Es un corrupto, pero es nuestro corrupto
Ejercicio para hoy: date una vuelta por el kiosko, el de tu barrio y el digital, y lee con detalle lo que cuenta cada medio acerca de las compras de mascarillas bajo sospecha por parte del Ministerio de Transportes, el Govern balear, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Madrid. Fíjate en las portadas y lee las noticias, editoriales y columnas de opinión. Luego puedes hacer lo mismo recorriendo el dial radiofónico, o zapeando entre las tertulias televisivas. ¿Notas alguna diferencia?
Segundo ejercicio: pregunta a tus compañeros de trabajo, amigos, vecinos, familiares; haz un sondeo rápido de qué opinan sobre cada uno de esos casos en las administraciones mencionadas. Luego juega a adivinar, a partir de sus respuestas, qué votó cada uno en las últimas elecciones, y compruébalo preguntándoselo. ¿Cuántos aciertos has tenido?
Tercer ejercicio: reúne todas esas noticias sobre casos sospechosos en la compra de mascarillas, y reescríbelas cambiando el sujeto de las mismas, cambiando su color político. No modifiques nada más, solo los protagonistas, deja todo lo demás igual. Pon un ministro de Transportes del PP, una presidenta balear de derecha, un presidente madrileño del PSOE, y una alcaldesa de Madrid de izquierda. Lee entonces las noticias, incluso hazlo en voz alta. ¿Cambia algo tu valoración?
Ya sé que digo obviedades, pero no está de más recordar la manera en que la política futbolera, el forofismo de partido, hace tiempo que dejó de ser algo exclusivo de la clase política para contagiarse a los medios de comunicación y de ahí a la calle, a los ciudadanos. Todos vestimos la camiseta de nuestro partido como la de nuestro equipo de fútbol, y como hinchas valoramos lo que hacen los nuestros o los rivales. Como el aficionado que disculpa las patadas y no ve fuera de juego si lo hacen los suyos, y a cambio protesta airadamente la mínima falta del equipo rival, así nosotros valorando la información política, juzgando comportamientos y pidiendo dimisiones. Especialmente cuando se trata de casos de corrupción. ¡Que dimita Armengol! ¡No, que dimita Almeida!
Funciona en la política española aquello que durante la Guerra Fría se atribuía a Kissinger referido a Pinochet (otros la atribuyen a Roosevelt hablando de Somoza) y que evocamos en tantas situaciones internacionales donde colisionan la ética y los intereses geoestratéticos: “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. A menudo pasa lo mismo en política, lo hemos visto en distintos escándalos a lo largo de décadas: “es un corrupto, pero es nuestro corrupto”.
No estoy equiparando todos los casos, que tampoco conozco a fondo. Es más, diría que el nivel de responsabilidad política es diferente en unos casos y otros, y añadiría que la respuesta de los partidos no ha sido tampoco comparable (con el agravante de que el PP vaya dando lecciones contra la corrupción, ¡el PP!). Pero si hago el tercer ejercicio propuesto, me entran dudas de si no estaré juzgando a partir de mis intereses y prejuicios; si no juzgaría yo con mayor severidad a Armengol o Ábalos en caso de ser una presidenta y un ministro de derechas (y además secretario de Organización de su partido); y si no sería también más indulgente con Ayuso y Almeida si se tratase de, pongamos, Gabilondo y Carmena. Ahí dejo mis dudas, igual tú lo tienes más claro.
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