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Convocatoria electoral en diferido

Torra anuncia que convocará elecciones cuando se aprueben los presupuestos

Antón Losada

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Justo al día siguiente de que pasaran por el Parlament líderes y responsables políticos que apencan con más de diez años de cárcel por mantener la coherencia con sus ideas, cuando aún resonaban en el aire sus severos reproches al tacticismo y al oportunismo que parecen devorarlo todo en el espacio de competencia electoral independentista y nacionalista en Catalunya, el president Torra decidió que era un buen momento para presentarse ante las catalanas y los catalanes como el héroe dispuesto a sacrificarlo todo, tras haberse negado a quitar unos lazos que finalmente acabó retirando; una víctima de la deslealtad y las bajas pasiones de sus socios que prácticamente le había dejado vendido ante el enemigo. Eligió mal. Su bajada de lazo y pancarta de quita y pon no resiste la comparativa. La épica de los otros se vuelve en su contra y convierte su relato en una parodia.

La comparecencia de Torra fue contradictoria de principio a fin. Parafraseando a la magistral María Dolores de Cospedal y su despido en diferido de nuestro amado Luis Bárcenas, el president se marcó una convocatoria electoral en diferido. Si lo mejor es votar, cuanto antes mejor, parece lo lógico; pero no, lo mejor es votar pero ya se verá cuándo. La legislatura ha terminado pero hoy no, mañana, que diría José Mota. Convoca elecciones pero no dice la fecha, como si fuera una serie de HBO y hubiera que colgar los episodios por semanas. No se fía de los socios, pero va a aprobar unos presupuestos con ellos, justo antes de convocar elecciones; que es algo que tiene mucha lógica: primero haces los presupuestos, luego eliges al gobierno que los va a gastar y rezas para que sea de los tuyos porque como salga otro, menudo lío. Ha llegado la hora de que hablen los catalanes pero, una vez más, hoy no; mañana, cuando le venga bien al Govern y a él. No se soportan pero todos hablan de unidad… La lista de incongruencias sale tan larga que, si volasen, no veríamos el sol.

El show está servido de aquí a la primavera. Catalunya entra en modo espera mientras Torra completa su relato de épica ficción. Los propios presupuestos que se aprueben se han convertido ya en una chapuza, que dependerá del resultado de esas elecciones y la mayoría que pueda conformarse. No son unos presupuestos, ahora son un simple bacheado de una carretera. Las reuniones entre Pedro Sánchez y Quim Torra, la famosa mesa de diálogo y todo cuanto pueda plantearse, se han convertido en un decorado, una puesta en escena que cada cual empleará para aquello que le interese en el momento, porque uno de los interlocutores está a la espera de destino. Catalunya se merece mejor suerte que los meses de horror vacui que Torra le acaba de echar encima.

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