Se cree el Feijóo que todos los medios públicos son de su condición
Vivimos tiempos extraños en los que los políticos no mienten, cambian de opinión; y el público de un programa de entretenimiento determina, cual Oráculo de Delfos catódico, quién va a ganar las elecciones en función de cuan fuertes sean los aplausos que le profieren al entrevistado. La pasada semana llegué a leer que Alberto Núñez Feijóo había noqueado a Pedro Sánchez por el recibimiento y audiencia que había tenido en ‘El Hormiguero’. Se trata de un nocaut sin rival parecido a esas discusiones que ganas dos días después inventándote las respuestas que deberías haber dicho pero entonces no se te ocurrieron. Cuando pocos creen ya en la palabra de los políticos, la opción de la fantasía es mucho más emocionante y rentable.
Ahora mismo tenemos a Pedro Sánchez concentrando en un mes todas las entrevistas que no concedió en su entera legislatura, que a este paso aparece en el Canal Cocina sofriendo unos tomates y hablando de la inflación subyacente; y por otra parte a Alberto Núñez Feijóo optando únicamente por determinadas entrevistas y debates. Ha rechazado Feijóo el debate electoral a cuatro propuesto por TVE, la televisión pública, así como el debate propuesto por El País y la SER. El debate de RTVE se celebrará el 19 de julio con PSOE, Vox y Sumar y una silla vacía, por el momento. El PP sí ha propuesto un debate a siete, con ERC, PNV y Bildu (el cual se celebrará con portavoces), mientras afirma que RTVE ha ido demasiado lejos y, por tanto, no confían en su neutralidad
Lo cierto es que no sorprende que Feijóo desconfíe de la neutralidad de un medio público de comunicación. Suele ocurrir que cuando una pareja te ha sido infiel, cuando has sufrido los estragos anímicos de una infidelidad, pases a desconfiar de cualquier persona de ahí en adelante, sin margen de error en el conteo. Ese vitriolo rencoroso lo podría estar sufriendo Feijóo con TVE. Porque el ente público gallego, la CRTVG, fue durante su presidencia en la Xunta un medio con una ausencia absoluta de neutralidad. La lista de polémicas y juicios que han acumulado la radio y televisión pública los últimos años es casi interminable, pero valga un ejemplo paradigmático: el del periodista Carlos Jiménez. Un tribunal reconoció que la dirección de la CRTVG había sancionado a Jiménez únicamente como represalia por participar en los ‘Venres Negros’, las jornadas de protesta que desde junio del año 2018 organiza ‘Defende a Galega’ y que llevan a cabo sus trabajadores para denunciar la persecución ideológica que sufren, el incumplimiento de la ley de medios públicos de Galicia, así como la censura, la manipulación y la parcialidad de los servicios informativos de los medios públicos.
Así que si has dejado en casa a decenas de trabajadores protestando desde hace 267 semanas, si decenas de trabajadores te gritan desde hace más de cinco años que cumplas la ley, si has llegado a censurar en tus informativos la noticia de que ese movimiento -Defende a Galega- ganaba un premio a la libertad de expresión (el José Couso), si has recibido condenas firmes en los tribunales por censurar la libertad de expresión, parece normal que creas que la televisión pública no es un terreno imparcial para un debate electoral.
Pero, aún opinando que un medio público no puede tener ese valor ya casi abstracto de la objetividad, ¿en qué se podría trasladar esa creencia a un debate electoral en el que todos los políticos intervienen con los mismos tiempos y bloques de forma consensuada? ¿Qué se podría tener en contra de un debate en un medio público que empuja en dirección contraria a todos los medios privados optimizados para la polarización? (Pregunta retórica). Vivimos tiempos tan extraños, decía, que no sorprendería que Feijóo proponga ahora que acepta los debates electorales solo para votantes con cuenta verificada; los ciudadanos sin suscripción podrán llegar únicamente hasta 600 visualizaciones en total de la refriega dialéctica.
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