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Del conspiracionismo al fascismo

Miguel Bosé califica al coronavirus como "la gran mentira de los Gobiernos"

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El pasado abril los bulos se centraban en alarmarnos desde la extrema derecha para atacar al Gobierno, también los hubo que se centraron en reivindicar tratamientos milagrosos que triunfaban en los grupos de WhatsApp. Durante esos días, la única medida significativa que se puso en vigor para actuar contra esa desinformación fue que WhatsApp limitó a un solo chat el reenvío de mensajes para tratar de evitar que se viralizaran los bulos. 

Como el ecosistema de impunidad y potencial técnico de los bulos sigue igual, el pasado 16 de agosto hemos comprobado en Madrid una de las más graves consecuencias de la desinformación y los bulos sanitarios. Entre 2.500 y 3.000 manifestantes se concentraban culpando a las autoridades de crear “una falsa pandemia”. Según ellos, no existe evidencia científica para declarar la pandemia y para afirmar que este virus es patógeno. Además “están diagnosticando como enfermos a personas que no lo son, porque se basan en unos PCR que son inespecíficos y no son un test de diagnóstico”. De ahí que en la manifestación violasen todas las normas sanitarias de mascarilla o distanciamiento social como forma de expresar su rebeldía. 

Ojo, que España tampoco es que tenga la exclusiva de las invenciones y movilizaciones, el pasado 1 de agosto unos 17.000 manifestantes circulaban por Berlín en una mezcla de conspiracionistas, simpatizantes de extrema derecha, militantes antivacunas y negacionistas del SARS-CoV-2, el coronavirus que provoca la COVID-19. Allí decían protestar contra “el Nuevo Orden Mundial, la Plandemia [ellos la llaman así], las vacunas obligatorias, los confinamientos, el chip ID2020, la OMS, el 5G y las fundaciones tapadera de Gates y Soros”.

El periodista Ángel Munárriz explica en un magnífico hilo de Twitter la relación entre movimientos conspiranoicos, bulos y fascismo. Desde el libelo antisemita 'Los protocolos de los sabios de Sión' (1902), donde se detalla un complot judío para dominar el mundo y que fue usado para la propaganda nazi hasta hoy con el partido polaco Ley y Justicia que ha defendido el supuesto asesinato por parte de Rusia del que fuera presidente Lech Kaczyński, muerto en un accidente de avión, o pasando por el presidente brasileño Jair Bolsonaro alentando una teoría según la cual ha habido una conjura de intelectuales e izquierdistas para ocultar los éxitos de la dictadura militar. Eso sin olvidarnos de Donald Trump, apuntándose a la teoría de la conspiración de QAnon, según la cual actores liberales de Hollywood y políticos demócratas están implicados en una red de pedofilia. 

Lo siguiente que explica Munárriz es el pequeño paso que hay desde esta situación hasta llegar al fascismo. Recurre a dos libros. El de Jason Stanley, Facha: Cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida, en el que podemos leer: “Lo que sucede cuando las teorías conspiratorias pasan a formar parte (…) de la política y se desacredita a los medios de comunicación generales y a las instituciones educativas es que los ciudadanos ya no tienen una realidad común que les sirva de telón de fondo para poder reflexionar democráticamente”. Y el de Michela Murgia en Instrucciones para convertirse en fascista: “Es preciso minar todo principio de jerarquía entre las opiniones a fin de que no se pueda distinguir entre lo verdadero y lo falso”. 

Como todos podemos observar, son tres circunstancias que se están dando actualmente en torno a las teorías conspiracionistas de la COVID: conjura de los medios contra las sociedades, perverso cientifismo de farmacéuticas y telecomunicaciones; y, en consecuencia, indiferenciación entre ciencia y bulo. Y por tanto confusión entre científico con prestigio y cantamañanas como Miguel Bosé. 

De ahí que ya muchos analistas están advirtiendo de que esa marea, conspiracionista ahora pero potencialmente fascista, que reniega del racionalismo, abanderará la lucha contra la vacunas y proclamará como solución la vuelta al naturalismo bucólico, la alegría de las praderas y las infusiones de hibisco. Por supuesto, sin ningún ingrediente de lucha o justicia social, derechos laborales, servicios públicos, ni mejora democrática. Y lo gran curioso de todo ello es que, como sucede en los movimientos prefascistas, ellos se calificarán de rebeldes y políticamente incorrectos, frente al resto, esclavos al parecer de una ciencia dominada por mentes perversas y manos de poder invisibles. El hashtag de la manifestación de Berlín era #YoSoyLaResistencia

Y es que, en tiempos complejos, donde interpretar la realidad requiere análisis y reflexión, inventarse conspiraciones y entregarse al fascismo es la salida más sencilla

Lo grave es que, cien años después del surgimiento del fascismo, nuestro modelo de información no ha sido capaz de vacunarnos contra la desinformación, la manipulación, el engaño y el enloquecimiento masivo mediante mentiras. Ni mediante un sistema de medios cerrado y reglado primero ni con el sistema abierto de redes sociales y participación ciudadana. 

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