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La contradicción principal

Nicolás Sartorius

I. En esta época de incertezas e incertidumbres en que los sistemas de ideas parecen haberse desplomados con estrépito, se va imponiendo una realidad que, al margen de las creencias religiosas de cada cual, resulta incontrovertible. Los seres humanos somos parte de la naturaleza, es más somos naturaleza y, no obstante, los ataques brutales que ésta sufre todos los día, y de las que somos pacientes y testigos, no se consideran atentados contra los derechos humanos, ni están recogidos en las solemnes declaraciones de derechos del hombre y del ciudadano, ni en los casos más graves se califican de crímenes contra la humanidad. Todo lo más, en los supuestos más perniciosos, de carácter individual, se tipifican como faltas o delitos de derecho común a los que se aplican penas menores en relación a la gravedad de los hechos. Sin embargo, todos aquellos actos de comisión colectiva, por grupos humanos o empresas, permanecen impunes o, todo lo más, se les aplican multas dinerarias que salen rentables en proporción al beneficio inmediato obtenido mediante la contravención cometida. O en el mejor de los casos, se eluden responsabilidades por medio del irracional sistema de la compraventa de bonos de carbono, basado en el principio de contamina lo que quieras siempre que pagues.

II. Un ejemplo concreto de lo que decimos está sucediendo estos días calurosos de verano con los trágicos incendios, la mayoría provocados, que asolan España y que se repiten todos los años, con mayor o menor intensidad. 53 mil hectáreas calcinadas en lo que llevamos de año, en zonas de alto valor ecológico, como la Sierra de Gata en Extremadura o los de Galicia, que tardarán décadas en recuperarse. Centenas de miles de incendios en los últimos años (más de tres mil de media con 61 hectáreas calcinadas cada año), con pérdidas incalculables, no solo económicas, que quedan impunes ante el Código Penal. En los últimos siete años solamente ocho personas han sido condenadas a más de dos años de prisión. Con el reciente agravante de que en estas zonas incendiadas, en las que quedaba prohibida su utilización para otros usos que no fuera el retorno a su estado natural, evitando así la intención perversa del posible incendiario, ahora ha sido cancelada la susodicha prohibición. Decisión incomprensible que choca de frente con la intención declarativa de combatir estos comportamientos.

III. En los últimos meses se han producido, no obstante, dos tomas de posición, de diferente alcance, que han conseguido eco mundial. Una, la más completa, la contenida en la encíclica“Laudatio Si” del papa Francisco, auténtico alegato en favor de un desarrollo sostenible e integral, en la que pone el dedo en la llaga al escribir sobre una crisis sistémica socio-ambiental. La segunda,la del presidente Obama, comprometiéndose a tomar medidas ante el creciente calentamiento global,con objeto de que EE.UU deje de ser el país más contaminante de nuestro planeta. El análisis de Francisco es impecable y merece ser suscrito. No solo parte de que somos naturaleza, sino que considera inseparable la crisis social y la ecológica, pues la pobreza y la desigualdad beben de ambas fuentes. Considera que vivimos una espiral de autodestrucción; que el medio ambiente no puede defenderse desde una lógica de mercado; que la política no puede someterse a la economía- como sucede en la actualidad- y que maximizar la ganancia, sin más, conduce a la destrucción.

IV. Si bien el papa Francisco no llega a explicitar la culpabilidad del capitalismo en esta depravada depredación, lo deja entrever al denunciar el actual consumo insostenible, la cultura del descarte, del usar y tirar, de personas y bienes, o cuando denuncia el ahogo de la economía real por las finanzas o señala que ciertos bienes como el agua y otros no pueden tratarse como mercancías. No obstante , la cuestión compleja que tenemos ante nosotros es que lograr este desarrollo sostenible integral, social y ecológico, es incompatible con el sistema capitalismo realmente existente y por eso sostengo , desde hace tiempo, que el sistema económico global vigente es por naturaleza depredador de seres humanos y de la naturaleza y, en consecuencia, nos plantea la contradicción principal que tenemos que resolver los humanos con el fin de garantizar la supervivencia. Reflexión que deberían de tener en cuenta las fuerzas progresistas si realmente quieren ser motor de transformación y ofrecer una alternativa real a lo existente, pues es evidente que es necesario volver a definir el progreso, cambiar el modelo de desarrollo global y repensar la totalidad de los procesos. Eso es precisamente lo que el pensamiento crítico ha venido haciendo desde hace más de un siglo, pero por desgracia había quedado ahogado bajo el 'tsunami' neoliberal de los últimos decenios.

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