle las narices a su propio jefe, Pablo Casado.

En este camino obtiene la bendición apostólica de la ex presidenta de la comunidad y ex líder del PP, Esperanza Aguirre que no se corta un pelo y llama chiquilicuatres a los que en la sede popular, todavía en Génova, quieren poner piedras en el camino a la candidata que, en su opinión, debe asumir cuanto antes la presidencia del partido en Madrid, que no es otra que la actual presidenta.

Lo de chiquilicuatres suena a insulto o a mofa, pero entendemos que la ex presidenta Aguirre, puesta en su sitio por su compañero de partido García Egea, “lo que destrozó al PP de Madrid fue la corrupción”, lo utiliza en el significado estricto de la RAE: “Persona, frecuentemente joven, algo arrogante y de escasa formalidad o sensatez”, lo que tampoco es moco de pavo para referirse a la dirección actual del PP.

Mientras tanto, se publican encuestas favorables a Casado para las futuras elecciones generales, aunque la última del CIS las contradice. Pero las futuras elecciones son muy futuras, salvo crisis en la unión de izquierdas que hiciera saltar por los aires el actual gobierno. No parece que vayan a afanarse en esta labor de destrucción de la coalición ni Yolanda Díaz, ni Pedro Sánchez. Quizá cuando lleguen las vísperas electorales asistamos a movimientos telúricos, pero será allá por 2023. Hasta entonces a Casado le queda un largo camino jalonado de ayusos y compañía.

La presidenta madrileña, que ya apuntaba maneras, sigue empeñada en esa dinámica desestabilizadora de la actual dirección del PP. Un día aparece en Milán para recoger un premio de una organización neoliberal y recibe un tratamiento de líder salvadora por parte de medios de la derecha. Otro, se sube al púlpito de un encuentro de computación responsable organizado en Madrid por IBM, y aprovechando lo de computación responsable, y convertida en la voz oficial del PP, lanza aquello de: “Se me hace imprescindible denunciar la indignidad que supone la mesa bilateral del Gobierno con los independentistas catalanes”.

Obviando el hecho de que Ayuso coincide en denunciar la “indignidad” de la mesa de diálogo de Catalunya, con la opinión de algunos independentistas catalanes de Junts per Cat y de la CUP que no aparecen ni por asomo en tal mesa, que ya es coincidir, la presidenta madrileña se muestra dispuesta a marcar estilo propio en todas sus apariciones públicas y, lo que es peor para su jefe, en las privadas e institucionales.

El presidente del PP prepara con extremo cuidado, porque sabe que se juega mucho, la convención de su partido que tendrá su colofón en Valencia a primeros del mes de octubre. En esas fechas, Ayuso estará en Estados Unidos afilando su perfil de líder popular, y juega al gato y al ratón con la dirección sobre si estará o no estará en el acto final de Valencia.

Como Casado, mentor de la presidenta madrileña en su momento, comienza a estar hasta el tupé de sus manejos tácticos y de los de su consejero áulico, deja caer que para la presidencia del PP de Madrid, y para empezar, hay dos posibles candidatos, la propia Ayuso y el alcalde Almeida, incluso algún tercero o tercera. Almeida, que se mostró partidario en su momento de esa tercera vía para la presidencia del PP de Madrid, cree que hay que salir de esta guerra cuanto antes porque favorece los planes de Sánchez. Pero la guerra, lejos de acabar parece recrudecerse.

En Génova, saltan chispas contra Ayuso y su consejero y jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez. Acusan a este último de fomentar esa guerra entre Ayuso y Casado. Salen a la luz en La Razón, whatsapps entre miembros de la dirección del partido contra el consejero áulico. “Se intentó controlar el partido a través de unos maitines en Sol, que tuvo que dejar de convocar porque se dio cuenta de que no controlaba nada de la operativa del partido”. “Cuando hubo que hacer las listas del 4M, intentó estar en la reunión en la que se decidían, pero el presidente del PP de Madrid no lo permitió”. “También intentó que Ayuso y Casado no salieran juntos al balcón en la victoria, pero tampoco lo consiguió. Y el último episodio ha sido ir por libre e intentar que el Congreso se adelante sin hablar con Génova”.

Como dice Almeida, es la guerra, y en la guerra hay dos opciones, o la ganas, o la pierdes, y los contrincantes parecen tenerlo muy claro.

El pasado mes de junio el secretario general del PP, Teodoro García Egea, preguntado por las intenciones de Ayuso de acceder a la presidencia del PP de Madrid, decía: “Si yo fuera afiliado, lógicamente mi total apoyo a la presidenta Isabel Díaz Ayuso, que ha demostrado que trabajar con firmeza y trabajar por las personas es su santo y seña” .

Pero ahora el mismo Egea dice: “Yo hubiera dicho lo mismo de cualquiera que me hubieran preguntado”. 

Estos chiquilicuatres, se le escucha refunfuñar a Esperanza.

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