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La derecha tiene la mano

Enrique Arnaldo en su comparecencia en la Comisión de Nombramientos del Congreso.

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Proponer a Enrique Arnaldo como miembro del Tribunal Constitucional era una provocación. El PP no podía ignorar que ese nombre era infumable, pero quería comprobar que la izquierda no lo iba a rechazar. Que, para su regodeo político, lo iba a tragar. Como ha venido tragando tantas cosas en los últimos tiempos. Entre otras, que se pospusiera una negociación sobre el Consejo General del Poder Judicial, que era, y es, la clave del asunto. Pero, ¿por qué la derecha está teniendo la mano en el ritmo y los pasos de la política general, estando en clara minoría en Las Cortes?

Una primera respuesta a esa pregunta es obvia: porque la izquierda está más débil de lo que parece o, cuando menos, porque teme que cualquier movimiento de enfrentamiento abierto con la derecha le reporte consecuencias muy negativas. O, como se piensa en los círculos de Pedro Sánchez, que aleje de sus perspectivas electorales a votantes de centro que pueden ser decisivos en las próximas generales. Y porque Unidas Podemos, con alguna diferencia al respecto entre sus varios sectores, se encuentra en un momento de recomposición que aconseja potenciar su imagen menos belicosa. Ya aprendió en carne de Pablo Iglesias qué puede pasar si se afronta a pecho descubierto al rival.

Si esas actitudes se mantienen, la derrota en 2023, si es que no llega antes, está garantizada. Ningún maná económico va a alejar ese designio, aparte de que el crecimiento está siendo menos intenso de lo que se creía y el paro, agente electoral decisivo, no va a reducirse en la medida esperada por los más optimistas. La Comisión Europea acaba de arruinar sin paliativos los supuestos de aumento del PIB sobre los que están montados los presupuestos y veremos si eso no motiva reflexiones ulteriores.

Los socios de la coalición de gobierno, cada uno por su lado y al unísono, tienen que entonar un nuevo discurso. Que sea menos complaciente con lo que está pasando y que sea más agresivo con unos rivales cada día más peligrosos. Ya no puede tragar más. Tiene que recuperar la mano. Si no, se la van a quitar para siempre.

Lo que está claro es que los problemas internos de la derecha, la batalla entre Pablo Casado y Miguel Ángel Rodríguez por el liderazgo del PP, con la señora Ayuso como estrella invitada, y con Vox por lo mismo, no están favoreciendo para nada la situación de la izquierda. Primero, porque ni el PSOE ni Unidas Podemos pueden hacer mucho por agravar ese conflicto interno en favor de sus posiciones y, segundo, porque en las filas electorales del PP existe el convencimiento generalizado de que, al final, cuando se acerquen las elecciones, las tensiones desaparecerán como por ensalmo, aunque puedan volver a surgir después de las generales.

La debilidad relativa de la izquierda, la endeblez de su discurso, no se va a superar recurriendo a agentes externos. Tampoco las medidas sociales van ayudar menos y menos si el ministro Escrivá genera cada día más dudas sobre el futuro de las pensiones. La reacción tiene que salir de su propio seno. Y no con una maniobrita publicitaria, sino con un cambio de planteamiento de verdad. Que en las últimas semanas estuvo al alcance de su mano y se dejó escapar. Porque Sánchez podía perfectamente haberse negado a negociar la renovación de los órganos constitucionales en las condiciones que el PP ofrecía y que eran previsibles desde hace meses, cuando Casado se negaba una y otra vez a hablar de asunto.

¿No resulta una triste paradoja sobre la relación de fuerzas el que hace un año el argumento del PP para no negociar fuera que Podemos no podía entrar en el CGPJ y que ahora haya impuesto a un amiguete de dudosas credenciales democráticas y de aún más dudosa trayectoria profesional… al servicio del PP?

¿Qué saca el Gobierno con que se haya renovado el Tribunal Constitucional para que su mayoría siga siendo de derechas? ¿Quién es el guapo que puede vender eso a efectos electorales? ¿Y qué seguridad tiene la izquierda de que la renovación del Consejo General del Poder Judicial no va a seguir el mismo derrotero que la del Constitucional?

Pedro Sánchez tiene que dar un golpe encima de la mesa y Yolanda Díaz tiene que secundarlo. Lo más pronto posible. Y haciendo frente a ese monstruo tan poderoso y decisivo que son los medios de derechas, seguramente un agente político más determinante que el propio Partido Popular.

La fuerza de ese entramado mediático es cada día mayor. En sus televisiones, sus radios, sus diarios, sus publicaciones digitales trabajan cada día contra la izquierda, ridiculizan o anulan sus mensajes, aíslan al gobierno entre la gente, sin que los medios que no son derechas, que no son tantos ni tan influyentes como sus rivales -salvo en algunas élites- puedan compensar esa presión. Si es que quieren hacerlo, que no está claro en algunos casos.

Hágase el ejercicio de preguntar a la gente corriente que se conoce, del trabajo, del bar o del gimnasio, por qué medios se enteran de lo que está pasando en la política o en la sociedad. Y la respuesta será abrumadoramente mayoritaria de que por los de derechas. O por una RTVE que cada día se esfuerza más en no distinguirse demasiado de ellos. Así se consigue tener la mano en el día a día de la política. Porque el rival no se atreve a ir contra esa marea. A menos que alguien le haga ver que callándose, siendo bueno, sin reaccionar de verdad, se va al desastre.

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