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Los ‘criminales climáticos’ tienen nombre

Portada del libro de Mickaël Correia.

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El capitalismo tiene muchos apellidos y uno de ellos es el de fósil. Capitalismo fósil. Se ha asociado el uso de determinados combustibles a progreso cuando en realidad es todo lo contrario puesto que implican una destrucción acelerada del planeta. 

En 1988 se creó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y con él se reconoció oficialmente el origen humano del cambio climático. El periodista francés Mickaël Correia publicó en 2022 ‘Criminales climáticos’, un ensayo que la editorial Altamarea acaba de traducir al castellano. Este especialista en informaciones del ámbito climático y también experto en movimientos sociales recuerda que si el ritmo de extracción de combustibles fósiles persiste en las próximas tres décadas como lo hizo en las tres anteriores, la temperatura media anual aumentaría hasta 4 grados a finales del siglo XXI.“ Lo que consumiría, literalmente, el planeta”, advierte.

Cien empresas son responsables del 71% de las emisiones de gases de efecto invernadero imputables al hombre. Correia señala tres multinacionales, Saudi Aramco, China Energy y Gazprom, es decir, petróleo, carbón y gas como “la siniestra trinidad” de los combustibles fósiles. “Si este trío climaticida fuese un país -añade- hoy sería el tercer emisor de gases de efecto invernadero, por detrás de China y Estados Unidos”. Es una siniestra trinidad que se mueve muy bien por despachos de Nueva York, el Kremlin o los palacios de Riad, como detalla Correia en su libro, y que perpetúa su poder con aliados en la política como Trump o a través de patrocinios millonarios en el mundo del fútbol como los que tenía la gasista rusa hasta que la invasión de Ucrania obligó a entidades como la UEFA a romper con Gazprom.    

El nombre de Saudí Aramco es probable que les suene mucho menos que el de poderosas multinacionales como Apple o Microsoft. Pero, según subraya este periodista francés, Saudí Aramco es la empresa más rentable del mundo, mucho más que los nombres que puedan venirle a cualquiera a la cabeza. Se trata del primer exportador mundial de petróleo y poseedor del 10% de las reservas mundiales de este recurso. 

Aquí van solo algunos datos que se incluyen en 'Los criminales climáticos' sobre esta empresa propiedad del Estado saudí, el mismo régimen que pese a ser tan poco democrático cosecha fans, en especial entre muchos deportistas, gracias a sus petrodólares: “Entre 1988 y 2015, emitió tres veces más gases invernadero que toda Francia en el mismo periodo, lo que la convierte en el mayor emisor mundial. Desde 1965, Aramco, por sí sola, ha liberado ya a la atmósfera sesenta mil millones de toneladas equivalentes de CO2, unas emisiones comparables a las de más de seiscientas centrales térmicas de carbón que escupieran humo sin parar desde esa fecha”. Ellos seguirán bombeando mientras nosotros, movidos por la “moral ecológica” más que necesaria y más que insuficiente, reciclamos, intentamos ahorrar agua (escribo este artículo en Barcelona) e incluso aprendemos de la concienciación ecológica de nuestros hijos. Y ellos seguirán bombeando.

Jaime Vindel, autor de los libros ‘Estética fósil’ y ‘Capitalismo fósil’, reflexionaba en esta entrevista en Climática sobre cómo se nos ha convencido de que no había otra alternativa a la de mantener este modelo como si los recursos fuesen ilimitados: “Sin embargo, esta percepción es el resultado de los procesos históricos que han promovido ese imaginario. La asunción de la superabundancia energética está vinculada a una ideología productivista del progreso que deberíamos cuestionar, ya que se basa en la falsa premisa de una disponibilidad infinita de los recursos”.

No solo hay que desandar camino sino que hay que tomar conciencia de que es imprescindible revertir una situación que perjudica más a los que menos tienen. Correia cita otro ensayo, ‘Perdiendo la Tierra’, publicado en 2019 sobre la historia política del cambio climático y en el que otro periodista, Nathaniel Rich, nos recuerda que las nuevas generaciones pagarán por los responsables de las emisiones del pasado y que los pobres sufrirán aún más por el estilo de vida de los ricos. La transición verde es imprescindible y hay que hacerla con los trabajadores. No contra ellos. Eso también es justicia social.

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