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La clase media de los 140.000 euros

El consejero y portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio

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Si le preguntas a un español al azar por la calle: “¿Crees que perteneces a la clase media?”, lo más probable es que te responda que sí. “Clase media” es nuestra autodesignación ficticia favorita, más incluso que decir que tenemos los ojos verdes si nos ponemos al sol, cuando en realidad -vamos a reconocer ya esto de una vez- los tenemos marrones. Según el barómetro del CIS de noviembre del 2021, casi un 50% de los españoles se consideran de clase media. Sólo un 16% de los encuestados cree que pertenece a las clase obrera. 

Es sencillo escoger la casilla de “clase media” porque ahí entra todo, como el plato de un buffet de desayuno en un hotel. Cuando en cualquier mitin un político dice y repite que gobierna para “clase media trabajadora” uno piensa: “Bueno, pues ese debo de ser yo”. También elegimos la casilla de “clase media” porque hace no mucho era un lugar placentero en el que quedarse. Garantizaba una vida sin grandes sobresaltos: un coche en el garaje, una hipoteca que te alejaba de Idealista, una segunda residencia para mojar las piernas en verano, incluso capacidad de ahorro. 

Pero si antes era un sesgo descriptivo, ahora es un sesgo aspiracional.  Dicho de otra manera, no importa cuán precaria sea la existencia de la clase media, se siente esencial diferenciarse de la clase pobre. Y por eso hay personas que votan pensando que son clase media y, en realidad, no lo son. Y hay personas que se adscriben a la etiqueta de clase media para no tener que justificar sus privilegios de clase alta. 

Los desacuerdos sobre quién cuenta como clase media no son meras sutilezas académicas o descriptivas, porque todo en esa definición está atravesado por las políticas económicas y sociales. Cuando el consejero de Educación y vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio, califica como clase media a una pareja con ingresos superiores a 140.000 euros está metiendo a los que más tienen en el cajón de las necesidades porque esa es su forma explícita de hacer política.  

En la entrevista concedida a El Mundo, Ossorio dejó varias frases sobre las becas educativas en centros privados a las que esas rentas altas pueden ahora aspirar que han sido muy compartidas: “[Estas rentas] forman parte de una clase media que paga muchos impuestos, trabaja mucho y no recibe nada”, explica. “Hemos querido que 12.000 becas las pudieran pedir esas personas de clase media que a lo mejor tienen su sanidad privada y dicen: ‘De mí no se acuerda nadie”, continúa. “Lo hacemos también porque la situación económica está empeorando y pensamos que estas familias van a tener difícil llegar a fin de mes”, añade. Han pasado otras frases de la entrevista más desapercibidas como que “si no hubiéramos subido los niveles de renta de las becas no tendríamos beneficiarios” o la respuesta a la pregunta de si no se plantearon mejorar las cuantías para alumnos con menos recursos: “Hay muchas formas de hacerlo. Ante la crisis que viene, la manera más rápida era inyectar estas ayudas a esas familias de clase media”. 

Es el mismo Ossorio que hace unos meses tenía dificultades para ver pobres en Madrid pero que, sin embargo, tiene la vista perfectamente graduada para ver las dificultades de la olvidada y menospreciada “clase media” madrileña a la que hay que ayudar, (como si las becas educativas fuesen una ayuda solidaria que agradecer, por otra parte). Las declaraciones de Ossorio sobre los pobres de cuerpo ausente, recordemos, se produjeron a raíz de un informe de Cáritas que advertía de que un millón y medio de personas se encuentran en situación de exclusión social en la Comunidad de Madrid, un 24% más que antes de la pandemia. Pero, recordemos también, “si no hubiéramos subido los niveles de renta de las becas no tendríamos beneficiarios”.

Tan preocupante es que la miopía de clases afecte obscenamente a los que gobiernan, como que también afecte a los que votamos.  

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