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A colocarse todos

Carteles electorales de los candidatos a la Alcaldía de Madrid Enrique Tierno Galván (PSOE) y Jorge Verstrynge (AP) en 1983.

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Bendito sea el caos porque es sinónimo de libertad

Enrique Tierno Galván

¿Hay algo más patético que la expresión pública y tenaz de la falta de confianza en tus convicciones, en tus gentes, en ti mismo? Tienen que ser muy endebles, muy poco seductores tus ideales para que estés convencido de que la única forma de transmitirlos sea presentarlos como única opción. La ultraderecha y los ultracatólicos apenas creen que sus sólidos y pétreos principios puedan resistir la leve brisa de que sus vástagos oigan ideas distintas.

No confían en su capacidad para dotarles de un criterio que les permita transitar incluso mares ideológicamente procelosos y por eso tratan de vetarles las ideas, de crear un nuevo índice, de protegerles de lo que les podría seducir. Dan mucha pena, en ese empeño por hacerse con los vetos educativos ora en Murcia ora en el futuro en un Madrid que esperan conquistar.

Temen la libertad y sobre todo la libertad de los suyos. “El filósofo, el moralista, que habla de libertad pero que no procura practicarla, o luchar por la misma, no es propiamente hablando un participante de la libertad, es simplemente un cliente de la libertad”, dijo el Viejo Profesor cuando aún en Madrid no se había inventado la libertad de los clientes. Ahora ha llegado Ayuso a tomarle la delantera y a transmutar el significado de las palabras, en la primera fase del totalitarismo o del estupidismo, que todo concepto cambia con el siglo.

“Comunismo o libertad” le iba a decir esta moza al Tierno Galván que gobernó como ella, sin ganar, pero con el apoyo del PCE y haciendo teniente de alcalde a Ramón Tamames. Hay que estar muy colocado para llamarte Ayuso o Casado o Teodoro y pretender medirte en la guerra de las libertades y las gobernanzas con gente como esa. Madrid fue de Tierno y de Tamames, aunque fuera municipal porque no había otra cosa aún que votar aquí, y no solo sobrevivió sino que se vino arriba, pero son tan jóvenes que no llegaron a mojarse en esa libertad del caos que convirtió a Madrid en una ciudad con carácter. “Comunismo o libertad”, dicen los botarates.

No hay libertad sin práctica, dijo Tierno, y no hace falta la sosería para engrasar esa libertad culta y sensata y de tela gastada en los codos, que tiene la gracia de los defectos que han tenido que asumir los publicistas de Gabilondo. Lo contrario de soso no es insensato sino atrayente, interesante, agudo o atrevido. El viejo profesor tenía casi diez años menos que el candidato socialista cuando llegó a la alcaldía y si tenía que pedir a los rockeros que estuvieran al loro o a las mujeres en top-less que no se resfriaran, se lo pedía. Él no solo daba clase a los jóvenes, intentó ponerse en su pellejo.

En mi opinión ese es el Madrid que hay que rescatar y hay que hacerlo a varios brazos, como también lo hizo él dejando a UCD sin su victoria. Ese Madrid abierto, cachondo, creativo, loco. Ese Madrid de todos, artístico, abierto a las Españas, refugio de todas ellas. Ese Madrid reivindicativo, comprensivo, abierto al mundo y refugio de todos los mundos, acogedor y revuelto, tan nuestro y tan ajeno, tan de todos y de nadie. Y, de no ganarlo, no hay que abandonarlo en los garfios de la caspa, del Barbour y las salus, de la única libertad de consumir en las terrazas. Hay que pelear por sacarle brillo, por abrir las puertas a las inteligencias, por acunar la creatividad y por la revolución moral de esa libertad que se practica, que no es disyunción sino coyunda.

Todos juntos. El camino no consiste en recordar al otro que es menos o que es más, que se pasa o que no llega, sino en saberlo partícipe de esa ansia común de devolverle a Madrid el movimiento, la movida, la libertad de que lo mejor sea lo que más gente desea.

La libertad que no es de los consumidores sino de los vecinos. Esa libertad de la metrópoli capaz de permear a toda la comunidad y, no se me molesten, a todo el influjo que una capital puede tener en un Estado.

A colocarse todos y a traer el caos. El caos en el que bailan los viejos y no mueren y hasta gobiernan. El caos de la gente que vive en sus barrios y los habita, de la que locamente quiere tener un futuro en este hormiguero, de la que llena las librerías y las terrazas y los teatros y los parques y las calles y los escenarios. El caos de los que viven su vida en armonía con los que les cuidan y los que educan a sus hijos, esos a los que permiten oír todo y a los que todo les explican.

“El triunfo político es la suma del sentido común y de la capacidad de liderazgo”, dejó dicho Tierno. Cojan cada uno el sintagma que les baila y hagan el esfuerzo de acoplarlo a su campaña. Todos los madrileños que amamos el caos deseamos que sean capaces de colocarse para colocarnos en esa realidad que nunca debió dejar de existir.

Devolvednos Madrid, aunque tengáis que ponerle un poco de salsa, porque detrás acechan los del veto educativo, los del índice prohibido, los que la única movida que desean es la del dinero en las cajas y los tronos bajo palio.

El que no esté colocado, que se coloque.

Muchos queremos que todo encaje, solo faltáis los candidatos.

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