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La derecha se nos volvió conspiranoica

El periodista Federico Jiménez Losantos.

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Qué tiempos aquellos en que la derecha representaba el orden, el establishment, el sistema, y éramos los izquierdistas quienes más tonteábamos con teorías de la conspiración. Tú eres muy joven y no te acuerdas, pero durante años era la izquierda quien veía manos negras detrás de cualquier suceso: cuando no era la CIA (que estaba en todas) eran nuestras cloacas policiales y post-franquistas, pero también estaban los banqueros (representados en viñetas con puro, chistera y gran barriga), las multinacionales, las farmacéuticas, la industria alimentaria, los fabricantes de armas, los grandes medios de comunicación (en las manis gritábamos “¡televisión, manipulación!”, acuérdate), la iglesia católica por supuesto y hasta Hollywood lavándonos el cerebro con sus películas. Detrás de cada gran acontecimiento, lo mismo una crisis económica que una guerra local, un cambio de gobierno o una inocente moda, había algo sospechoso.

La derecha en cambio, más allá de su viejo tic fascistoide con la conjura judeo-masónica y el anticomunismo feroz, solía confiar en las instituciones, el sistema económico, las fuerzas del orden o los medios de comunicación, todos al servicio de su hegemonía política y económica. La visión conspiranoica del mundo era más propia de la izquierda, tanto más cuanto más radical y antisistema. Solo hay que recordar cómo en los ochenta cogió fuerza en ciertos círculos la idea de que la heroína que arrasaba los barrios obreros respondía a un plan del sistema para controlar a la juventud. 

Ah, pero la veleta se dio la vuelta por completo: ante la incertidumbre de los tiempos, y de derrota en derrota, la izquierda se volvió confiada y defensora de las instituciones, lo apostó todo a la posibilidad de gobernar aunque sea un ayuntamiento antes que hacer ninguna revolución. Y la derecha, política, mediática y hasta judicial, se fue deslizando hacia una visión del mundo propia de programas nocturnos de Iker Jiménez. “Nos están engañando”. ¿Quiénes? Todos.

Lo pensaba estos días con el veinte aniversario del 11M. Lejos de rectificar, no digamos ya pedir perdón, o al menos callarse por vergüenza, hemos visto a representantes políticos y sobre todo mediáticos de la derecha y la ultraderecha insistiendo, con mayor o menos énfasis, y algunos con ardor y hasta orgullo, en la misma teoría de la conspiración que quedó más que tumbada por investigaciones periodísticas y judiciales. “No se conoce toda la verdad”, “sigue habiendo preguntas por responder”, “es un agujero negro”, “no se sabe quién fue el autor intelectual”… Eso en su versión suave; les ahorro las barbaridades dichas por los Pedrojota y Losantos. Y si solo fueran ellos: a poco que preguntes a votantes de derecha y ultraderecha de tu entorno, te sorprenderá la persistencia del pensamiento conspiranoico referido a los atentados de 2004.

El 11M es la piedra de toque de nuestra derecha delirante, pero no es la única. En los últimos años hemos oído a dirigentes políticos, periodistas nada marginales y también a cuñados, vecinos, compañeros de trabajo y parroquianos del bar señalar todo tipo de manos negras y operaciones de ingeniería social para lavarnos el cerebro y acabar con España, los valores cristianos, el hombre o directamente la civilización: la “ideología de género”, la “ideología queer”, el multiculturalismo, el marxismo cultural (aquí llamado “lo progre”), el independentismo por supuesto, el ecologismo, los animalistas, la Agenda 2030, pero también, atención, la industria farmacéutica (con la pandemia y las vacunas), la policía o los jueces (siempre que no sean de derecha), el sistema electoral (con insinuaciones de manipulación en elecciones recientes), el Papa (siempre que no sea de derecha) y los medios de comunicación (manifestantes de derecha haciendo suyo el grito de “¡televisión, manipulación!”).

Las derechas han ido apuntándose a todos los negacionismos, para desconcierto de una izquierda que no tiene más remedio que asumir la defensa de instituciones amenazadas de derribo por quienes, en tiempo de incertidumbre, tratan de capitalizar el malestar social disparando contra todo. Y hablo solo de España, no te cuento lo que van largando las derechas en Latinoamérica, o por supuesto el trumpismo y la alt-right estadounidense, delirante en el mejor de los casos, violenta y guerracivilista en sus peores versiones. Y tiene pinta de que el conspiracionismo de las derechas solo puede ir a peor.

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